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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Yukio Mishima como escritor de humor

Emilio de Miguel Calabia el

Yukio Mishima ha pasado a la Historia como un escritor muy serio y muy ultranacionalista, al que fascinaban los cuerpos musculosos y el seppuku. Es una lástima, porque Mishima era un escritor polivalente, capaz de manejar muchos registros. Le perdían sus obsesiones y una cierta querencia hacia el melodrama barato a la cual se abandonaba de cuando en cuando. Esa visión de Mishima autorretratándose como un San Sebastián asaeteado o arengando a los soldados para que se amotinasen, hace que nos olvidemos de que también había un Mishima que era un gran escritor humorístico.

Para mí, el gran escritor de humor debe ser capaz de no tomarse a sí mismo demasiado en serio (más allá de la máscara de samurai con la que le gustaba presentarse ante el mundo, yo creo que en solitario Mishima sí que era capaz de reírse un poco de sí mismo), debe de ser capaz de que penetrar en los convencionalismos sociales y comprender que no suelen ser más que un barniz muy fino para que no se vea que en el fondo somos primates egoístas y un tanto ridículos y, finalmente, tiene que tener estar dotado para el humor negro.

Para mí el humor negro es la cumbre del humor. El humor negro sabe que el placer y el dolor, la vida y la muerte, están separadas por una membrana muy estrecha. Si te escoras un poco a un lado, caes en la melancolía y el melodrama; si te escoras del otro, caes en la euforia y el optimismo irracionales. El escritor de humor negro sabe cómo conjugar esos dos puestos y hacer equilibrios sobre la membrana de separación.

Descubrí al Mishima humorista en la colección de relatos “Muerte en mitad del verano”. La colección incluye relatos tan tristes como “Muerte en mitad del verano” sobre unos padres que pierden a dos de sus hijos ahogados en una playa, tan terribles como “Patriotismo”, que describe como pelos y señales el seppuku de un oficial del Ejército y tan amargos como la de la joven pareja que, para sobrevivir, tiene que componer escenas eróticas delante de gente adinerada.

De pronto, entre tanta truculencia y pesadumbre, encontramos un relato como “Los siete puentes”. La noche de la luna llena de septiembre, cuatro geishas se reúnen para atravesar en silencio siete puentes de Tokio. Si lo hacen, se cumplirá lo que desean. Las acompaña una joven de pueblo, a la que rechazan por poco refinada. La tarea de cruzar los puentes en silencio se revela imposible. No paran de ocurrirles incidentes que les van forzando a hablar una tras otra. Al final del recorrido, la única que ha logrado cruzarlos en silencio ha sido la chica pueblerina. Humilladas, le preguntan qué fue lo que pidió. La chica se niega a decírselo. Simplemente sonríe.

En “La perla”, que pertenece al mismo volumen, un grupo de señoras de la alta burguesía, a las que Mishima clasifica como pertenecientes a la Sociedad Mantegamos-Nuestra-Edad-Secreta, se reúne para celebrar el cumpleaños de una de ellas. Durante la celebración, una de las invitadas pierde la perla de su anillo y a raíz del suceso, descubren que sus relaciones no eran lo que parecían ser.

Dodoji” es una pieza de teatro noh modernizada. Tiene un tono entre burlesco y surrealista muy peculiar. En una sala se está subastando un armario antiguo. Las pujas ya son muy elevadas. En ese momento entra una bailarina bellísima y puja una ridiculez. Antes de que la echen de la sala, cuenta la historia del mueble y todo cambia. No puedo contar más, porque es una pieza tan poética y extraña que hay que leerla sin expectativas.

El color prohibido” es una novela de juventud en la que explora la homosexualidad. Es una pena que su foco en la homosexualidad,- cuestión que le preocupaba, ya que estaba en vísperas de salir del armario-, interfiera en lo que hubiera podido ser una novela sarcástica maravillosa. La premisa de la novela es que un escritor consagrado, Shunsuké, conoce a un joven bellísimo y homosexual, Yuichi, y quiere servirse de él para vengarse de las mujeres, que siente que le han maltratado. El planteamiento daría para mucho, pero a Mishima le interesaba tanto el desarrollo de la homosexualidad de Yuichi, que dejó escapar la posibilidad de construir una gran novela humorística. Aun así, hay destellos humorísticos en ella que merecen la pena y que revelan cómo ya en sus inicios, Mishima tenía un gran ojo para la crítica social y para poner al descubierto las incongruencias de muchos de nuestros convencionalismos sociales.

Por ejemplo, transcribiré sus comentarios de por qué un marido honosexual es preferible a otro heterosexual para una mujer: “… la mayoría de ellos contribuyen involuntariamente a la felicidad conyugal, gracias a sus íntimas tendencias. Saturados hasta la náusea, con su esposa, del inoportuno banquetazo que es el sexo contrario, jamás se inclinan hacia otras mujeres. (…) Cuando tienen hijos, se comportan como madres más que como padres. Las mujeres que han padecido la infidelidad de su marido deben recurrir a este gremio para volver a casarse. La vida conyugal de esos hombres constituye en cierta manera una feliz destrucción de sí mismos, una destruccción apacible y flemática, pero en el fondo espantosa.” Y como corolario, los consejos que le da Shunsuké a Yuichi sobre cómo abordar el sexo con su mujer: “Piensa que tu pareja es un leño, un cojín o un costado de ternera suspendido de una viga en la carnicería.”

El genio irónico de Mishima también queda al descubierto en sus retratos de los personajes. Aunque cuando escribió “El color prohibido” sólo tenía 26 años, para entonces ya se había dado cuenta de que las personas ocultan un lado sombra, a menudo bastante decepcionante, y que no debemos tomarlas como se nos presentan. Así, sobre Shunsuké nos cuenta que sus novelas abundaban en sentimientos humanos y su diario, que nunca enseñaba, rebalsaba sordidez y resentimiento. Otro comentario sobre Shunsuké que me ha encantado: “… la foto de Shunsuké a los veinticinco años inserta entre las páginas del diario. Era feo, pero aquella fealdad juvenil era más bien artificial, la fealdad de alguien que continuamente intenta persuadirse de que es feo”. Alguien dijo una vez que la fealdad es el escudo que algunos utilizan para justificar su negativa a asumir riesgos, sobre todo en el terreno sentimental.

De tono resueltamente humorístico, con sus gotitas de humor negro y existencialismo, es “Una vida en venta”, publicada por Alianza Editorial en español. Es una pena que no sea uno de los libros más leídos de la obra de Mishima, porque lo merecería.

El argumento es interesante: Hanio Yamada ha intentado suicidarse y ha fracasado. Habiendo perdido interés por la vida, decide ponerla en venta y coloca un anuncio: “Vida en venta. Quien la compre puede utilizarla como le plazca.” Su oferta encuentra tomadores de lo más disparatados, que le meten en situaciones peligrosas. Sin embargo, parece que cuanto más insulsa y sin sentido le parece su vida, más difícil le resulta perderla. Más bien son sus compradores los que pierden las suyas.

Al final, descubre que quiere vivir, justo cuando está más solo y en peligro. “Estaba solo. En el cielo despejado brillaban innumerables estrellas (…) Hanio tuvo la sensación de que la noche se le adhería al pecho y el rostro, como si le asfixiara (…) Tenía ganas de llorar, no podía contener los sollozos. Cuando alzó los ojos para mirar las estrellas, se difuminaron por un instante a través de las lágrimas y entonces todas ellas se agruparon en una sola.”

Es lo que me gusta del humor de Mishima: su versatilidad. Del absurdo podemos pasar al sarcasmo en un momento y terminar en la melancolía.

 

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