Emilio de Miguel Calabia el 04 mar, 2019 Una de las cosas más difíciles en los conflictos bélicos es conseguir acabar con una insurgencia que se mueve en una población que la apoya sólo con medios militares. Lo más habitual es que para terminar con esas insurgencias sea necesario combinar herramientas políticas y militares. Los Tigres Tamiles de Sri Lanka fueron una de las insurgencias mejor organizadas y más temibles del mundo. Llegaron a controlar en torno al 25% del territorio de Sri Lanka. Militarmente eran flexibles, innovadores e inteligentes. Contaban con un ejército duro y fanático. Llegaron a disponer de una fuerza naval y una rudimentaria fuera aérea, algo que muy pocas o puede que ninguna insurgencia haya tenido nunca. Perfeccionaron la técnica del terrorismo suicida hasta el punto de que los terroristas yihadistas posteriores aprendieron de ellos. Y sin embargo, fueron derrotados militarmente. “Derrotados” se queda corto; fueron barridos. Paul Moorcraft cuenta en “Total destruction of the Tamil Tigers. The rare victory of Sri Lanka’s long war” cómo fue la guerra civil srilankesa que terminó con la aniquilación de los Tigres. La principal razón de su derrota tiene nombre: Velupillai Prabhakaran. El líder de los Tigres Tamiles, Velupillai Prabhakaran, se parecía a Napoleón, quien además era su ídolo. Como Napoleón, era un genio militar que sabía cómo galvanizar a sus hombres para que dieran lo mejor de sí. Como Napoleón, era innovador e imaginativo en el campo de batalla. Y al igual que Napoleón, sabía cómo ganar batallas, pero no cómo ganar la paz. Ya fuera por fanatismo, por sobrevaloración de sus propias fuerzas o por miopía, lo cierto es que una y otra vez Prabhakaran se equivocó en su lectura de la situación y cometió errores políticos garrafales, que al final condujeron a los Tigres a la ruina. Su primer gran error fue el asesinato del Primer Ministro indio Rajiv Gandhi en 1991 en un atentado suicida. El atentado fue en represalia por la fracasada intervención india en Sri Lanka para poner fin a la guerra civil. Si los Tigres querían demostrar con ese atentado que eran peligrosos, lo demostraron bien; y de paso demostraron que eran unos imbéciles. El asesinato de Rajiv Gandhi logró que se alienaran las simpatías que la India hubiera podido sentir por ellos. Dado que en el estado de Tamil Nadu vivían 60 millones de tamiles, los políticos indios habían mirado a los Tigres Tamiles con cierta comprensión y habían estado dispuestos a interceder en su favor ante Colombo. Eso se terminó con el asesinato de Rajiv Gandhi. Por si el asesinato de Rajiv Gandhi no hubiese sido suficiente estupidez, en 1993 los Tigres asesinaron al Presidente srilankés Premadasa. Premadasa fue tal vez el político más abierto al diálogo y a la negociación que los Tigres tuvieron en Colombo. Premadasa estaba abierto a conceder un régimen de autonomía a los tamiles. Al matarlo, los Tigres se cargaron al mejor negociador que hubieran podido tener enfrente. Los políticos srilankeses que le sucedieran, serían mucho más duros. El 11-S supuso un golpe para los Tigres Tamiles, que vieron cómo EEUU iniciaba la guerra contra el Terror. El liderazgo de los Tigres entendió que había que cambiar el paso y aceptó un alto el fuego, conseguido con la mediación noruega, el 22 de febrero de 2002. El alto el fuego fue un gran triunfo para los Tigres. Lograron que el gobierno de Colombo aceptase tratarles de tú a tú, que les considerase como los únicos interlocutores del pueblo tamil y que reconociese el control efectivo que ejercían sobre el territorio bajo su dominio. A cambio, los tamiles se comprometieron simplemente a parar las hostilidades. Comenzaron las negociaciones y la paz definitiva y la solución federal parecían a la vuelta de la esquina. Aparentemente, Prabhakaran nunca se tomó del todo en serio las negociaciones de paz. Sus negociadores se enrocaban en posiciones maximalistas que hacían descarrilar las conversaciones. Se diría que para Prabhakaran el alto el fuego era sobre todo una oportunidad para rearmarse y prepararse para la reanudación del conflicto, que esta vez sí, debería terminar con la victoria definitiva de los Tigres. En 2005 hubo elecciones presidenciales y Prabhakaran cometió otro de sus errores garrafales: boicoteó las elecciones y evitó que los tamiles acudieran a las urnas. Este boicot sirvió para que Mahinda Rajapaksa ganase por un estrecho margen las elecciones. Su plataforma electoral incluía acabar con los Tigres militarmente. Con su estúpida actitud Prabhakaran había puesto en bandeja la victoria al hombre que cuatro años después le destruiría. Al mismo tiempo que esa metedura de pata, Prabhakaran cometió otras dos que le enajenaron mucha simpatía internacional. La primera fue la constitución de una rudimentaria fuerza aérea, algo que no sentó nada bien en Occidente, donde seguían frescos los recuerdos del 11-S. El escaso rédito que le dio esa fuerza aérea no compensó el desastre que fue en términos de relaciones internacionales. La otra fue el asesinato por un francotirador del Ministro de AAEE Lakshman Kadirgamar, un tamil muy respetado internacionalmente. Historia Tags ContrainsurgenciaSri LankaTigres TamilesVelupillai Prabhakaran Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 04 mar, 2019