ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

¿Tiene un sentido la vida?

Trascendencia
Emilio de Miguel Calabia el

Tengo un grupo de amigos muy raro. Cuando nos reunimos, en lugar de hablar de fútbol y política, nos da por hacer tertulias y hablar de cosas con enjundia. Por ejemplo, la otra tarde nos dio por preguntarnos si la vida tiene un sentido.

Empecemos con la definición de vida: todo aquello que ocurre entre que naces y entre que mueres. Si la vida se resume en esto, parece difícil encontrar un sentido. Hay intelectuales ateos como Oliver Sacks, Carl Sagan o Isaac Asimov que han encontrado un cierto consuelo en haber sido una chispa de inteligencia entre dos nadas de eternidad (creo que la imagen es de Isaac Asimov). Oliver Sacks tiene una frase que me encanta: “Sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante, en este hermoso planeta y eso en sí mismo ha sido un privilegio y una aventura hermosas.” Asimov por su parte parece que encontró el sentido de la vida en la escritura: “Escribo por la misma razón por la que respiro, porque si no lo hiciera, moriría.”

Hay líderes megalómanos que encuentran el sentido de su vida en alguna gran empresa como restablecer el imperio soviético (Justiniano, por cierto, intentó algo parecido con el imperio romano hace 1.500 años con pésimos resultados a largo plazo) o crear el Reich de los Mil Años. Parecen tareas formidables que bastan por sí solas para llenar una vida. Para mí son ejercicios futiles a los que uno debería renunciar a poco que haya leído un poco de Historia.

Felipe II fue el Monarca más poderoso de su tiempo. Hizo de la defensa del catolicismo y de la lucha contra los herejes protestantes y los otomanos la razón de su existencia. Felipe II murió, literalmente, nadando en mierda en su lecho de muerte. Hoy de su imperio no queda nada y el catolicismo por el que luchó está en retirada en Occidente. ¿Mereció la pena su vida? ¿Qué pensaría en sus últimos momentos?

A la gente normal, que no es ni intelectual, ni líder megalómano, le pueden llenar la vida cosas como convertirse en un neurocirujano afamado o dar a su familia una existencia segura y feliz.

Finalmente aquéllos que no se han parado a pensar en el sentido de la vida, pueden contentarse con que Richard Dawkins ya lo encontró para ellos: asegurar que sus genes egoístas pasen a la nueva generación. Hablamos brevemente de Dawkins y de su teoría sobre el gen egoísta que hace años causó tanto revelo y ninguno de nosotros la encontró convincente. No acabamos de creernos que el fin de nuestras existencias de seres vivos pensantes sea asegurar que una cadena de ADN se perpetúe. O, peor todavía, que nuestras acciones sean dictadas por una cadena de ADN que carece de conciencia y sentimiento de sí misma.

En este punto, alguien recordó una dolorosa realidad: en nuestra sociedad contemporánea nadie tiene ganas de hacerse una pregunta tan complicada como la de si la vida tiene un sentido. Pero entre vivir preocupados por el último programa de Jorge Javier Vázquez o la última actualización del instagram de una Kardashian y obcecarnos por preguntas que a lo mejor sólo nos interesan a nosotros, optamos por lo segundo.

Inevitablemente acabamos planteando la hipótesis de la trascendencia. Si el nacimiento y la muerte no son más que cambios de estado y hay vida antes y después de ellos, la cosa cambia. Una existencia que no se termina con la muerte implica un Dios o una conciencia cósmica, que después de todo puede ser otro nombre de Dios. En tal caso, resulta poco verosímil que hubieran creado el universo sólo para divertirse. Si Dios existe, la vida, cada vida, tiene un sentido, lo lleguemos a descubrir o no.

 

Otros temas

Tags

Emilio de Miguel Calabia el

Entradas más recientes