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Narcotopia (y 5)

Emilio de Miguel Calabia el

 

(Saw Lu con Patrick Winn en sus últimos días)

Saw Lu elaboró un plan que, como todo lo suyo, estaba teñido de mesianismo. Crearía una milicia compuesta sobre todo por baptistas imbuidos del espíritu del Hombre-Dios. Su misión sería erradicar la producción de droga y mostrar a los norteamericanos su compromiso con la erradicación de la droga, algo que debería ayudar a conseguir inversiones y ayuda norteamericana. Un problema con el plan es que los estupefacientes eran el motor económico del Estado Wa. No obstante y a pesar de las dudas de algunos, Lai decidió apoyar el plan de Saw Lu.

Saw Lu reanudó sus contactos con la DEA. Sus peticiones eran simples: cultivos de sustitución, tecnología agrícola moderna, carreteras asfaltadas, hospitales y escuelas con personal extranjero y equipos geológicos para sacar a la luz la riqueza minera del territorio. La DEA vio el potencial del plan y lo apoyó. Ahora el problema era el Departamento de Estado. Huddle lo vio como un ataque contra su propio trabajo, que consistía en “blandir la bandera de los derechos y libertades en Birmania y amedrentar a la junta para que dejaran el paso libre a la democracia.”

Al final se convino que los hombres de la DEA, acompañados por oficiales de la junta, visitarían el Estado de Wa en helicópteros y tendría lugar una ceremonia impresionante. La DEA traería un MOU en el que se comprometía a ayudar al Estado Wa con 50 millones de dólares, provistos por EEUU y NNUU y canalizados por el gobierno birmano. Los helicópteros nunca llegaron. Todo había sido una trampa de la CIA para desacreditar a la DEA y a Saw Lu.

Saw Lu quedó totalmente desacreditado ante los suyos. Se convirtió en un estorbo. Lo que pedía la situación era mirar hacia Pekín en busca de ayuda, pero el pro-norteamericano Saw Lu era incapaz de ese giro. El Estado Wa ofreció a China un trato: impediría que ningún wa traficase con drogas en China a cambio de carreteras y armas pesadas. Además, con un presidente Lai enfermo, la cúpula decidió que había que recuperar a Wei y tratarlo más como un colaborador que como un mero financiero.

Wei tenía cuentas pendientes con Khun Sa. Convenció a los demás líderes wa de que nunca estarían seguros del todo en tanto existiese Shanland. El ataque wa contra Shanland fue implacable. Khun Sa terminó rindiéndose. La junta le colocó bajo un cómodo arresto domiciliario en Yangón al que le acompañaron sus cuatro amantes. El Estado Wa engulló Shanland. Ahora su territorio abarcaba 32.000 km2. Nunca un cártel de drogas había controlado tanto territorio.

Bao, que ahora el presidente del Estado Wa, vio cómo la droga corrompía a sus oficiales. No quería que su Estado acabara convertido en un mero cártel de la droga. Sabía que tenía que reequilibrar su economía alejándola de la droga. Necesitaba atraer ayuda e inversión y diversificar las fuentes de ingresos. Había acabado viendo que las ideas de Saw Lu eran correctas. Era necesario limpiar la reputación del Estado Wa.

Delimitó un terreno cercano a la capital de 1.300 kms y propuso a la Agencia de NNUU de lucha contra la droga que le ayudase a desarrollarlo. A cambio el Estado Wa destruiría algunas plantaciones de adormidera. Bao era realista y sabía que la ayuda exterior por sí misma no reemplazaría los ingentes ingresos que generaba la droga. El Estado Wa tendría que crear su propio sector agrícola e industrial para canalizar sus exportaciones hacia China.

Un problema de este plan es que iba a privar a muchos campesinos de su principal fuente de ingresos. Wei le pidió que le mandase a esos campesinos; los necesitaba tras la fuga de un gran número de los shan. Un total de 120.000 campesinos, uno de cada cuatro, se desplazaron a la antigua Shanland, redenominada Wa del Sur.

Mientras que Bao se había entregado con sinceridad a la erradicación del cultivo de la adormidera, Wei comenzó a dedicarse a la producción de speed. Wei mejoró la pastilla, añadiéndole metanfetamina. Estimó que este nuevo producto le compensaría por las pérdidas que le producía la campaña de erradicación. Recurrir a una droga 100% sintética tenía muchas ventajas. Ya no dependería ni de los campesinos, ni de la climatología. Frente a la heroína y el opio que ya tenían mala fama por sus efectos sobre sus consumidores, el speed ayudaba a intensificar el ritmo de trabajo. Consumida en grandes cantidades podía crear problemas mentales, pero no mataba. Teniendo el mercado del Sudeste Asiático, Wei no necesitaba al mercado norteamericano. Si la droga no entraba en EEUU, ¿cuál era el incentivo de la DEA para combatirla? El país más afectado,- Tailandia-, sí que vio el peligro del speed y lanzó a comienzos de la década de los 2000 una campaña contra la droga. EEUU no colaboró. No era su problema. ¿O sí? Un agente de la DEA basado en Chiang Mai, Bill Young, que además era nieto del Hombre-Dios, concibió un plan para descabezar el Estado Wa recurriendo a disidentes. Era su plan para terminar con el tráfico de droga del Estado. El siempre idealista Saw Lu, se apuntó el plan por más descabellado que pareciese.

Aquí Winn hace otro excursus para relatar las contradicciones absurdas de la política norteamericana contra la droga. La DEA ideó la Operación Señor de la Guerra para capturar y extraditar a Bao Youxiang y a sus hermanos. El objetivo era aislar al Estado Wa, al que describió como “uno de los mayores productores de heroína del mundo.” Se estaban olvidando de que hacía una década que los wa habían abandonado la producción de heroína. Ahora Birmania sólo cubría el 5% del suministro global. Afganistán los reemplazó.

Los talibanes habían comenzado a eliminar las adormideras en 2000. Su cálculo, al igual que el de la junta birmana, fue que se movimiento facilitaría la aceptación internacional de su régimen. Sin embargo, en el territorio de la Alianza del Norte, a la que apoyaba EEUU, se seguía cultivando adormidera. En 2001 se produjo la invasión de Afganistán y el derribo del régimen talibán. Los talibanes, para aguantar y disponer de recursos, volvieron al cultivo de la adormidera. Para 2005 Afganistán suministraba el 90% del opio mundial, pero la DEA había puesto sus ojos en los wa, que ya no lo producían.

El Estado wa, convertido en un paria internacional, se volvió hacia el único sitio de que podía venirle la ayuda: China. A través de gobierno provincial de Yunnan comenzó a llegarles la ayuda, que se centró más en infraestructuras que en salud y educación. Con el acercamiento a China también llegaron la prostitución y el juego. Algunos wa pensaron que el progreso material era un precio justo a pagar por la creciente dependencia de China. Otros seguían apegados a la tradicional independencia wa y no les gustaba la situación creada. La ironía (en esta historia hay muchas ironías) era que los mismos delincuentes a los que China perseguía en su territorio, encontraban cobijo en el Estado wa.

Esa época coincidió con el mayor auge de Wei, que había aprendido de sus errores. Ya no colocaría todos sus recursos en una empresa pública demasiado fácil de rastrear. Convirtió su emporio en el Ministerio de Finanzas del Estado Wa, que mezcló lo corporativo con lo mafioso y se metió en muchos negocios: minas de jade, propiedad inmobiliaria, construcción… Y, naturalmente, todo eso sin abandonar las metanfetaminas. Wei cambió de modelo de negocio y se convirtió en arrendador: se puso a alquilar el territorio wa a cárteles que no eran wa y les cobraba un impuesto por sus servicios. La propuesta no pudo llegar en mejor momento para estos cárteles. China había comenzado a perseguirlos en Hong Kong y en el sur de China. El modelo de negocio resultó tan lucrativo que otras milicias étnicas lo replicaron.

Wei se convirtió en un actito para China, que le apoyó. China había entendido que más les convenía un pez gordo al otro lado de la frontera que un enjambre de pirañas. Winn compara esta estrategia con la seguirá por EEUU en su frontera con México. Eliminar a los grandes cárteles lo único que consigue es crear un vacío de poder que aprovechan los pequeños y se generan unas guerras implacables entre ellos con un gran número de muertos. Nada de eso ocurría en el Estado Wa.

Aquí termina el libro, con un Wei trinfante y un Saw Lu entristecido porque nunca consiguió sus objetivos últimos.

Los libros buenos, ya sean ensayos o novelas, se identifican porque permiten extraer enseñanzas. Algunas de las que se me han quedado:

Saw Lu es un personaje que cae bien, pero también es un personaje trágico. Su vida es una de sufrimiento en pos de ideales. Sus dos grandes errores fueron: no darse cuenta de lo que era factible y lo que no, y fiarse de EEUU, que le dejó una y otra vez en la estacada. Hay un proverbio en el Sudeste Asiático que dice que cuando los elefantes se pelean es la hierba la que sufre. Pues bien, Saw Lu fue esa hierba.

Si hay un personaje negativo en esta historia es EEUU. Winn les acusa de dejar abandonados a sus aliados, de permitir que las luchas intestinas entre sus agencias entorpezcan los planes; a menudo lo importante es ponerle la zancadilla al otro para que no se meta en tu terreno, más que colaborar. También les acusa de no tener planes claros y a menudo caer en contradicciones. El pensamiento estratégico a largo plazo no parece ser una de sus virtudes.

 

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