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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Nicolás II. Los diarios del exilio

Emilio de Miguel Calabia el

Nicolás II había nacido para ser un probo padre de familia burgués. Le imagino trabajando en una aseguradora de 9 a 5, para luego regresar al hogar y reencontrarse con su amada esposa y sus cinco hijos. Seguramente Nicolás II habría preferido ese tipo de vida a ser Zar de todas las Rusias.

Los diarios de sus últimos diecisiete meses de vida comienzan el 6 de marzo de 1917, cuatro días después de su abdicación, y se continúan con carácter casi diario hasta el 13 de julio de 1918, tres días antes de su asesinato. Los diarios son históricamente mucho menos interesantes de lo que uno se habría esperado. Nicolas era un hombre sin ambiciones y más bien simple, que prefería la reclusión de la vida en familia a los saraos sociales, lo que está muy bien si eres un contable, pero resulta más complicado si eres el Zar de todas las Rusias. Muy a tono con su carácter y sus intereses reales, cuando vio que le forzaban a abdicar, pasada la ira del inicio, dijo: “Bien, gracias a Dios. Me iré a Livadia. Si la gente lo quiere, abdicaré y me retiraré a Livadia, a mi jardín. Amo las flores.” Entre eso y que en su confinamiento le llegaban pocas noticias del mundo de fuera, hay muy pocos comentarios sobre la situación política del país en aquellos momentos. Tampoco traen demasiadas referencias sobre el pasado. No parece que le interesase mucho al ex-Zar.

Los temas de interés del ex-Zar en sus diarios son restringidos. El principal es su familia. Casi cada día relata lo que hicieron, cómo se acompañaron unos a otros, las preocupaciones que compartieron… “Desde las doce hasta la cena, le impartí a Alexis lecciones de geografía. Di un paseo y trabajé con Tatiana” (17 de abril de 1917). “Desde las doce hasta la cena, me senté con Alexis y le impartí una leccion de Historia. Durante el día di un paseo con él y con Tatiana. Por primera vez toda la familia comió a la misma mesa. Olga y María fueron las últimas en ponerse buenas” (19 de abril de 1917). “La querida María hoy ha cumplido 18 años. Durante la mañana paseé con todos los niños; dimos una vuelta alrededor del parque” (14 de junio de 1917) “Hoy nuestro querido Alexis cumplió 13 años. Ojalá que Dios le dé salud, paciencia, fuerza de espíritu y de cuerpo en los tiempos difíciles que se avecinan” (30 de julio de 1917). Podría continuar, pero todas las entradas son así: rutinarias y poco interesantes, reflejando tanto su carácter como la monotonía del confinamiento al que estaban sometidos.

Aparte de sus hijos, a los que quería con delirio, la principal influencia en su vida fue su mujer, Alix. Alexandra era la hija menor del Gran Duque de Hesse. Alexandra tenía la fortaleza de carácter y de voluntad que a Nicolás le faltaba. Nicolás lo sabía y tendía a seguirla en todo lo que le decía. La historia de Nicolás y Alexandra me recuerda mucho a la de Luis XVI y María Antonieta. Ambos se casaron con mujeres extranjeras más inteligentes y con más carácter que ellos. La vida conyugal fue perfecta; en ambos casos los cónyuges se amaron con locura. Sin embargo, ambas mujeres fueron lastres políticos para sus maridos y en parte ayudaron a su caída.

Alexandra tuvo un mal recibimiento en Rusia y nunca lo superó. No hizo ningún esfuerzo por ganarse la simpatía de la corte. Nicolás era tímido, reservado y poco sociable. Alexandra reforzó esas características. A ambos esposos les gustaba pasar las veladas haciéndose mutuamente compañía. Eso está muy bien si uno es el contable de una pequeña empresa, pero está mucho menos bien si es el Zar de todas las Rusias. Un monarca tiene que estar siempre dispuesto a mezclarse con sus súbditos y a pasar muchas noches en cenas y recepciones, testando el ambiente, haciéndose querer por sus cortesanos y husmeando las últimas intrigas. A Nicolás su padre Alejandro III le había metido el conservadurismo en vena; eso, unido a su pobre educación y a su falta de curiosidad intelectual, hicieron que Nicolás II estuviera más preparado para gobernar un Estado autocrático decimonónico que un Estado que se estaba modernizando de manera convulsa en el siglo XX. Alexandra, que compartía el mismo conservadurismo, fue una mala influencia, por cuanto, cada vez que había que optar entre dos alternativas, ella optaba por la vía más conservadora e impopular. Algunos historiadores especulan que sin la influencia de Alexandra Nicolás habría podido evolucionar hasta convertirse en un monarca constitucional, lo que acaso habría podido salvar el Trono.

El diario recoge ocasionalmente referencias amorosas a Alix, pero su presencia es mucho menor que la de sus hijos. Da la impresión de que durante el confinamiento, Alix optó por hacer vida enclaustrada y salir poco. No teniendo el carácter resignado de su esposo, debió de llevar las cosas bastante peor. “Celebramos tranquilamente nuestro 23º aniversario de boda” (8 de abril de 1917). “El cumpleaños de mi querida Alix. Ojalá Dios le conceda salud y un espíritu en paz. Antes de la misa todos los sirvientes le ofrecieron sus felicitaciones. Tomamos el desayuno arriba como de costumbre. Durante el dia Alix salió con nosotros al jardín” (25 de mayo de 1917).

Una de las constantes en los diarios es la presencia de la religión. Nicolás II era muy religioso y supersticioso. Era dado a creer en cualquier sicofante que se le presentase alegando poseer poderes milagrosos. Su mujer le seguía en celo religioso y en cuanto a superstición incluso le superaba. Todo el episodio de Rasputín lo causó Alexandra, que creía ciegamente en él. Nicolás desconfiaba algo, pero se dejaba hacer por su mujer. Nicolás creía que estaba en manos de Dios, lo que le llevaba a aceptar las desgracias con resignación. Esto es positivo para cualquier persona ordinaria, pero no sé si es lo más adecuado para un autócrata. De hecho, en los últimos tiempos de su reinado, cuando todo se desmoronaba a su alrededor, Nicolás poco más hizo que ponerse en las manos de Dios.

La asistencia a misa es constantemente referida en los diarios y se ve que servía de gran consuelo a la familia del Zar. Cualquier acontecimiento de carácter religioso era recogido cuidadosamente por Nicolás. “La mañana estuvo encapotada, pero el tiempo era cálido. Al final de la misa, Belyaev, como de costumbre, nos dijo palabras notables y verdaderas de la experiencia con Cristo (16 de julio de 1917). “Fuimos a misa y después del almuerzo al servicio en el que presentaron la imagen de la Virgen. De alguna manera fue especialmente cálido ofrecer oraciones a Su Santa Imagen junto con nuestra querida gente. Fue traída y sacada por el jarón por los guardias del Tercer Regimiento.”

Nicolás II era un entusiasta del ejercicio físico y de la vida al aire libre, posiblemente por influjo de su padre que fue un hombre de una fuerza titánica. En los diarios vemos que dedicaba un buen rato todos los días a talar y aserrar árboles, cuidar de las plantas del jardín y a dar largos paseos. Cuando al final con los bolcheviques las condiciones de su confinamiento se hicieron más severas y se hizo más difícil que le dejasen salir al exterior, Nicolás sufrió enormemente.

Con tanto tiempo libre entre las manos, Nicolás leyó mucho tanto por gusto como para no aburrirse. Sus lecturas eran de dos tipos. O bien libros de Historia (sobre Bizancio, sobre Inglaterra, sobre el Zar Pablo I…), o bien novelas rusas, francesas o inglesas (“El Conde de Montecristo” de Alejandro Dumas; “Tartarín de Tarascón” de Alphonse Daudet; “Anna Karenina” de Tolstoi; historias de Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle…). En general del tenor de sus lecturas da la impresión de ser alguien moderadamente educado, aunque sin gran profundidad ni curiosidad intelectuales.

El diario es tedioso. En parte es porque pasaban pocas cosas realmente interesantes en su vida y en parte, porque él era así, poco interesante. Leyéndolos se aprecia un hombre bueno y un poco pasivo. Uno no puede dejar de leerlos con tristeza, cuando sabe el final horrible que esperaba a ese hombre bondadoso y a su familia.

 

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