ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

La guerra más larga (5)

Emilio de Miguel Calabia el

(El artículo que acabó con McCrystal

El 20 de agosto tuvieron lugar las elecciones presidenciales. Fueron un desastre sin paliativos. La campaña se vio afectada por las acciones de los talibanes. En vísperas de las elecciones el Ministerio de Interior había calificado 12 de las 34 provincias del país como de alto riesgo. Desde el principio la Comisión Electoral Independiente demostró que era poco independiente. Sus siete miembros habían sido designados por Karzai y no se ocuparon mucho de disimular sus preferencias. Las elecciones estuvieron manchadas por el fraude: votantes que desaparecieron de las listas, votantes que votaron dos veces porque la tinta indeleble que les aplicaban para mostrar que ya habían votado no era tan indeleble, urnas rellenas de papeletas… A todo esto, Karzai había establecido alianzas con señores de la guerra locales. A cambio de que le facilitasen los votos de sus distritos, les prometió puestos en su futuro gobierno y prebendas varias,

Con estos antecedentes, todo lo que podía salir mal, salió. La participación fue de en torno al 38%. Hubo áreas pashtunes en el sur donde la participación fue del 5-10%. Los resultados se fueron dando con cuenta gotas, entre acusaciones de fraude. La gran cuestión es si Karzai tendría más del 50% de los votos y podría evitar ir a una segunda vuelta. Los resultados definitivos se dieron a conocer el 21 de octubre. Karzai no había llegado a los 50% por los pelos: se había quedado en el 49,67% de los votos. Después de mucha presión por parte de EEUU Karzai acabó aceptando una segunda vuelta. Lo anunció el 29 de octubre y dijo que sería el 7 de noviembre. Su contrincante, el segundo candidato más votado, era el ex-Ministro de AAEE Abdullah Abdullah. Abdullah dijo el 1 de noviembre que en esas condiciones no jugaba, ya que dudaba de que las elecciones fueran a ser limpias. El 2 de noviembre la Comisión Electoral Independiente proclamó vencedor a Karzai. A los aliados occidentales se les puso cara de tontos. ¿Era por estos tejemanejes por los que estaban poniendo en peligro la vida de sus soldados y soltando cantidades inauditas de dinero?

El 1 de diciembre de 2009 Obama anunció el envió de 30.000 soldados adicionales. El anuncio fue el fruto de la presión que llevaba meses recibiendo del estamento militar y del general McChrystal que argumentaban que hacía falta un aumento en el número de tropas para llevar a cabo una contrainsurgencia efectiva. El anuncio incluía una cláusula problemática: que el aumento sería temporal y que en el plazo de 18 meses las tropas volverían a casa. Era una manera de decir a los talibanes de que mantuviesen la cabeza agachada y aguantasen el temporal durante año y medio, que luego escamparía y podrían volver a campar a sus anchas. Había algo en el anuncio, que me recuerda a la desasperación de los estrategas norteamericanos durante la guerra de Vietnam, cuando veían que no conseguían derrotar al enemigo y se preguntaban si no sería necesario que mandaran algunos soldados más.

El anuncio también iba acompañado por otros mensajes en la misma línea que la estrategia de marzo. Reconocía que el gobierno de Afganistán era legítimo y había sido elegido por el pueblo afgano, pero advertía de los grandes problemas que le afectaban: la corrupción, el tráfico de drogas, el subdesarrollo económico y la falta de un número suficiente de fuerzas de seguridad. Una frase clave, que indica cómo veía la situación, es: “Afganistán no está perdido, pero durante varios años se ha movido hacia atrás (…) el status quo no es sostenible.”

En febrero de 2010 ISAF lanzó una ofensiva contra la ciudad de Marjah en el centro de la provincia de Helmand. El objetivo principal de la batalla era poner a prueba la nueva estrategia contra los talibanes. Si todo iba bien, el siguiente paso sería una ofensiva contra Kandahar. En la operación intervendrían también efectivos afganos. Se esperaba que tras el final de los combates, las fuerzas afganas ocupasen el territorio y ayudasen a instalar un rudimento de Administración afgana en el sector.

La batalla duró algo más de un mes. Las fuerzas de ISAF consiguieron expulsar a los talibanes de la ciudad, pero no lograron garantizar la seguridad a posteriori. Un cierto número de combatientes talibanes quedó en la zona para acosar a las tropas de ISAF. Más complicada aún fue la relación con los civiles. Hubo bastantes bajas civiles por dos motivos: 1) La operación se lanzó con una inteligencia pobre sobre el terreno y 2) Resultaba muy difícil diferenciar a la población local de los combatientes talibanes. Además, no pocos de ellos apoyaban a los talibanes, que les proporcionaban una seguridad rudimentaria y les permitían seguir cultivando sus campos de opio. Había otros que no apreciaban tanto a los talibanes, pero que les temían y dudaban de que las tropas de ISAF y del gobierno fueran a protegerles eficazmente contra ellos. Tanto los pro-talibanes, como los tibios y los anti-talibanes desconfiaban profundamente del gobierno de Kabul. La batalla fue tácticamente un éxito, pero estratégicamente un fracaso: lo ganado militarmente fue precario y no se logró el objetivo de instalar una administración civil que funcionase, debido en buena medida al desconocimiento de las condiciones sobre el terreno y a la falta de apoyo de la población civil.

Como ése era el año en que a los norteamericanos no les salía una a derechas, en julio sucedió el estúpido caso del periodista lenguaraz, que le costó el puesto al General McChrystal. Al General se le había ocurrido que sería buena idea empotrar al periodista Max Hastings de “Rolling Stone” en su equipo en un ejercicio de relaciones públicas. Max Hastings escribió un buen artículo, en el que puso mucho de lo que les había oído decir a McChrystal y a sus chicos. Y lo que habían dicho sobre Obama, el Vicepresidente Biden y algunos otros políticos era bastante ofensivo. El general reconoció su error de juicio y dijo todo eso que se dice cuando ves al verdugo afilando el hacha. Las excusas no le sirvieron para salvar la cabeza. En esos casos no suelen funcionar nunca.

A McChrystal le sucedió David Petraeus, que había mandado las tropas norteamericanas en Iraq con buenos resultados y había demostrado un buen conocimiento de las técnicas de la contrainsurgencia y era consciente de que en ese tipo de enfrentamiento tan importante como derrotar al enemigo es ganarse a la población civil.

Durante la segunda mitad del año, según Petraeus, los indicios apuntaban a que el incremento de tropas estaba funcionando. Entre el aumento de operaciones por las fuerzas especiales, cuyo número de efectivos se había incrementado también, y los ataques aéreos contra los talibanes y al-Qaeda en Pakistán, en sólo tres meses,- lo que va de julio a octubre-, 300 mandos talibanes y 800 combatientes habían sido muertos. Para finales de año varios centenares más de insurgentes habían caído. En varias de estas operaciones destacaron las fuerzas especiales afganas que la CIA había formado y que se revelarían como lo mejor de las FFAA afganas. El único lado negativo de esta estrategia más agresiva fue el inmenso enfado de Pakistán, a quien al parecer no le agradaba demasiado que le bombardeasen su territorio un día sí y otro también.

 

Historia

Tags

Emilio de Miguel Calabia el

Entradas más recientes