Emilio de Miguel Calabia el 04 may, 2023 El libro del que más he aprendido sobre Afganistán no lo escribió un politólogo o un experto en relaciones internacionales. Lo escribió un antropólogo, Thomas Barfield. Barfield viajó a Afganistán a comienzos de los 70, cuando en el país convivían la Edad Media en el campo y una modernidad exótica e inocente en las ciudades. Era un Afganistán en el que era posible viajar sin miedo y con plena seguridad. Barfield se enamoró del país y de sus gentes, algo que he visto que les ha ocurrido a muchos de los que han pasado por allí, incluso en los últimos y complicados años. Para entender qué es Afganistán y cómo funciona, la primero es considerar sus etnias y su geografía. Afganistán se caracteriza por su fragmentación étnica. La lealtad del individuo se dirige primero hacia su clan/etnia. El término etnia aplicado a Afganistán no es un término unívoco y en ocasiones su determinación puede depender de factores locales. A menudo, gente que comparte el mismo territorio puede mostrar más solidaridad con sus vecinos que con la etnia mayor a la que supuestamente pertenece. Asimismo resulta imposible elaborar un mapa que delimite claramente las etnias, tal es el grado de solapamientos que hay. Tal vez la clasificación más útil de las etnias del país sea la que distingue entre grupos tribales y no-tribales. Los primeros remontan su origen a un antepasado original más o menos mítico; los linajes son muy dúctiles y se pueden manipular en función de los intereses políticos del momento. Las etnias no-tribales mantienen una identidad común y se distinguen más por su lugar de residencia. Los pashtunes son la mayor etnia del país y muchos de ellos residen al otro lado de la frontera con Pakistán. Se identifican a sí mismo por su idioma, el pashto, y por su código de conducta. Están divididos en gran número de linajes que se agrupan en cuatro principales: los durrani, los ghilzais, los gurghusht y los karlanri. En segundo lugar vienen los tayikos, de lengua persa y religión sunní. Menos cohesionados que los pashtunes, representan la mayor parte de la población urbana de Kabul, Herat y Mazar. Los hazaras son la tercera etnia en tamaño y siguen el islam shií. Han sido víctimas tradicionales de los prejuicios por sus creencias y generalmente se han visto relegados a los más bajo de la escala social. En cuarto lugar, por orden de importancia numérica, vienen uzbekos y turkmenos, que residen principalmente en el norte del país. Hay más etnias, pero las señaladas son las principales. Geográficamente el país se divide netamente en las siguientes regiones: Herat en el oeste, Qandahar en el sur, Mazar-i-sharif (Balj) en el norte y el eje Kabul-Peshawar en el este. Cada región está definida por su ciudad principal. Peshawar y lo que es hoy la Provincia Fronteriza del Noroeste pakistaní es una parte amputada del país. Los afganos aún no han terminado de aceptar la imposición por parte de los británicos de la Línea Durand en 1893; esta Línea dividió a los pashtunes entre Afganistán y lo que era entonces la India británica. Hay una tendencia a pensar que Afganistán es lo que queda cuando descuentas lo que es el mundo iranio, el Asia Central irania y túrquica, y el Subcontinente Indio, una suerte de limbo. Nada podría estar más equivocado. Afganistán pertenece al mundo turco-iranio que se encuentra y se solapa en Asia Central. Afganistán ha sido parte de imperios como el aqueménida o el ghaznavi, ha sido un territorio fronterizo contestado entre mogoles, safavidas y uzbekos, ha sido la patria desde la que los mogoles partieron para conquistar la India, y ha sido el núcleo del imperio durrani, que en tre la segunda mitad del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX controló Afganistán, buena parte del actual Pakistán, el noreste del actual Irán y partes de Asia Central. Para entender el Afganistán moderno es preciso ver cuál era el concepto de estatalidad en el mundo turco-persa. La práctica de estos Estados era gobernar directamente las partes más rentables y mantener una soberanía nominal sobre el resto del territorio. Si los habitantes de esas partes no-rentables creaban problemas, en función de las circunstancias los gobernantes recurrían bien al palo (ataques punitivos, embargos comerciales), bien a la zanahoria (alianzas, subsidios). Una consecuencia es que las fronteras no estaban claramente definidas; podía haber territorios que no eran controlados efectivamente por ningún Estado. Otra consecuencia es que estando las zonas útiles del país separadas por montañas y desiertos, resultaba muy difícil hacer del mismo un conjunto coherente. Las guerras en el mundo turco-persa eran entre élites. El vencedor a menudo se conformaba con el reconocimiento de su soberanía, con lo que podía aceptar que el perdedor siguiese gobernando sus tierras, siempre que le reconociese como su señor y le entregase un tributo. El reconocimiento de la soberanía de un rey se efectuaba mediante la lectura en su nombre del sermón del viernes en la mezquita principal. Otro elemento para marcar la soberanía era la acuñación de monedas. Un rey que hubiese afianzado su poder mediante esos dos elementos, se veía beneficiado por el temor del pensamiento político islámico a la “fitna”, la secesión, la guerra civil. En todos estos juegos de poder, la población no contaba para nada. Sólo determinados grupos, sancionados por el peso de la Historia, tenían derecho a gobernar. La clave para un príncipe exitoso era ganar batallas y concertar las alianzas adecuadas. Las tradiciones turco-mongolas eran jerárquicas y una vez que una dinastía se afirmaba, se volvía hereditaria y era raro que fuese desafiada por sus súbditos. Sólo otra élite dinástica podía desafiarla con posibilidades de éxito. Con el tiempo, los turco-mongoles reemplazaron sus ejércitos temporales compuestos por los guerreros tribales por ejércitos profesionales y mercenarios. Conscientes de sus carencias como administradores, los reyes turco-mongoles confiaron la administración de sus estados a letrados persófonos con experiencia en la materia. Historia Tags AfganistánPashtunesThomas Barfield Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 04 may, 2023