Emilio de Miguel Calabia el 07 jul, 2023 Si la trampa de las terapias, los terapeutas y los libros de autoayuda es tan obvia, ¿por qué cae tanta gente en ella? Darnés hace un análisis muy lúcido de una serie de tendencias sociales que nos lleva a esta trampa. Enumero: + La psicologización de la vida. Antes era normal sentirte triste si se te había muerto un allegado; ahora se le llama depresión y hay un tratamiento para ella. Antes podías sentirte de poca valía, ahora se le llama baja autoestima y hay métodos para tratarla. Antes estabas hasta las pelotas de tu trabajo, ahora sufres de “burnout” que es más fino y además está en inglés para que te sientas más importante. En fin, que cosas que sobrellevábamos antes con resignación, se han convertido en patologías que deben ser tratadas por un profesional. ¿Y por qué tenemos que tratarnos de esas afecciones? Pues porque tenemos que seguir siendo personas activas y productivas, que es la única manera de ser, si quieres que la sociedad te acepte. + La importancia del yo. Vivimos obsesionados por nuestros yoes y eso nos lleva a estar en un proceso de introspección constante, tenemos que saber qué sentimos, qué emociones se nos despiertan a cada momento. Pero siempre encontramos que nuestro yo no es suficiente, siempre le falta algo. Queremos tener un yo sublime, un yo que exprese verdaderamente lo que somos, un yo autorrealizado. Una derivación de la importancia del yo es que el parámetro de la verdad no es la realidad, sino cómo yo la sienta. Si hoy me levanto y me siento condor de los Andes, por qué no voy a expresar mi “condoridad”. Que si salto por la ventana y a pesar de aletear con mis brazos, soy incapaz de volar y me estrello contra el suelo, es irrelevante. Lo que cuenta es mi sentimiento de ser un cóndor. Todo esto en tiempos más sensatos se llamaba narcisismo y se resolvía dándole un par de bofetadas al afectado. Otra derivación es el cuento de la autoestima. Resulta que hay que tenerla muy alta y que si educamos a nuestros hijos para que también la tengan alta tendrán más posibilidades de ser felices y exitosos en el futuro. Suena muy bien, hasta que le ves las costuras. El psicólogo Stephen Briers demuele la idea implacablemente: “Esperar que alguien se sienta bien consigo mismo sin ponerse a trabajar, en la manera que la doctrina de la autoayuda popular promueve, es como darle la medalla a alguien antes de haber corrido. No tiene ningún sentido…” Briers podría haber añadido que la autoestima es darte palmaditas en la espalda porque eres fabuloso así como eres y renunciar a hacer una sana autocrítica. Por cierto, Al Capone tenía una autoestima muy elevada. + La obsesión por la felicidad, o dicho de otra manera “el estado de felicidad como único modo de vivir” o “la felicidad como estado natural de todo ser humano”. Darnés apunta a que la búsqueda de la felicidad ha reemplazado a la búsqueda del sentido de la vida. La felicidad se ha convertido en un derecho. Casi parece que los terremotos deberían dejar de producirse,- al menos en nuestro país-, para que podamos ser felices todo el rato. Es un concepto que nace del individualismo y del narcisismo extremo que nos acontecen. El universo está ahí para que seamos felices. Si no lo eres, es que te pasa algo, tienes un defecto y deberías ir a un terapeuta y comprarte un libro de autoayuda. Un corolario de esa obsesión por la felicidad es el pensamiento positivo. En su variante más extrema, es capaz de convertir cualquier cosa en algo positivo. ¿Que te han dicho que tienes cáncer? ¡Genial, tío! ¡se te ha concedido la posibilidad de crecer, de superar tus limitaciones! Sí, suena exagerado, pero es la farfolla de muchos libros de autoayuda. + La creencia de que basta con querer algo para que llegue a nuestras vidas. Es el resultado de varios fenómenos: 1) La inmediatez. Ya no estamos dispuestos a esperar que nos llegue lo que queremos. Hay una canción de Queen que lo cuenta muy bien; la letra dice: “Lo quiero todo y lo quiero ahora”; 2) Si las cosas nos vienen sólo con quererlas, entonces no hace falta esforzarse. Lo malo es que la televisión con algunos programas ha propalado esta idea. Tomemos “Gran Hermano”. No necesita de ningún talento ni esfuerzo especial, simplemente basta con estar encerrado en una casa con otros mandriles como tú y que le caigas bien al público mentecato que sigue el programa. Si lo consigues ganas popularidad (cada vez menos porque el formato está muy desgastado), algo de dinero y la posibilidad de que te sigan llamando a otros programas. En fin, nada que no pudiera estar al alcance de un cadáver de tres días. El libro se termina con la buena nueva de que de las terapias se sale. Darnés cuenta los tres pasos que dio y que le sirvieron, aunque advierte de lo que nunca advierten los libros de autoayuda: de que son SUS pasos, los que a él le sirvieron. Estos pasos fueron: 1) El hartazgo: de pronto le asaltó el tedio, la sensación de que la vida se le iba, mientras iba acumulando terapias, de que estaba tan ocupado analizando su vida, que no la estaba viviendo; 2) La pausa: dejar de buscar, abandonarse al curso natural de su vida. Un corolario de dejar las terapias es que volvió a verse como alguien normal, no como un ser especial; 3) La recuperación: que pasaba por volver a lo esencial: cambiar de dieta, hacer ejercicio físico, volver a tener rutinas de trabajo y descanso, recuperar relaciones que tenía descuidadas… El libro es divertido e iluminador, pero lo esencial está en esa conclusión que acabo de citar. Somos seres normales y lo que nos debe guiar es la pura y simple aceptación de la vida en todas sus manifestaciones. Eso ya es bastante. Otros temas Tags El yoFelicidadJosep DarnésTerapias Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 07 jul, 2023