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Los Idus de marzo y lo que vino después (2)

Emilio de Miguel Calabia el

Octaviano era sobrino-nieto por parte materna de Julio César. En su testamento César le nombró hijo adoptivo y principal heredero. En el momento de la muerte de César, Octaviano estaba recibiendo formación militar en Iliria. En contra del parecer de sus oficiales, que temían por su seguridad, se embarcó rumbo a Italia, para hacerse cargo de su herencia y hacerse un hueco en la política romana. La jugada era arriesgadísima y hubiera podido salirle mal. Un adolescente de 18 años, desconocido hasta entonces, partía a meterse en el avispero de la política romana apostándolo todo a la única baza que tenía: haber sido designado heredero de César.

Hubo dos cosas que salvaron a Octaviano en aquellos primeros momentos. La primera fue que la mística del nombre de César funcionaba. La segunda, que ninguno de los principales actores políticos del momento se tomó en serio a ese jovenzuelo que salía de la nada. Hasta muy tarde todos ellos, empezando por Cicerón, creerían que era un muchacho al que sería muy fácil manipular e influir. El único que se dio cuenta de su verdadero carácter fue Marco Bruto, que advirtió a Cicerón de que Octaviano era más peligroso que Marco Antonio. La ironía es que, cuando Brutus recomendó la torpeza de respetar la vida de Marco Antonio y Lépido, le escucharon; en cambio, cuando advirtió sobre el peligro que representaba Octaviano, no le prestaron atención.

El 1 de junio Marco Antonio convocó al Senado y le coaccionó para que le designase procónsul por cinco años en la Galia Cisalpina, donde estaba de procónsul uno de los conjurados, Décimo Bruto, en lugar de Macedonia. Pero eso sí, retendría el mando sobre las seis legiones estacionadas en Macedonia. Ser procónsul en la Galia Cisalpina ofrecía la ventaja de que estaba al lado mismo de la provincia de Italia. Macedonia estaba más lejos y, para llegar a Italia, era preciso cruzar el Mar Adriático. César precisamente había experimentado las dificultades de hacer cruzar a sus tropas, cuando las hizo pasar de Italia a Macedonia, durante la campaña de Farsalia del 49 a.C., en la que derrotó a Pompeyo.

Décimo Bruto tenía a su disposición tres legiones y era el único de los conjurados con mando sobre tropas. Mucho tuvo que haber sido presionado el Senado para aceptar que Marco Antonio le sustituyera. Décimo Bruto dijo que la decisión era ilegal, porque no se había seguido el procedimiento establecido y comenzó con prácticas obstruccionistas para ganar tiempo. Por otra parte, el Senado envió a dos de los principales asesinos, Bruto y Cassio en misiones semidiplomáticas a Sicilia y Asia. La impresión es que el Senado y los conjurados no las tenían todas consigo y prefirieron, por su propia seguridad, sacar a Bruto y Cassio de Roma.

En las semanas siguientes, comenzó una pugna sorda entre Marco Antonio y Octaviano por el liderazgo del partido cesariano. En esa pugna Marco Antonio cometería algunos errores de principiante, que le llevaron a perder popularidad. El primero fue oponerse a una moción para elevar a César a estatus divino; posiblemente pensase que la elevación de César a rango divino, haría que le fuese más difícil arroparse con el manto de César; además, siendo Octaviano el heredero designado por César, la divinización de César sería una baza mayor para éste que para Marco Antonio. El segundo error, más comprensible, fue negarse a entregar a Octaviano la gran fortuna de César. Esto suponía violar la voluntad de César y era ilegal, pero puede entenderse que no quisiera que Octaviano amasase una base financiera sustancial. Octaviano, astutamente, se endeudó para poder satisfacer las mandas que César había hecho en su testamento en favor del pueblo de Roma y de sus veteranos. Esto terminó de hundir la popularidad de Marco Antonio entre los cesarianos.

El Senado, que temía más a Marco Antonio que a Octaviano, veía con satisfacción los movimientos de éste en contra de aquél. Es en esos días que Cicerón pronunció las célebres “Filípicas”, en las que a Marco Antonio le decía de todo menos guapo. La oratoria en aquel mundo anterior a las redes sociales era el arte por excelencia de los políticos. La palabra era el arma más potente. Cicerón era un orador elegante y con recursos. Era el orador ideal para el Senado, para dirigirse a sus pares aristócratas. Marco Antonio, como se vio en el funeral de César, era un orador más efectista e impetuoso, que funcionaba mejor con públicos plebeyos y con soldados.

A comienzos de octubre, Marco Antonio se desplazó a Brindisi para recibir a las legiones que venían de Macedonia. Para su sorpresa, se encontró a las tropas al borde del motín. Agentes de Octaviano las habían soliviantado, diciendoles que Marco Antonio no había vengado la muerte de César, y les habían prometido un pago muy importante en caso de éxito. Marco Antonio trató de tomar las riendas de la situación, ejecutando a los cabecillas y sobornando al resto de las tropas.

El 10 de noviembre Octaviano intentó dar un golpe de mano, que le salió mal y que hubiera podido dar al traste con su carrera. Con un ejército privado que había formado con viejos veteranos, ocupó el Foro, esperando obtener el respaldo del Senado. Aunque la República estaba en las últimas, aquello era demasiado incluso para aquellos tiempos. Octaviano optó por alejarse de Roma y refugiarse en Etruria. Que el golpe fallido no le pasara factura política, cabe atribuirlo a dos hechos. El primero, que los senadores seguían sin tomárselo en serio. El segundo, que el hombre a quien más temían, Marco Antonio, se estaba acercando a Roma a toda velocidad con varias legiones.

A mediados de noviembre, Marco Antonio entró en Roma. Convocó una sesión del Senado para el 24 de noviembre. No pudo asistir, porque estaba demasiado borracho. La sesión finalmente tuvo lugar el día 28. Marco Antonio intentó infructuosamente ante un Senado hostil que éste declarase a Octaviano enemigo público. Fracasó y en ese momento dos acontecimientos hicieron que saliera urgentemente de Roma. El primero fue que Décimo Bruto se negó a abandonar la Galia Cispalpina y se atrincheró en Mutina (la moderna Módena). El segundo fue que dos de sus legiones desertaron y se pasaron a Octaviano. Aparte de sus promesas de dinero, Octaviano, como legítimo heredero de César, podía utilizar la mística cesariana en su provecho.

Marco Antonio sabía que estaba en una posición precaria. El 31 de diciembre terminaría su consulado y la protección institucional que éste le proporcionaba, desaparecería. Era consciente de que el Senado no le quería. Y, si mantenía a sus tropas inactivas, corría el peligro de que se produjeran nuevas deserciones. Nada hay más peligroso ni más proclive a los motines que un ejército que se aburre y no tiene nada que hacer. Marco Antonio decidió ir a marchas forzadas a la Galia Cisalpina para apoderarse de ella por las buenas o por las malas. Dada la posición en la que se encontraba, posiblemente fuese la opción más inteligente. Décimo Bruto, ante la llegada de Marco Antonio, se encerró en la ciudad de Mutina y se resignó a ser asediado, en espera de que Roma le enviase refuerzos.

 

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