ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El tiempo es un sueño pop (y 3)

Emilio de Miguel Calabia el

A mediados de los ochenta, Terenci tocó fondo. La ruptura con Majó le había dado en plena línea de flotación y se empeñó en hacer del dolor del desamor un arte, pero un arte autocomplaciente y autocompasivo. Su entrada en la literatura en lengua castellana había pasado más bien desapercibida entre los santones literarios. El establishmente cultural catalán lo veía como un vendido, que se había pasado al castellano para tener más lectores y más beneficios, después de haberse labrado la fama inicialmente en catalán. Fue el encuentro con Fernando Lara y la editorial Planeta la que le sacaría del pantano. En 1986 consiguió el Premio Planeta por “No digas que fue un sueño”, una novela mediocre sobre Marco Antonio y Cleopatra.

Su obra literaria en los años siguientes tendrá dos ejes: Egipto (“El amargo don de la belleza”, “El sueño de Alejandría”, “La herida de la esfinge”) y el mundo del corazón (“Garras de Astracán”, “Mujercísimas”, “Chulas y famosas”). Son obras que se vendieron muy bien en su día, pero que no aportan nada y que nadie ha vuelto a leer tras la muerte de Moix. Fueron obras escritas para saldar deudas y para cubrir sus elevados gastos. Bonilla, que considera con razón que marcan el punto más bajo de Terenci como narrador, afirma que éste no era consciente de su ínfimo valor, sobre todo en el caso de la trilogía sobre el mundo del corazón, y creía que estaba siendo rompedor y escandaloso y agitando a la sociedad como en sus novelas de finales se los sesenta.

Yo creo que desde finales de los ochenta hace lo que seguramente hubiera hecho cualquier otro hijo de vecino que hubiese triunfado: vivir de las rentas y disfrutar. Yo me acuerdo sobre todo del Terenci de la RTVE. Tuvo entonces un programa de entrevistas buenísimo. Cuando estaba ante un entrevistado de altura, sabía dejar de lado su narcisismo exhibicionista y dejar que el entrevistado se explayase. Por ese programa pasaron personajes como Kirk Douglas, Carmen Martin Gaite, Concha Velasco o Javier Mariscal.

Por cierto, que en esos años dio un paso más en su ascenso: como los grandes escritores de antaño, tomó una secretaria personal, Inés González, a quien había conocido en su programa de televisión. Los nuevos ricos advenedizos generalmente se reconocen bien porque son muy agarrados, bien porque se mueren por los signos externos de riqueza. Terenci era todo lo contrario: un manirroto que gastaba el dinero con estilo en caprichos, como hacen los que han sido ricos toda la vida.

En los años 90 Terenci, como tantos escritores grandes y no tan grandes cuando cruzan la barrera de los 50 años, comenzó a escribir sus memorias. La vida,- o más bien sus pulmones nicotinizados-, le dio para escribir los tres primeros volúmenes. El primero, “El cine de los sábados”, lo había publicado en 1983. Los dos siguientes, “El beso de Peter Pan y “Extraño en el paraíso”, son de los 90. Hubo una cuarta parte con la que amagó, pero que nunca llegó a escribir, seguramente porque temía enfrentarse a ella: era la parte referida a su relación con Enric Majó. Sus memorias se leen bien y son ágiles y divertidas. Pero Bonilla advierte de que no podemos dar por cierto todo lo que escribe. Terenci era un fabulador nato, al que le cantaba epatar, sorprender y escandalizar. Los biógrafos que quieran utilizarlas para escribir la vida de Terenci, ya saben a lo que se exponen.

Muchos han considerado que las memorias de Terenci tal vez fueran lo mejor que escribió. Este comentario le molestaba mucho al propio Terenci y Bonilla lo explica de una manera muy interesante. Cuando escribes unas memorias que empequeñecen al resto de tu obra (casos de Rafael Cansinos Assens o de Eduardo Zamacois), eso quiere decir que eres un personaje muy interesante y un narrador medianejo. Curiosamente algunos de los mejores narradores dejan tras de sí memorias flojitas, como las de Pérez Galdós o las de Pío Baroja.

Los últimos años de su vida tienen mucho en común con los de otros escritores consagrados. Ya no tenía que buscar a los editores; éstos eran los que venían a él para encargarle libros. Sabían que era un valor seguro. Terenci vendía. En esos años, Terenci escribió a razón de un libro al año forzado por su tren de vida extravagante y demostró que arte y dinero son malos compañeros. Preocupado por las ganancias, no arriesgaba y se limitaba a componer productos que sabía que tendrían éxito en el mercado. No obstante, él mismo sabía que se había adocenado y que su calidad había bajado.

Terenci Moix murió en 2003. Uno de los juicios, aparte de los de Bonilla, más exactos sobre él fue el de Juan Ramón Iborra en “En busca de Terenci Moix”: “Él tiene algo de brillante y lúcido, sus cuentos son de lo mejor, pero luego entra en la espiral de los libros de cine, que son interesantes, pero que tampoco… y en las obras del tipo best seller, que están bien, pero con las que se impide a sí mismo hacer obras mejores, quizás obligado por la dinámica de la realidad y de su ritmo de vida, “tengo que ganar tanto y por lo tanto tengo que hacer tantos libros””.

Como no podía ser menos, he dedicado la entrada al personaje de Terenci Moix. Sin embargo, merece la pena hablar un poco de la biografía en sí. Juan Bonilla es un gran biógrafo y sabe prestar la atención debida al medio en el que se desenvolvió el biografiado y al análisis de su personalidad. El libro es formidable y si tuviera que quedarme con una sola cosa de él sería con la justeza de sus análisis de las obras de Terenci Moix. Bonilla es un gran crítico literario.

Juan Bonilla es algo más benévolo que yo sobre el valor literario de Terenci Moix. Piensa que fue un caso en el que el personaje se comió a la obra injustamente. Estoy de acuerdo con esa frase, pero le quitaría el adverbio “injustamente”. Bonilla tiene en gran estima literaria al Moix  de los inicios, vanguardista y arriesgado, que enarbolaba la bandera de lo pop y tiene una imaginación desbordante y delirante. Algo menos al Moix del final, adicto al best seller y a la novela histórica facilona. Admito que mi conocimiento de la obra de Terenci Moix es mucho más limitado que el de Bonilla, pero por lo que he leído de él, lo considero como un digno escritor de segunda fila.

 

 

Literatura

Tags

Emilio de Miguel Calabia el

Entradas más recientes