Emilio de Miguel Calabia el 27 feb, 2024 Recientemente participé en una tertulia que tenía como protagonista al finalista del Premio Planeta, Alfonso Goizueta. A mí siempre me ha parecido que lo fetén en el Premio Planeta es ser finalista. Nadie duda de los finalistas y de sus merecimientos. Ganarlo es harina de otro costal. Lo primero que sorprende con Goizueta es su vergonzante edad: 25 añitos. A esa edad muchos de sus coetáneos luchan por convertirse en influencers y presumen de no haber leído un libro en su vida. Goizueta no sólo se diferencia, sino que encima escribe bien y tiene amplios intereses; nada de estar a la última de cuáles son los últimos bares de moda en Madrid. La novela con la que ha sido finalista se llama “La sangre del padre”. Yo hasta ahora era un entusiasta de la trilogía de Mary Renault sobre Alejandro Magno, pero reconozco que me gusta más la visión de Goizueta. El Alejandro Magno de Mary Renault resulta demasiado perfecto. Es un hombre intrépido y visionario, un caudillo humano y valiente, al que sus hombres adoran porque es capaz de soportar las mismas penalidades que ellos y porque los trata con justicia y un sentido de fraternidad. El Alejandro Magno de Goizueta es un hombre que tiene una relación complicada con sus padres. Querría ser como su padre Filipo, que derrotó a las polis y unificó Grecia y estaba pensando en atacar el imperio persa cuando lo asesinaron. En la batalla de Queronea, el joven Alejandro hizo todo lo posible para que su padre se fijara en él. Ignoro si lo consiguió. Lo que sí hizo Filipo fue rodear a Alejandro de generales veteranos, por si resultaba que al niño no se le daban bien las artes de la guerra. La relación con Filipo aún era pasadera, si la comparamos con el Edipo que tenía con su madre Olimpia. Alejandro tuvo la educación que se dice que es ideal para producir hijos homosexuales. Filipo, una vez que hubo pegado el golpe de riñón que le aseguró un heredero con la quinta de sus esposas, no está claro cuánto se involucró con su hijo Alejandro. Sí, quiso que tuviera una educación esmerada y por eso le puso bajo la tutela de Aristóteles, pero ¿fue el modelo de padre ausente? No lo sé. Lo que sí sé es que Olimpia fue una madre dura y manipuladora y que Alejandro nunca llegó a superar el trauma de haberla tenido como madre. En determinado momento le diría: “Madre, muy caro me cobráis un alquiler de nueve meses”. La ironía histórica es que su rival Darío III también tenía una relación igual de complicada con su madre. Cuando Alejandro capture a Sisigambis, la madre de Darío III, desarrollará con ella una relación de respeto y cariño filial que Sisigambis reciprocará. Podría decirse que encontró en Sisigambis a una réplica de su madre, pero sin los traumas del pasado. Allá donde Mary Renault nos propone un Alejandro seguro de su misión y que no duda, Goizueta opta por un Alejandro más dubitativo, un Alejandro que se pregunta qué hacer con todo el poder que ha acumulado, que intuye que tal vez todo haya sido un empeño vacuo. Y esto nos lleva a la pregunta del millón: ¿qué habría hecho Alejandro al volver a Babilonia tras un periplo de 10 años? ¿Se habría tranquilizado y se habría entregado a la tarea de dar estabilidad y organizar el imperio que había conquistado o habría partido a nuevas campañas? Todo indica que lo segundo. De hecho ya había empezado a preparar una expedición para contornear la península arábiga y eventualmente conquistarla. Y otra pregunta del millón: ¿fue Alejandro asesinado? Las hipótesis sobre la causa de su muerte han sido muchas. Que muriera víctima del paludismo, de fiebres tifoideas o de otra enfermedad no resultaría excepcional. Alejandro siempre se había expuesto mucho en los combates y había recibido un sinfín de heridas. En una batalla había recibido un lanzazo en el pulmón que muchos historiadores consideran que debió de haber debilitado bastante a su organismo. Por otra parte, como buen líder macedonio, Alejandro bebía mucho en los festejos. Debía de tener el hígado en un estado bastante curioso. Pero también había quienes tenían ganas de ver muerto a Alejandro. Unos que tienen muchos números para haberlo envenenado son Antípatro y su hijo Casandro. Antípatro había gobernado Grecia en ausencia de Alejandro y se había enemistado con Olimpia, quien se había tenido que exiliar. Alejandró ordenó a Antipatro que acudiese a Babilonia a rendir cuentas, pero Antípatro se negó. Sabía que podía ser destituido por malas prácticas o cosas peores. Mandó en su lugar a su hijo Casandro. Ahí tenemos a alguien con un buen motivo para querer ver muerto a Alejandro. Y podríamos añadir a los que discrepaban de sus políticas orientalizantes y a quienes pensaban que se estaba convirtiendo en un déspota oriental. Quienes se inclinan por la hipótesis del envenenamiento, creen que pudo producirse en el banquete que le ofreció su amigo Medio de Larisa. Justo a los siete días cayó enfermo. Le pregunté a Goizueta por algo que siempre me ha sorprendido, que es la decisión de Alejandro de regresar de la India con la mayor parte del Ejército por la parte más inhóspita, el desierto de Gedrosia. Hay tres posibles motivos que no se contradicen entre sí: 1) Ésa era la ruta que había intentado seguir Ciro el Grande. Para el mitómano que era Alejandro, triunfar allá donde Ciro había fracasado era irresistible; 2) La curiosidad geográfica de Alejandro era insaciable y la posibilidad de explorar un área incógnita hasta entonces era demasiado tentadora; 3) Alejandro quería castigar a su Ejército que se había plantado en el río Beas y no había querido seguir más adelante. Mary Renault presenta a un Alejandro arrepentido de haber metido a sus hombres en esa aventura y compartiendo los sufrimientos con ellos. Es posible que lo del arrepentimiento fuese real. Se discute el número de soldados macedonios que murieron en esa travesía absurda. La cifra más repetida es entre 12.000 y 15.000. Como dije, Goizueta desmonta la visión idílica que Mary Renault nos vende sobre Alejandro. Un punto donde también me sorprendió es el referente a Bagoas, el bailarín persa eunuco que fue amante de Alejandro. Mary Renault le dedica el segundo volumen de la trilogía, “El muchacho persa”. En ella Renault presenta a Bagoas como un hombre noble, que se enamora sinceramente de Alejandro, que es consciente de su posición y que no quiere aprovecharse de su situación. Goizueta nos lo presenta como una presencia ominosa al lado de Alejandro, un personaje que en toda la novela no habla, pero que ejerce una influencia siniestra sobre Alejandro. Salí de la tertulia entusiasmado y esperando con impaciencia la próxima novela de Goizueta. Literatura Tags Alejandro MagnoAlfonso GoizuetaAntípatroBagoasBatalla de QueroneaCasandroDario IIIFilipo II de MacedoniaMary RenaultOlimpiaPremio PlanetaSisigambis Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 27 feb, 2024