Emilio de Miguel Calabia el 01 dic, 2021 (La última gran misión de Holbrooke: conseguir la paz en Afganistán) Cuando en 1981 la Administración Reagan llegó al poder, Holbrooke, al igual que había hecho cuando Nixon tomó posesión, dejó el Departamento de Estado. Holbrooke era fieramente demócrata y como tal, sabía que en una Administración republicana no se iba a comer un colín. Mejor dar un salto al sector privado. En contra de lo que hubiera cabido esperar, le costó engarzar con la Administración demócrata de Bill Clinton; apenas tenía contactos en su entorno. Para toda la ambición que tenía, su intuición para apostar a caballo ganador era muy pobre. Frustrado tuvo que ver cómo viejos amigos suyos se iban colocando, mientras que él se quedaba a la intemperie. Finalmente tuvo la suerte de que su amigo Strobe Talbott fuera nombrado Vicesecretario de Estado y así pudo regresar a la diplomacia por la puerta grande. Holbrooke fue designado Embajador en Berlin en 1993. En aquellos momentos se trataba de un puesto de mucha responsabilidad. Alemania acababa de reunificarse y, tras el fin de la URSS, Europa se estaba remodelando. Fue un puesto en el que Holbrooke se cubrió de gloria, y no lo digo irónicamente. Organizó la exitosa visita de Clinton a Alemania de 1994. Presionó con éxito por la ampliación de la OTAN a Europa oriental; otra cosa es si se trató de una buena idea. Tuvo la idea de crear un centro de intercambio cultural entre Berlin y EEUU. Ese centro fue la Academia Americana en Berlin, que se ha convertido en uno de los principales lazos de diplomacia pública entre EEUU y Alemania. De Alemania pasó a ocupar el puesto de Asistente al Secretario de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos. En 1995 el Presidente Clinton andaba buscando quién podría encabezar el equipo negociador norteamericano para tratar de encontrar la paz en la antigua Yugoslavia. Holbrooke se moría de ganas por el puesto. Había dado muchas vueltas a la cuestión de la guerra en Yugoslavia y tenía una visión de conjunto que pocos más tenían. De pronto se encontraba con unas negociaciones sobre el tema más candente del momento, igual que en 1968, con la diferencia de que ahora podría encabezar el equipo norteamericano y no quería perderse la oportunidad. Pocas veces en la vida se presentan ocasiones como ésta de mostrar lo que has aprendido en un escenario tan difícil como vistoso. Muchos en la Administración Clinton no lo acababan de ver. Pero la pesadez de Holbrooke acabó imponiéndose. El entonces Secretario de Estado Warren Christopher lo explicó de esta manera: “Las mismas cualidades por las que a veces era criticado- agresividad, interacción maleducada con los adversarios, una inclinación a cultivar a los medios- eran exactamente lo que la situación requería.” En otras palabras, si los presidentes de Serbia, Croacia y Bosnia eran unos cabrones obstinados, EEUU les enfrentaría a su propio cabrón obstinado. La historia de las negociaciones que condujeron a los Acuerdos de Paz de Dayton, la ha contado de manera muy amena el propio Holbrooke en “Para terminar una guerra”. Es un libro muy recomendable. Combina Historia y política, reflexiones y anécdotas personales de una manera muy atractiva y cuenta todos los entresijos de forma muy entretenida. Como cualquier practicante de las relaciones internacionales con experiencia, Holbrooke es muy consciente de cómo la política doméstica y la burocracia en la capital pueden influir sobre la labor del diplomático. Hay un párrafo del libro que me gusta mucho y que merece la pena leer a la vista de la debacle de Afganistán: “EEUU ha sobrevivido a un gobierno dividido entre el Poder Ejecutivo y el Congreso durante la mayor parte de las dos últimas décadas. Pero un sistema burocrático hinchado y una lucha prolongada entre los dos Poderes han erosionado mucha de la capacidad de Washington para adoptar una acción decisiva en los asuntos exteriores y ha reducido nuestra presencia justo cuando el abanico de nuestros intereses ha aumentado. EEUU sigue reduciendo los recursos destinados a los asuntos internacionales, a pesar de que grandes partes del planeta y temas nuevos que antes caían fuera de su área de implicación directa cobran una nueva importancia… Uno no puede tener una política económica global sin una visión política y estratégica que la acompañen.” Los Acuerdos de Paz de Dayton fueron la cúspide de la carrera de Holbrooke, su momento de gloria. Los dioses griegos solían castigar a los hombres cuando habían alcanzado la cumbre y se ensorbebecían. Algo así le pasó a Holbrooke, que conoció dos de sus mayores fracasos justo después de haber alcanzado la gloria en Dayton. El primero fue el Premio Nóbel de la Paz. Holbrooke había sido nominado para el Premio Nóbel de la Paz de 1996 por su papel en los Acuerdos de Dayton. Muchos pensaban que se lo merecía y que hay personas con muchos menos méritos que se lo han llevado. Sin embargo, no fue para él. Una historia que he leído, pero que no he podido corroborar, es que que hizo tanto lobby y tan áspero para que se lo dieran, que él solito se pegó un tiro en el pie. Ese año el Premio Nóbel de la Paz fue para los timoreños José Ramos Horta y Carlos Ximenes Belo. ¿Justicia poética? Su segunda decepción, tal vez mayor incluso que la del Premio Nóbel, fue que Clinton pasó de él a la hora de nombrar Secretario de Estado. Prefirió a la sólida y previsible Madeleine Albright, antes que al inflamable e imprevisible Holbrooke. Aparte de su carácter y su fama, seguramente influyó en su contra el Asesor de Seguridad Nacional, Anthony Lake, un viejo amigo suyo de los tiempos de Vietnam. Bueno, amigo hasta que Holbrooke sedujo a su esposa. Hay amistades que se han roto por mucho menos que eso. Holbrooke tuvo que conformarse con el puesto de Embajador de EEUU ante la ONU, un puesto por el que muchos diplomáticos habrían dado un brazo y que habrían visto como el broche de su carrera. El puesto de Embajador ante NNUU es uno de los puestos de mayor responsabilidad en la diplomacia, especialmente si representas a uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Todos los conflictos importantes, todos los temas candentes de la agenda global, pasan por tus manos. No paras de codearte con gente que sale un día sí y otro también en los titulares. Eso sí, te tienen que gustar el estrés, las negociaciones aburridas y que se alargan, y has de estar dispuesto a trabajar 25 horas al día si hace falta. Holbrooke fue un buen Embajador ante NNUU. Negoció satisfactoriamente la disputa por los 900 millones de dólares en atrasos que EEUU debía a la Organización. Se involucró en la lucha contra el VIH/Sida, siendo la primera vez que NNUU trataba un problema de salud pública como una cuestión de seguridad global. Se mostró activo en cuestiones africanas, acusando a la comunidad internacional de prestar menos atención a los conflictos, cuando ocurrían en África. Tomó una postura constructiva y fuerte en la cuestión de Timor Este. Tal vez fuera mala conciencia por el viaje que realizó a Yakarta 23 años años antes. Asimismo fue activo en cuestiones de refugiados. Historia Tags Acuerdos de Paz de DaytonBill ClintonPolítica exterior de EEUURichard Holbrooke Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 01 dic, 2021