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Narcisismo. Teoría y práctica

Emilio de Miguel Calabia el

Cuando hubo terminado de responder a los correos de Acerex S.A., José se dio un descanso. Fue a la cocina, se preparó un café y, mientras lo tomaba, se puso a consultar sus correos personales. Había uno de Susana. Hacía mucho que no había pensado en ella. Justo desde la noche que se cogió una borrachera para olvidarla y le dio una patada a una caja de cartón vacía, que resultó que no estaba tan vacía. Los ladrillos de dentro le rompieron un par de dedos del pie y tuvo que ir enyesado dos meses. Sí, se había tomado muy a pecho la ruptura.

Siempre supo que ella le buscaría, cuando le necesitase, o sea, cuando rompiese con ese Julián por el que le sustituyó. Se preguntó si con Julián la cadencia habría sido la misma que con él, que primero se buscó un nuevo novio y luego rompió con él. Lo mismo con Julián había sido más respetuosa con los tiempos y maneras del amor y del desamor.

El correo empezaba con las vueltas y revueltas dialécticas que a ella le gustaban tanto, cuando quería marear la perdiz y que no se le viesen las intenciones. Eso era lo que le gustaba de Cristina, su actual novia, que le decía al pan, pan y al vino, vino y no le importaba lo que pudiera ocurrir luego.

¿Qué tal estás? Espero que hayas encontrado algo de la tranquilidad espiritual que buscamos todos. Yo pienso que en el fondo no es tan difícil, basta con ajustar bien el grado de deseos a lo real, sin pasarse ni quedarse cortos, aunque no siempre estamos en condiciones de calibrar como se debe.

La frase era tan alambicada, que tuvo que leerla tres veces para entender, o más bien no entender, lo que le había querido decir y el café se le quedó frío. La mañana se iba presentando bien. Primero los de Acerex S.A., diciendo que el pedido no podría estar a tiempo, luego el correo mentiroso de Susana y, para rematar, el café frío.

Volvió al trabajo y hasta la hora de comer ni pensó en Susana ni en el café frío. Los de Acerex S.A. y sus excusas requerían toda su atención.

A las dos paró. Ni tenía tiempo, ni estaba de humor para prepararse algo más complicado que unos espaguetis al ajillo, con aceite de oliva del bueno y un poco de guindilla. Mientras esperaba a que el agua hirviera, siguió leyendo en el móvil el correo de Susana.

Yo estoy ahora bastante tranquila, llevo sola cinco meses, y ahora, mientras lo escribo, pienso que estar sola no es más que un accidente que ocurre en mi vida, nada que la defina ni que la determine. Me ha costado trabajo llegar a eso, pero poco a poco lo veo como algo natural, y me gusta.

No estaba mal. Había necesitado un párrafo y 52 palabras para llegar al meollo: estaba sola. Como le habían dicho todos sus amigos, tan pronto Julián rompiera con ella, le buscaría. Le jodió que todos parecieran tan listos en lo que se refería a su vida sentimental. No, lo que verdaderamente le jodió fue que todos lo hubieran visto menos él.

Sonó el móvil. Entraba un whatsapp. Era Cristina.

¿Has comido ya?”

Estoy haciéndome unos espaguetis.”

Comes fatal. Voy a tener que ir yo por allí a hacerte una buena paella.”

¿Qué tal el día?”

Aburrida. Esto del teletrabajo es un rollo. No sabes las ganas que tengo de que vayamos esta noche al cine. No he pisado un cine desde antes del confinamiento.”

Ni yo”.

Tengo muchas ganas de verte”.

Y yo a ti. Hasta la noche”

Hasta la noche. Un beso”.

Una de las cosas jodidas en las relaciones es que los dos dicen “tengo muchas ganas de verte” o “te quiero mucho”, pero uno de los dos “muchos” es mil veces más fuerte que el otro. Es muy raro encontrar dos amores que se equiparen. Siempre uno ama más que el otro. Y el que ama más es el que se lleva la torta. Él amaba a Susana mucho más que ella a él. Fue la única vez y se llevó la torta. ¿Y ahora Cristina…? ¿Se llevaría una torta con él?

Lo bueno de cocinar es que tarde o temprano tienes que dejar de pensar en tonterías y te tienes que centrar en que los espaguetis no se pasen y en colarlos y en servirlos en el plato y en espolvorearles un poco de chile por encima.

Con el café de después de comer, retomó el correo de Susana.

Haberme vuelto a enfrentar al desamor, también me ha dado empatía par comprender el sufrimiento que causamos en otros. Te pido mis disculpas de nuevo por lo que te pude hacer sufrir.”

Le encantó la frase: “lo que te pude hacer sufrir”. O sea, que te echas un novio, me lo ocultas durante meses, te vienes conmigo a Tailandia, que era un viaje que te apetecía un montón y al regreso me dices que tienes a otro y que me dejas. Y todo eso se resume en “lo que te pude hacer sufrir”, una frase tan hipotética como “lo que pude haber hecho, si me hubiese tocado la lotería.” Con el enfado, le pegó un sorbo largo al café y se quemó los labios; se le olvidó que lo había puesto más tiempo en el microondas para que no se le enfriase como por la mañana. No se puede tomar café, cuando se leen cartas de ex-amantes. No saboreas el café, que a esas alturas puede hacer por ti mucho más que la ex-amante.

En el fondo somos todos animalitos que luchan por dotar a su vida de sentido, sea mediante el amor u otras cosas, y con el impulso nos llevamos lo que se nos ponga por delante.

En fin, una oda al narcisismo sin escrúpulos”, se dijo. Paró de leer y volvió al trabajo.

Un correo del abogado le decía lo que podían hacer a los de Acerex S.A. si no respetaban los términos del contrato. Desgraciadamente no decía nada de desnudarles y arrastrarles con un caballo por un campo de cardos. Es lo que tiene pertenecer a una civilización refinada, que te olvidas de que todos somos en el fondo unos hombres de cromañón mal desbastados y creemos que firmando trozos de papel arreglamos las cosas. La filosofía del patio de recreo de colegio funcionaba mucho mejor. Un buen puñetazo y una nariz sangrando solucionaban muchos problemas…

Se levantó a hacer pis. Estaba de un humor de perros. Vació la vejiga pensando que meaba sobre la cara del director financiero de Acerex S.A. Fue un magro consuelo. Con su cara de pan candeal y su doble papada, habrían hecho falta su vejiga y dos más para rociarle a satisfacción.

A las seis de la tarde decidió parar y entonces leyó el último párrafo de la carta de Susana: “En fin, si te escribo es porque me gustaría recuperar la parte amistosa de nuestra relación, sin interferencias de otro tipo. Que un día nos pudiéramos encontrar con Chimo, Emilio o Jacinto de forma natural, como personas adultas que entienden, perdonan y valoran lo bueno de los demás.” Bueno, después de tantas palabras bonitas, aparecía el objetivo de la carta: recuperar el grupo de amigos que había tenido y que le dieron la espalda cuando se puso a salir con Julián y como José tenía la llave a ese grupo… Como siempre, utilizando y manipulando a la gente.

¡Puta narcisista!”, masculló.

Sonó el whatsapp. Cristina le enviaba un emoticono de un beso.

Fue a responderla y antes de devolverle el beso, sintió que algo no iba. Lo iba a devolver por pura inercia, porque Cristina le daba sexo, cariño y compañía, que eran cosas que había necesitado mucho tras la ruptura con Susana. No hacía falta ser muy perspicaz. Él también era un puto narcisista, que utilizaba y manipulaba a la gente. Llevaba meses jugando con Cristina, creándole esperanzas, simplemente porque no quería estar solo. Igual que Susana.

Lo lamento, pero tengo que cancelar lo del cine. Me ha salido un trabajo. Mañana te lo explico”. Sí, mañana se lo explicaría y le daría una torta y le haría daño y la única justificación sería que era un puto narcisista, que nunca la amó tanto como ella a él.

Retomó el correo de Susana. “Vete al carajo”. Y dio a la flecha de enviar.

 

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