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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Nixon en China (1)

Emilio de Miguel Calabia el

Uno de los momentos geopolíticos clave del siglo XX sucedió el 21 de febrero de 1972. Ese día, después de preparativos muy secretos e intensos, el presidente Richard Nixon aterrizó en Shanghai e inició una visita de una semana a la República Popular China, que cambiaría los parámetros de la Guerra Fría. De pronto la URSS se encontró con que su antiguo conmilitón, China, se había aliado con su archienemigo, EEUU.

Este momento clave de las relaciones internacionales del siglo XX lo hemos visto tradicionalmente desde la perspectiva norteamericana. Al que le interese esa perspectiva, tiene el excelente “China” de Henry Kissinger, que cuenta los preparativos de la visita y lo que vino después con el estilo preclaro que le caracteriza. Pero, ¿cómo se vivió esa visita desde el lado chino? Y, más importante aún, ¿por qué China decidió dar ese paso?

Para entenderlo hay que tener en cuenta tres factores: la coyuntura interna, la coyuntura externa y Mao Zedong.

Empecemos con la coyuntura interna. En febrero de 1958 Mao había lanzado el Gran Salto Adelante, que pretendía pasar de una economía eminentemente agraria a una industrializada y que China diera el salto del socialismo al comunismo. El Gran Salto concordaba muy bien con la personalidad de Mao: voluntarista y convencido de que el espíritu revolucionario podía con todo. El Gran Salto, que se basaba en fórmulas económicas estalinistas, debía de servir también para darle en la cresta al desestalinizador Jrushchov, mostrándole la validez del modelo estalinista y la superioridad de China.

El Gran Salto Adelante representó un fracaso clamoroso, por no decir un fracaso criminal. En la séptima sesión plenaria del VIII Comité Central, celebrada en abril de 1959, se produjeron las primeras críticas al Gran Salto Adelante. El malestar estalló en la Conferencia de Lushan de julio-agosto de 1959. El resultado de la crisis fue que se confinó a Mao al papel de reina madre: vistoso, pero sin poder efectivo. ¿Por qué no se optó por descabalgarlo? Eran ya muchos años de culto a la personalidad de Mao, el cual seguía disfrutando de un gran prestigio y de apoyos en el seno del PCCh. Cuestionarlo a esas alturas podía ser casi como cuestionar la revolución… En resumen, no hubo huevos.

Desde muy pronto Mao, que era un táctico brillante, comenzó a complotar para preparar la recuperación del poder. La Revolución Cultural fue su herramienta. Hacer una lectura desapasionada de la Revolución Cultural es dificilísimo. Por un lado, fue el útil que empleó para deshacerse de aquéllos que se le habían opuesto en Lushan, acusándolos de revisionistas y pequeño-burgueses. Por otro, respondía a un tema muy caro a Mao: la idea de la revolución permanente y de que la fe revolucionaria podía con todo. Otro aspecto no desdeñable fue desviar el malestar que existía entre las generaciones jóvenes después de 17 años de República Popular, hacía otras causas.

La Revolución Cultural conoció tantos avatares que resulta difícil seguir qué fue lo que pasó. Recientemente leí “The World Turned Upside Down” de Yang Jisheng, que vivió esos años en primera persona, y había tantos árboles que no vi nunca el bosque y no lo digo como crítica a él, sino como descripción de lo difícil que resulta dar en pocas palabras una imagen de la Revolución Cultural.

Trataré de señalar los principales hitos:

1) La prehistoria. Desde 1962 Mao se había sentido preterido y no perdió ninguna ocasión para hacerlo saber. En septiembre de 1962 pronunció un discurso ante la décima sesión plenaria del VIII Comité Central en el que ya abordó algunos de los temas clave de lo que sería la Revolución Cultural: la formación revolucionaria de la juventud para impedir una recaída del país en el capitalismo; el inmovilismo de los cuadros y el instinto de propiedad de los campesinos, que frenan la implantación del socialismo; la cultura, que está monopolizada por los intelectuales que son refractarios a los ideales socialistas. La burocracia se ocupó de que estas propuestas no llegasen a ninguna parte.

Mao no se rindió. Al año siguiente lanzó el Movimiento de la Educación Socialista, también conocido como las Cuatro Limpiezas (política, economía, organización e ideología). Purgas sería un nombre más adecuado. El objetivo era destruir a los capitalistas infiltrados que habían conseguido poder en el Partido. Bueno, ese era el objetivo oficial. El real era destruir a Liu Shaoqi, que le había derrotado en la Conferencia de Lushan y desde entonces había acumulado mucho poder dentro del PCCh.

2) Calentando motores.

El acontecimiento que proporcionó a Mao la excusa para lanzar la Revolución Cultural fue la ópera “Hui Rui cesado en su trabajo” de Wu Han. La ópera cuenta la historia de un ministro de la dinastía Ming, Hui Rui, que no temió oponerse al emperador, defendiendo a los campesinos de las confiscaciones injustas de tierras. La obra tenía dos lecturas y ninguna era buena para Mao. Podía leerse como una crítica a un emperador todopoderoso, que necesitaba ser refrenado. También cabía leerla como una crítica a las comunas campesinas que Mao había promocionado durante el Gran Salto Adelante.

La esposa de Mao, Jiang Qing, y su aliado Zhang Chunqiao encargaron a Yao Wenyuan que escribiera un artículo atacando la obra. El alcalde de Pekin, Peng Zhen, trató de proteger a Wu Han, no habiendo comprendido al principio el objetivo real del ataque y que Mao estaba detrás, y creyéndose más fuerte de lo que era. Terminó purgado. Por las mismas fechas también fueron purgados bajo la acusación de desviacionismo burgués el Ministro de Cultura Lu Dingyin, el Jefe del Alto Mando Luo Ruiqing y el Secretario General de la Comisión Militar Central Yang Shangkun. Estas purgas tuvieron como objeto deshacerse de obstáculos importantes antes de lanzar la Revolución Cultural.

 

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