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La caída de Saigón (y 3)

Emilio de Miguel Calabia el

Una de las cosas más fascinantes del libro de Todd es la habilidad que tiene para recoger el lado humano de lo que cuenta. Todd no se olvida de que la Historia la hacen y la sufren las personas. 

Ya conté cómo los últimos días de la República de Vietnam del Sur se vieron trastornados por la vanidad de su último Presidente Tran Van Huong, que quería poder decir que fue Presidente durante una semana entera. Ejemplos como ése abundan en las páginas del libro y está bien que lo hagan porque a menudo no nos movemos por razones meditadas fríamente, sino por emociones y caprichos. Son los historiadores académicos los que pretenden que los personajes históricos se mueven a golpe de cálculos políticos y estrategias finamente elaboradas. La realidad es que lo que abundan son los Enriques VIII de Inglaterra que creó una nueva iglesia porque estaba cachondo, Ana Bolena le ponía y el Papa no le quería conceder la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón. Todd, que fue corresponsal de guerra, es un hacha sacando a la luz todas esas pequeñas miserias que son las que al final nos impulsan. 

Ahí está por ejemplo el general Duong Van Minh haciéndose el interesante, aprovechando su prestigio, repitiendo a quien le quiera oír que él no tiene ambiciones, manteniendo la equidistancia con todos los partidos y, en el fondo, esperando su momento, convencido de que tarde o temprano tendrían que recurrir a él. Para su desgracia recurrieron a él cuando a la República de Vietnam del Sur le quedaban 48 horas de vida. Tanta pantomima para nada.

Otro ejemplo patético es el del Embajador norteamericano Graham Martin, un hombre serio y honesto, al que le faltaban imaginación y cinismo. Demasiado optimista para creer que la República de Vietnam del Sur se desmoronaría tan rápido, demoró los preparativos de la evacuación hasta que casi fue demasiado tarde. Terminará pasando a la Historia como aquello que más temía: el hombre que evacuó vergonzosamente a los norteamericanos de Vietnam. 

Todd no sólo menciona los grandes hechos políticos y militares, sino que también se entretiene con las tragedias humanas que a menudo olvidan los historiadores. Una de las más dramáticas fue la historia de los 1.400 huérfanos vietnamitas. 

Había 1.400 huérfanos apadrinados por ONGs. El Gobierno survietnamita vio la oportunidad de su vida: mandarlos a EEUU para impactar a la opinión pública norteamericana y que apoyasen su causa. La Embajada norteamericana también vio el impacto mediático. Llega un avión Galaxy de transporte militar parte cargado de armas y parte cargado de 243 bebés. Se introduce a los bebés con toda la fanfarria. El avión despega y a los diez minutos se estrella. Sólo sobrevivieron sesenta bebés. Por suerte había más huérfanos disponibles y fue posible organizar nuevos vuelos que, esta vez, sí que no se estrellaron. El mismísimo Presidente Ford acudió a hacerse fotos recibiendo al primero de los vuelos que no se estrelló. 

Todd cuenta el resumen ajustado que hizo un vietnamita de la situación: “Esos niños son buenos souvenirs, como los elefantes de porcelana que os gustan tanto. Es una pena que algunos se hayan roto. No os preocupéis: hay más.”

Incluso en medio de la tragedia a veces aparece la comedia. Último vuelo que va a salir de PanAm con los empleados y sus familias. De pronto aparecen unas azafatas un poco raras. Caminan con cierta timidez y nerviosismo. Parece que los tacones les molestasen. Incluso al llegar a la escalerilla, una de ellas se descalza. Un norteamericano que ve la escena, comprende entonces: alguna empleada de PanAm les ha pasado a sus amigas uniformes de azafatas de la compañía para que puedan escapar.

Todd recoge también algunos de los anuncios surrealistas que publicaban los periódicos de Saigón por aquellos días:

Busco empleo de chef vietnamita especializado en la preparación de comida americana y hojaldre. Voluntario para ir adonde sea lejos de aquí.”

El profesor Nguyen Huynh Duc, “especialista en la pasión secreta”, propone una fórmula para “controlar durante tres o cuatro meses la eyaculación de esperma”.

Buscan padres adoptivos. Estudiantes obreros pobres” Los candidatos a hijos adoptivos tenían 21 y 17 años. 

Otro tipo de anuncios muy comunes por aquellos días eran los de jóvenes vietnamitas buscando maridos extranjeros que se las llevasen muy lejos.

El acierto de Todd es no olvidar nunca que la Historia tiene un lado humano, que la Historia la hacen, o más a menudo la sufren, las personas. 

Quiero terminar con una historia humana que me impactó y que no viene en el libro de Todd, sino que me la encontré en una historia oral de la Guerra de Vietnam. Esto ocurrió uno de los últimos días. Un empleado de la Embajada norteamericana recibe una llamada de una vietnamita con la que tuvo una relación. La vietnamita le dice que tuvo un hijo de él, que está desesperada por salir de Saigón y que si no lo consigue, matará a su hijo y se suicidará a continuación, porque no quiere ser vista como la madre de un bastardo mestizo cuando lleguen los norvietnamitas. El norteamericano piensa que la historia es plausible y que es posible que tuviera un hijo suyo y le pide un poco de tiempo para arreglar su huida. Quedan en que ella le llamará al cabo de dos horas. En esto, el Embajador, el indeciso y patético Graham Martin, le convoca a su despacho para preparar la evacuación. Observa con desesperación cómo el tiempo pasa y la reunión no termina. Vuelve a su mesa mucho después de que hubiera pasado la hora en la que ella debía llamarle. Ella no volvió a llamar.


 

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