Emilio de Miguel Calabia el 26 ene, 2023 (Muchas sonrisas entre Mao y Jrushchov. La procesión iba por dentro) Jrushchov era consciente de que la URSS de Stalin no había sido especialmente generosa con China. En 1954 viajó a Pekín y trató de poner remedio. Jrushchov ofreció acuerdos comerciales en términos más favorables que los del pasado, proyectos de desarrollo industrial e intercambio de técnicos. No sé hasta qué punto la mejoría en las relaciones que se dio en 1954 era sostenible. No había química personal entre los dos líderes y Mao había empezado ya a endiosarse. El punto de inflexión tras el cual una mejoría permanente de las relaciones se haría imposible, fue el famoso discurso secreto de Jrushchov ante el XX Congreso del PCUS, en el que denunció los crímenes del estalinismo y su culto a la personalidad. Hubo muchas cosas que indignaron a Mao en ese discurso. Primero, el ataque a Stalin al cual, como he señalado, Mao admiraba de alguna manera. Al atacar el culto a la personalidad de Stalin, indirectamente estaba atacando el culto a la personalidad que el propio Mao ya estaba edificando; por cierto, que otro que hizo un juicio parecido fue el dictador norcoreano Kim Il-sung. Finalmente, a nivel ideológico, Mao sintió que Jruschev estaba abandonando la ortodoxia marxista-leninista y se estaba derechizando. Pocos meses después de ese discurso se produjeron protestas en Polonia y la revolución húngara de octubre de 1956. Resultaba evidente que las críticas al “padrecito” Stalin habían agitado la jaula de los grillos que eran los países de Europa Oriental forzados a incorporarse a la órbita soviética. A finales de 1956 Mao lanzó la Campaña de las Cien Flores. Se trataba de permitir que la población en general y los intelectuales en particular pudieran expresar libremente sus críticas al régimen comunista. Los historiadores han debatido largamente sobre lo que buscaba Mao con esta Campaña. Hay dos posibilidades mayores: 1) Dejar que los elementos críticos salieran confiadamente a la luz para poder golpearles luego mejor; 2) Acercarse a la población para evitar estallidos como los que habían ocurrido en Polonia y Hungría. Si 2) es cierta, podríamos incluso teorizar que Mao quería mostrarle a Jrushchov que China seguía un camino más sensato y que allí no ocurrirían acontecimientos como los de Polonia y Hungría. Como quiera que fuese parece claro que Mao se esperaba sólo críticas menores entretejidas de muchas alabanzas. No obtuvo las alabanzas y las críticas fueron mayores. La Campaña fue cortada de raíz a comienzos de 1957, cuando Mao sintió que se estaba saliendo de madre. El 7 de noviembre de 1957 se conmemoraba el cuadragésimo aniversario de la Revolución Soviética. Jrushchov decidió conmemorarlo por todo lo alto. Se trataba de mostrar la cohesión y pujanza del bloque comunista después de los desastres de 1956. En esas celebraciones, puso la alfombra roja a Mao y trató de seducirle de todas las maneras posibles. Mao, por su parte, dejó entrever en todo momento su insatisfacción y su desinterés. Era su manera de mostrar que no se le compraba con unos cuantos agasajos. Uno de los momentos cumbre de las celebraciones fue la Conferencia de Representantes de los Partidos Comunistas y Obreros de los Países Socialistas. En ella se quería confirmar la línea de Jrushchov, que afirmaba que podía haber diferentes vías nacionales hacia el comunismo. Nada más opuesto a las tendencias centralistas de Mao quien, además, quería ver resaltado el papel del PCUS como líder del campo socialista. De la Conferencia salió una Declaración, la Declaración de Moscú. En la Declaración el PCUS fue muy lejos para acomodar al PCCh. De hecho, el único país comunista mencionado por su nombre, aparte de la URSS, fue China. La Declaración hizo mención a los cinco principios de coexistencia pacífica acordados por la India y China en 1954, que luego pasaron al documento adoptado por la Conferencia de Bandung. No era tan sencillo que una declaración comunista te reconociese ninguna aportación doctrinal, así que cabe considerarlo un éxito. Y ya para rematar, la Declaración menciona la salvaguarda de los logros obtenidos “en la Unión Soviética- el poder socialista primero y más poderoso- en la República Popular China y en todos los países socialistas”. Si fuera una competición diría que China obtuvo un honroso segundo puesto. Por cierto que el día 18, un día antes de la firma de la Declaración Mao pronunció un discurso muy polémico, en el que uno no sabe si hubo ganas de provocar, o si fue una sucesión de malentendidos, en los que se entremezclaron el desconocimiento del pensamiento y la expresión chinas y tal vez una traducción deficiente. Lo más controvertido de sus palabras fueron: 1) Sus comentarios sobre las peleas intrapartidistas del PCUS, que equivalía a lavar los trapos sucios en público y no se trataba ni tan siquiera de sus propios trapos. No obstante, parece que se trató de una confusión genuina y que sus palabras tenían otro sentido que aquél en el que fueron entendidas; 2) Sus comentarios sobre una potencial guerra nuclear, en la que, teniendo una población de 600 millones de personas, China podía permitirse perder 300 millones. A este respecto hay que mencionar que con el lanzamiento pocas semanas antes de los sputnik, parecía que la URSS estaba tecnológicamente por delante de EEUU en el campo de los misiles balísticos intercontinentales; 3) Su metáfora de que una serpiente sin una cabeza no puede marchar. Ahí Mao estaba utilizando un viejo proverbio chino para aludir a que la URSS tenía que guiar al campo comunista, pero en la traducción la imagen quedó extraña y más si se piensa en las asociaciones negativas que tienen las serpientes en Europa; 4) Su afirmación de que China superaría al Reino Unido en quince años (el adelantamiento tomaría cincuenta años más). Combinando los comentarios 3 y 4, uno puede preguntarse si Mao no estaba afirmando oblicuamente que China eventualmente reemplazaría a la URSS como líder del campo comunista. En resumen, a pesar de los esfuerzos hechos por Jrushchov, los nubarrones sobre las relaciones chino-soviéticas no se disiparon. Este contexto de desencuentro creciente entre China y la URSS ofrece el marco y parte de la explicación del Gran Salto Adelante que Mao lanzó en febrero de 1958, aunque ya venía pensándolo desde unos meses antes. A nivel ideológico, el Gran Salto Adelante quería probar lo erróneo de los planteamientos de Jrushchov, utilizando el modelo de desarrollo económico preconizado por Stalin. Los pilares del Gran Salto Adelante eran la colectivización de la agricultura y la industrialización, aprovechando el gran y barato pool de mano de obra del que disponía el país; como referente para medir el éxito de la industrialización se adoptó la producción de acero. El Gran Salto Adelante se basaba más en el entusiasmo revolucionario de las masas que en la opinión de los expertos, algo que fue una constante del pensamiento maoísta. Al Gran Salto Adelante le movía una ambición desbordante: pasar directamente del socialismo al comunismo, rechazando el gradualismo defendido por Jrushchov. China iba a demostrar que su modelo era superior al soviético. A nivel geopolítico cabría ver el Gran Salto Adelante como una manera de enmendarle la plana a Jrushchov y preparar el camino para un futuro en el que China reemplazaría a la URSS en el liderazgo del mundo comunista. Con el Gran Salto Adelante, China demostraría la superioridad de su modelo. Además, supuestamente, se trataba de un modelo especialmente apto para las naciones recientemente descolonizadas, un modelo óptimo para las sociedades agrarias de Asia, África y Latinoamérica. En el mundo comunista era normalmente la URSS quien señalaba el camino. Ahora China tomaría la delantera y guiaría a otras naciones por su senda hacia el comunismo, una senda mucho más rápida y revolucionaria que la propuesta por la URSS. En aras de mantener buenas relaciones, la URSS inicialmente no se mostró excesivamente crítica con el Gran Salto Adelante. No obstante, con el paso del tiempo no pudo evitar volverse más y más crítica. El Gran Salto Adelante equivalía a reescribir la teoría marxista sobre la construcción del socialismo. Peor aún, suponía regresar al modelo estalinista de desarrollo económico. En el verano de 1958 Jrushchov viajó a Pekín para tratar de enmendar las relaciones. Mao hizo todo lo posible para humillarle. El verano en Pekín es una estación muy calurosa y llena de mosquitos; alojó al matrimonio Jrushchov en un hotel sin aire acondicionado. Jrushchov no sabía nadar, mientras que Mao era un apasionado de la natación; hizo que se reunieran en una piscina. Para echar sal en la herida, le proporcionaron a Jrushchov un bañador muy ajustado y le embutieron con poca ceremonia en un flotador. Era la manera que Mao tenía de hacerte ver que no había química personal. Éste fue el viaje bueno de Krushchov a China. El malo vendría en 1959. En septiembre de 1959 Jrushchov viajó a EEUU, donde se entrevistó con el presidente Eisenhower. Lo que más anhelaba Jrushchov era verse tratado como un igual por el presidente norteamericano. Estimaba que el buen desempeño de la industria soviética y su arsenal nuclear, que incluía misiles intercontinentales, le daba derecho a ello. El viaje a EEUU fue un éxito, al menos en el corto plazo, y es posible que Mao lo siguiese con envidia mal contenida. El siguiente viaje de Jrushchov fue a China, adonde llegó el 30 de septiembre de 1959. El viaje fue un desastre desde el minuto cero. El propio Jrushchov reconocería en sus memorias: “La calidez había desaparecido de nuestras relaciones con Chinas y la había reemplazado un frío que pude sentir tan pronto como llegué”. Los desencuentros fueron numerosos. Jrushchov, a petición de Eisenhower, se interesó por seis ciudadanos norteamericanos que China había detenido acusados de espionaje y pidió su liberación. Mao se lo tomó como una intromisión ilegítima en los asuntos de China. La cuestión de las escaramuzas fronterizas entre China y la India fue abordada; Jrushchov, que estaba intentando atraerse a la India a su campo, pensaba que podía jugar un papel de mediador y manifestó que la URSS se mantenía neutral; Mao lo vio como una traición y un abandono de sus obligaciones en tanto que aliado. Mao acusó a Jrushchov de ser timorato en su apoyo a las naciones del Tercer Mundo. Y ya, para rematar, una última fuente de discordias fue la divergencia de opiniones sobre la competición con el mundo capitalista. Mientras que Jrushchov creía en el gradualismo y la coexistencia, Mao era más beligerante y no veía más opción que la revolución. Después de ese viaje fallido, las relaciones chino-soviéticas irían cuesta abajo y sin ruedas. Historia Tags Campaña de las Cien FloresChinaDeclaración de Moscú de 1957Gran Salto AdelanteMao ZedongNikita JrushchovPartido Comunista ChinoPartido Comunista de la URSSURSS Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 26 ene, 2023