Emilio de Miguel Calabia el 01 dic, 2024 (Advierto de que destripo la novela) Hay novelas que están bien escritas y sin embargo, cuando las leo, me dejan como insatisfecho. Me ocurrió con una novela que le ha gustado a todo el mundo como es “La fiesta del chivo” de Vargas-Llosa y ahora me a ocurrido con “At night we are dancers” del filipino R.M. Topacio Aplaon. Hay dos cosas en la novela que me han recordado mucho a “Joy” de Angelo R. Lacuesta, que comenté aquí el 24 de abril de 2024. La primera es la manera de construir la novela a base de pequeños capítulos colocados en desorden cronológico. Es una manera de narrar y, seguramente, una manera de narrar que exige menos esfuerzo al escritor, entre otras cosas porque le permite hacer saltos y omitir cosas que la relación lineal y cronológica no permite. Me explico: si narras la historia de manera lineal y cronológica, tienes que asegurarte de que los distintos eslabones estén bien trabados y en generar un crescendo. Contar a saltos te exime de lo anterior. Todo vale. Por cierto que aún contando la historia a saltos, el autor debería de tener un poco de cuidado con la cronología. En la novela el asesinato de la familia del protagonista, Tomás, ocurre en la víspera de la Nochebuena de 1984, cuando éste tiene 10 años y sus hermanas, doce y quince. Pues bien, sus padres se casaron en 1974. O bien se casaron de penalty, algo que no dice la novela, o bien el autor se ha hecho un lío con las fechas. Al lector habitual podrá parecerle un error menor, pero a mí no. Cuando me planteo una novela, siempre pienso en la cronología. Por ejemplo, la que estoy escribiendo ahora ocurre en 2011 y mi protagonista nació en 1973, o sea que tiene 38 años. La otra cosa que me ha recordado es su intensa filipinidad. Me explico. Ahora estoy leyendo “Bienvenidos al reino” del norteamericano-tailandés Nai Mardone. La novela transcurre en Bangkok y la ciudad y lo tailandés están muy bien descritos. En el caso de los novelistas filipinos la presencia de Filipinas y lo filipino es abrumadora, no es un mero escenario. Uno puede leer a Mardone sin haber puesto nunca los pies en Bangkok y apreciar la historia. En el caso de Topacio, hay muchas descripciones y referencias que el lector que no haya estado en Filipinas se perderá. Un ejemplo: “Los filipinos son la única raza que se baña tres veces al día y se limpia el agujero del culo con agua y jabón después de defecar. Pero consideran un acto muy sofisticado escupir y mear en la calle. Les obsesiona espolvorear sus cuerpos incluso con la colonia más barata, sólo para ser la ambrosía del mundo y deshacerse del olor a sobaco, pero todavía tiran su basura a ríos inocentes y tratan cada cuerpo de agua como un basurero, un retrete gigantesco que tiene una cadena automática añadida. Limpiar y barrer son sus pasiones, su talento más caro, un oficio digno de envidia y emulación…” La novela arranca con el asesinato atroz de su familia en vísperas de la Nochebuena de 1984. El padre es asesinado de manera dolorosa y la madre y las hermanas son torturadas y violadas, antes de ser asesinadas. Tomás sobrevive y a raíz de aquello se describe a sí mismo como un hombre enfadado. Tal vez éste sea el primer problema de la novela. Tomás es un hombre atormentado, solitario y misántropo, un hombre que quiere venganza. Centrar toda la novela en un personaje así, acaba por agotar al lector. Tomás se describe como alguien que no lee y al que no le interesan los libros. Pero sospecho que a Topacio sí que le interesan los libros y mucho. Pienso que es por eso que introduce al personaje Mario Rafael de Polano, un escritor frustrado que ha hecho de la literatura su pasión. Polano es un hombre escéptico, de vuelta de todo y al que la vida le interesa poco más allá de los libros. “… era un activista desilusionado y un novelista en apuros (…) Era el hombre más ambicioso que me haya encontrado. Pero no ambicioso de una manera codiciosa como los políticos que odiábamos. Tenía muchos sueños para el país y, después de años de desencantos, creía que los podría realizar por medio de la literatura, salvar el mundo por medio de sus novelas, que creo que siguen sin publicarse [la gran maldición del escritor de 2024. Todos estamos escribiendo y muy pocos publican]. Era el activista descorazonado arquetípico. En el transcurso de sus años universitarios, que llamaba su “era de transformación” o “horripilante metamorfosis”, aprendería las debilidades y pecados de sus amigos y mentores. Más tarde comprendería que era realmente difícil luchar por tu país, si no podías ni tan siquiera desmantelar tus propios demonios y en sus casos éstos eran sus celos, su orgullo, su ira y la ambición, cosas que hacen de cualquier hombre la criatura más peligrosa del universo.” La empatía que no llegué a sentir por Tomás, sí que la siento por Polano y me hubiera gustado que la novela se construyera en torno a él. Polano sale bastante en la novela y pienso que al autor le ha pasado como a mí. Como dije, la novela empieza con el asesinato de la familia de Tomás. Diez años después Tomás aceptará la invitación a entrar en un misterioso servicio clandestino, que se dedica a hacer justicia cuando la justicia filipina falla, ya sea por corrupción o por la influencia de políticos. A Tomás en concreto le toca hacer justicia con los violadores y aquí Topacio muestra tener gusto por el gore. Hay varias escenas en la novela bastante revulsivas. No transcribiré ninguna de ellas aquí. Hace años pude leer “American Psycho” con su manera un poco distanciada y casi humorística de tratar el gore. Me habré hecho mayor, pero no he podido con las escenas de gore de la novela. Mientras escribía esta entrada, me he dado cuenta de lo que hizo que la novela no me gustase a pesar de que está bien escrita: los saltos cronológicos sin sentido (realmente no había ninguna necesidad narrativa para ellos) y un protagonista con el que cuesta trabajo identificarse. Literatura Tags Literatura filipinaNai MardoneR.M. Topacio-Aplaon Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 01 dic, 2024