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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Pakistán. Entre la mezquita y el Ejército (3)

Emilio de Miguel Calabia el

(Zulfikar Ali Bhutto. La oportunidad desaprovechada para que los civiles hubieran recuperado la primacía)

La campaña electoral de 1970 fue conflictiva. En ella los activistas islamistas, incitados por los servicios de inteligencia, se mostraron muy activos y atacaron tanto al PPP como a la Liga Awami. Los militares estaban tan seguros de sí mismos que no supieron anticipar lo que se les venía encima. La Liga Awami barrió en Bangladesh con más del 72% del voto popular y conquistó 167 de los 313 escaños de la Asamblea Nacional. En Pakistán occidental el PPP se hizo con 81 de los 138 escaños en liza. Los partidos islamistas obtuvieron resultados pobres. Yahya Jan no estaba dispuesto a respetar lo que indicaban los resultados: que los pakistaníes querían mayor descentralización, que los habitantes del Pakistán oriental tenían que tener más peso en la toma de decisiones políticas y que el Islam no era un factor de movilización política tan fuerte como habían pensado.

Yahya Jan postpuso la convocatoria de la Asamblea Constituyente. Parece que Bhutto se lo había sugerido, ya que no quería que se convocase antes de que el PPP y la Liga Awami se hubiesen puesto de acuerdo sobre los principios de la futura Constitución. Bhutto representaba la opinión de la élite de Pakistán occidental: no se podía permitir que los bengalíes dominasen el Estado, algo que hubieran podido hacer porque eran más numerosos.

El 1 de marzo de 1971 Yahya Jan anunció el retraso indefinido de la convocatoria de la Asamblea Constituyente. La Liga Awami respondió con un llamamiento a la desobediencia civil, que hizo que el gobierno central perdiera el control sobre la región. Lentamente el movimiento de desobediencia civil fue dando paso a un movimiento de secesión. La decisión de intervenir militarmente fue tomada por la cúpula militar, por altos oficiales que no conocían Pakistán oriental y que pensaban que la reimposición de la ley marcial resolvería la situación. Los oficiales que habían estados destinados en Pakistán oriental sabían que el apoyo a las reivindicaciones bengalíes tenía un apoyo masivo y que la fuerza no resolvería nada, pero no fueron escuchados.

El intento de controlar Pakistán oriental por la fuerza acabó llevando a la guerra de independencia de Bangladesh, a las masacres cometidas por el Ejército y finalmente a la independencia del nuevo país en buena medida gracias al apoyo indio. EEUU optó en esta crisis por mirar a otro lado. El aliado pakistaní, que además había facilitado los primeros contactos entre EEUU y China que acabarían conduciendo a la histórica visita de Nixon a Pekín, era demasiado importante como para echarle en cara unos muertos más o menos. Irónicamente ese apoyo norteamericano hizo que los militares pakistaníes se volvieran en exceso confiados y no advirtieran que la única solución posible era la política y que debían comenzar a negociar tanto con los bangladeshíes como con la India.

La secesión de Bangladesh y la derrota frente a la India en 1971 representaron un trauma mayor para Pakistán. El prestigio del Ejército estaba por los suelos y el Islam había mostrado no ser tan cohesionador como se pretendía, ya que no había conseguido mantener a Pakistán oriental dentro del Estado. También EEUU se había mostrado como un aliado insuficiente, ya que no había ayudado a mantener un Pakistán unido. Esto último no era una crítica justa, toda vez que EEUU había mantenido una postura pro-pakistaní en NNUU y había mirado para otro lado ante las masacres en Bangladesh. Aunque intentó mantenerse en el poder, la debacle había sido tal que Yahya Jan se vio obligado a transmitir el poder a un civil, Zulfikar Ali Bhutto. En esta transferencia de poder jugaron un papel los servicios de inteligencia, el ISI, cuyo objetivo último era mantener la primacía de las FFAA y vieron que sólo un líder político carismático como Bhutto sería capaz de afrontar la situación y de desviar las críticas al Ejército que, en última instancia, había sido el gran responsable de la catástrofe.

A toro pasado resulta fácil ver que a Bhutto le faltaron bien la perspicacia, bien los arrestos, bien ambos, para llevar a Pakistán por nuevos derroteros. Bhutto era secular y socialista, pero no logró eliminar la ideología del Pakistán islámico y reemplazarla por el nacionalismo como cemento del país. No redujo el papel del ISI, ni redujo el presupuesto destinado a defensa, aduciendo la excusa de la amenaza india. Incluso ocultó el informe de la comisión de investigación sobre la pérdida de Bangladesh, que no dejaba en buen lugar al Ejército pakistaní y a sus generales y les hubiera desprestigiado.

Bhutto creó un régimen populista y autoritario. Lentamente fue arrumbando al ala izquierdista de su partido y sustituyó a sus miembros en el gobierno por personalidades del establishment civil y militar. En el proceso fue inclinándose hacia el conservadurismo religioso y revitalizó la idea de un Pakistán con unas profundas raíces islámicas. Nacionalizó los bancos y algunos sectores de la industria, ganándose la enemistad jurada de diversos grupos económicos. Bhutto cometió muchos errores, pero no puede negarse que hizo muchas cosas buenas por el país y que lo reforzó en los años que estuvo en el poder.

De los errores que cometió, el peor, sin duda, fue el nombramiento del general Zia-ul-Haq como comandante en jefe del Ejército. Zia ul-Haq era un musulmán muy practicante, pío e intransigente en lo religioso, que sin embargo transmitía una imagen de suavidad. No parecía un hombre con los arrestos para amenazar a la autoridad civil, además procedía de un clan que tradicionalmente no se había llevado bien con los pashtunes y los rajputs que eran la mayoría en las FFAA. Desde el inicio, Zia ul-Haq emprendió una política de islamización del Ejército. Cambió su divisa por la de “Fe, Piedad y Yihad por la causa de Dios”. Distribuyó libros con la obra de Maududi. Incluyó la educación religiosa en la formación de los reclutas así como la oración en todas las categorías.

Bhutto comenzó a plantearse celebrar elecciones para legitimar su poder. El ISI apoyó la idea con entusiasmo. En octubre de 1976 le hizo llegar un memorando que sugería que estaba en la cima de su popularidad y que barrería frente a una oposición dividida. Le aseguraba que conseguiría entre el 75 y el 80% de los votos. A la vista de lo que ocurrió después, Bhutto diría que el ISI le había tendido una trampa. No es implausible.

Los resultados electorales no tuvieron nada que ver con lo que había prometido el ISI. Los partidos seculares se unieron a los religiosos en la Alianza Nacional de Pakistán (PNA en inglés), un movimiento que el ISI había considerado imposible. Aunque Bhutto tenía muchos logros que mostrar, se había granjeado muchos enemigos: los empresarios cuyas empresas y bancos nacionalizó, los izquierdistas que estaban desilusionados por su acercamiento a la élite terrateniente, los partidos islámicos que le consideraban un mal musulmán. En vísperas de las elecciones resultaba evidente que el resultado final estaría muy ajustado. Los resultados finalmente fueron 155 escaños y el 58,1% de los votos para el PPP y 36 escaños y el 35,4% de los votos para la PNA. La PNA contestó los resultados; sin duda hubo irregularidades, pero resulta difícil determinar su importancia. La cuestión fue que Bhutto perdió su legitimidad.

Las post-elecciones fueron caóticas, pero para comienzos de julio parecía que los islamistas y Bhutto podrían llegar a un acuerdo para convocar nuevas elecciones. Ése fue el momento elegido por los militares para dar un golpe de Estado el 5 de julio de 1977. Zia ul-Haq aseguró que no tenía ambiciones de poder y que sólo pretendía organizar unas elecciones limpias. No sé si alguien le creyó. Los que se mostraron escépticos no se verían luego decepcionados.

 

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