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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Una alianza en el Mar de Célebes

Emilio de Miguel Calabia el

En los últimos años se ha producido una recuperación de la Historia olvidada de España en Asia. Casa Asia albergó el año pasado un seminario organizado por la UNED sobre el Oriente ibérico. Florentino Rodao recuperó la Historia de las relaciones entre España y Siam desde el siglo XVI en su libro “Españoles en Siam” y también investigó la historia fascinante de las relaciones del régimen franquista con el Japón Imperial en vísperas y durante la II Guerra Mundial en “Franco y el imperio japonés”. La editorial Desperta Ferro publicó hace unos años “En el archipiélago de la Especiería. España y Molucas ss. XVI-XVII”, que narra nuestra Historia e infortunios en las islas Molucas (comenté este libro en enero de 2022). La revista de la editorial también dedicó un número especial a las tropas españolas en Asia en los siglos XVI y XVII. José Eugenio Borao ha investigado sobre las relaciones de España con China y la isla de Taiwán. Manel Ollé en “La empresa de China” ha contado cuando nos vinimos arriba y pensamos en conquistar China con 60 buenos arcabuceros españoles. Juan Carlos Rey, Antonio Campo y Marco Ramerini escribieron hace un par de años un libro sobre las fortalezas españolas en las islas de Ternate y Tidore, en las Molucas, que presentamos en Casa Asia.

Pues bien, Juan Carlos Rey y Antonio Campo repiten, acompañados en esta ocasión por Nurachman Iriyanto, con “Una alianza en el mar de Célebes. Siau y España 1581-1677”.

Las Molucas fueron un sitio geopolíticamente muy caliente en los siglos XVI y XVII, al ser el único lugar en el que se producían las codiciadas especias.

Cuando llegaron los portugueses a las Molucas, había cuatro reinos en ellas. Ternate y Tidore eran los principales y estaban en perpetua guerra entre sí; Bacan era un gran productor de sagú, una de las principales fuentes de alimento de las islas; Gilolo en tiempos había sido el principal Estado, pero, al no producir especias, no podía competir con Tidore y Ternate. A estos Estados tenemos que los pequeños Estados que existían en el norte del mar de las Célebes, entre los que se encontraba Siau.

La llegada de los portugueses en 1512 cambió el panorama geopolítico. El año anterior habían conquistado el importante centro de Malaca y la noticia corrió como la pólvora por el mundo malayo. En la expedición de 1512 el barco de Francisco Serrao zozobró. Tidore y Ternate se apresuraron a mandar caracoas (grandes barcos malayos estabilizados con batangas). Los segundos llegaron antes. Rescataron a los portugueses y pusieron la primera piedra de una alianza que duraría décadas.

La alianza con los portugueses inclinó la balanza del lado de Ternate. Tidore y Gilolo se dirigieron entonces a los españoles, que aún no se habían instalado en Filipinas. Durante unos años Tidore y Gilolo pudieron aguantar los embates de Ternate y los portugueses con ayuda de los españoles. Finalmente los españoles abandonarían las Molucas en virtud del Tratado de Zaragoza de 1529. Las razones para firmar el Tratado fueran muchas: 1) Cada vez parecía más evidente que las Molucas caían del lado portugués según la delimitación que se hizo en el Tratado de Tordesillas, aunque los españoles interesadamente lo negasen. De hecho, incluso las Filipinas caían del lado portugués; 2) El emperador Carlos V quería centrarse en Europa Central, donde la Reforma protestante iba avanzando y donde siempre estaba la amenaza de los turcos; 3) No habiendo encontrado aún el tornaviaje, reforzar las Molucas desde Nueva España se revelaba difícil, toda vez que las naves no podían regresar.

Siau aparece destacadamente en las fuentes occidentales a partir de 1563. El jesuita portugués Diogo de Magalhaes, que estaba evangelizando en las Célebes supo del interés del monarca de Siau en convertirse al cristianismo. No se piense que de repente se le había aparecido la Virgen al monarca. Convertirse al cristianismo o al Islam era una estrategia para entrar en una comunidad internacional de correligionarios. Si de paso te congraciabas con una potencia correligionaria cuyo apoyo pretendieses, miel sobre hojuelas. Los portugueses vieron la oportunidad y se llevaron al príncipe heredero a Ternate para educarlo.

La llegada de los españoles a Cebú en 1568 introdujo un nuevo dato geopolítico. Si había problemas con los portugueses, el rey de Siau tenía una alternativa también católica. Su llegada, además, coincidió con un conflicto entre Portugal y Ternate que hizo a los españoles todavía más atractivos.

Los portugueses eran unos aliados difíciles, siempre prestos a utilizar la fuerza, aunque nunca fueron tan implacables como los holandeses. Una diferencia importante con éstos, es que los portugueses nunca tuvieron en las Molucas los mismos recursos militares de que dispusieron los holandeses. Eran un matón de barrio que peleaba con una mano atada a la espalda.

El conflicto entre Portugal y Ternate,- que no era el primero-, estalló cuando el capitán portugués Diogo Lopes de Mesquita ordenó el asesinato del sultán ternateño Hairun en febrero de 1570. Hairun había sido un aliado conflictivo y no siempre había respetado los intereses portugueses. Aplicarle lo de “a perro muerto, se acabó la rabia”, era una estrategia arriesgada y a los portugueses les salió mal. Su hijo Babullah (Babú, en las fuentes españolas) dirigió un alzamiento anti-portugués, al que se sumó Tidore. En 1575 logró expulsar a los portugueses de la isla.

En 1587 su hijo, Said-Saidin,- Zayde para los españoles- realizó una fuerte razzia contra Siau, a la que consideraba como un Estado vasallo. Los portugueses no intervinieron para proteger a sus aliados de Siau, con lo que su rey comenzó a preguntarse si realmente necesitaba unos aliados tan poco fiables.

En 1582 los españoles habían hecho acto de aparición en Siau. El alférez Francisco de Dueñas visitó la isla en el marco de los preparativos de una expedición contra Ternate. Además por esas fechas ya habían llegado a las Molucas noticias de la unión de las dos coronas ibéricas. El rey de Siau entendió las oportunidades que se le abrían y envió al príncipe heredero Juan y a una comitiva, acompañando a Dueñas en su regreso a Manila. Así comenzó una práctica de contactos entre Manila y Siau que se prolongaría durante casi un siglo.

En 1593 el rey de Siau Jerónimo II viajó a Manila para formalizar la alianza con España. Allí con gran pompa realizó el juramento de obediencia al rey Felipe II y el rey asumió una serie de obligaciones para con sus nuevos aliados españoles, entre las que se contaban proveer a los padres que acudieran para predicar y asistir a los españoles en caso de conflicto. A cambio pedía protección frente a Ternate y que España le adjudicase las islas de Tagolanda y Sanguil Basar.

En aquellos momentos el gobernador de Filipinas, Gómez Pérez Dasmariñas, estaba organizando una importante expedición a Molucas. El rey ofreció media docena de caracoas perfectamente equipadas para asistir a los españoles y 1.000 soldados. La expedición, la mayor que había organizado España en Asia hasta ese momento, fracasó cuando los remeros chinos se amotinaron para hacerse con el dinero para costear los gastos de la expedición, mataron al gobernador y se hicieron con la nao capitana. Tras ese fracaso, Manila se olvidó un poco de las Molucas.

El olvido no duró mucho. En 1599 hicieron su aparición en las aguas moluqueñas los navíos de la Compañía Holandesa de las Islas Orientales (VOC). El sultán de Ternate recibió entusiasmado a los holandeses, viendo en ellos unos aliados frente a españoles, portugueses y tidoreños. Justamente en 1603 españoles y portugueses lanzaron una expedición contra Ternate y en su camino iniciaron una práctica que continuaría durante las siguientes décadas: hacer escala en Siau antes de dirigirse a las Molucas. La expedición fracasó y los españoles decidieron que en la siguiente que montasen irían solos. Mejor solos que mal acompañados.

En 1605 la situación se complicó aún más. Una flota holandesa de 10 barcos apareció en las Molucas y rindió el fuerte portugués en Ambon, conquistando la isla, y arrasó el fuerte portugués de Tidore. Al año siguiente los españoles montaron una fuerte expedición que logró conquistar el norte y oeste de la isla de Ternate, mientras que los holandeses se mantuvieron en el sur y el este. Siau participó en esta campaña y reafirmó su vasallaje al rey de España.

En el siguiente incidente bélico serían los españoles quienes ayudarían a Siau. Siau había sufrido un feroz ataque por parte de su vecina al sur, Tagolanda, que estaba aliada con los holandeses. Una expedición española replicó arrasando Tagolanda y estableciendo una guarnición de 150 soldados en Siau. Esto último no se debió a la benevolencia de los españoles, sino a que Siau se había convertido en una escala y lugar de depósito de los suministros a los fuertes españoles en las Molucas.

Las precauciones españolas no sirvieron de nada cuando en 1614 ternateños y holandeses lanzaron un fuerte ataque contra Siau, a la que arrasaron. Los holandeses destruyeron las plantaciones de nuez moscada y de clavo; su política era arrasar las plantaciones que no podían controlar, para asegurarse el monopolio de las especias. Además se llevaron a unos 500 habitantes de las islas para que trabajasen como mano de obra forzosa en las plantaciones de especias que tenían en la zona. Las atrocidades holandesas determinaron que Siau se mantuviera en lo sucesivo completamente fiel a España, a diferencia de otros Estados de la zona que cambiaban de aliados europeos según soplase el viento.

Una rebelión local logró expulsar a los holandeses en 1617. A partir de entonces la ayuda militar que españoles y Siau se prestaron fue recíproca. Los españoles colaboraron en las campañas de Siau contra sus vecinos, mientras que los siau se convirtieron en unas valiosas tropas auxiliares de los españoles, que combatieron no solo en las Molucas, sino en lugares alejados como Mindanao. Gracias

En 1651 llegó a las Molucas la noticia de que España y los Países Bajos habían firmado la paz en Münster-Westfalia tres años antes. Los holandeses, que tenían más recursos e iban ganando, aplicaron la paz a regañadientes y de mala fe.

Para finales de la década de los cincuenta la situación geoestratégica de los españoles en las Molucas se había vuelto imposible. En 1657 el sultán de Tidore rompió su tradicional alianza con España y en conjunción con Ternateños y holandeses se sublevó y obligó a los españoles a replegarse a sus fuertes del norte de las Molucas. En 1663 los españoles se retiraron definitivamente de las Molucas. La amenaza de Coxinga, que ya había expulsado a los holandeses de Taiwán era demasiado seria. Coxinga murió pronto y la amenaza pasó, pero España ya no tenía ni la voluntad, ni los recursos para abrirse paso en las Molucas otra vez.

Siau se sentía cada vez más presionada por Ternate, Tidore y los holandeses. En 1671 su rey se presentó en Manila para solicitar ayuda. Manila envió 15 soldados y un jesuita; los soldados para construir un pequeño fuerte y el jesuita para predicar, no al revés. Demasiado poco para cuando en 1677 los ternateños decidieron conquistar Siau y los holandeses jugaron a tirar la piedra y esconder la mano. Siau cayó el 1 de noviembre de 1677, después de haber estado aliada con España durante casi 90 años.

Esta historia tiene aún un final irónico. Regresando a Ternate tras la conquista, el sultán, en un arrebato de ira, se quitó sus prendas holandesas, que tiró por la borda, y se vistió a la española. Tal vez en el último momento se hubiese dado cuenta de que no había hecho buen negocio aliándose con los holandeses.

 

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