
El declive de la República romana es una época apasionante y creo que puede enseñarnos algunas cosas en esta época ¿apasionante? que nos ha tocado vivir:
+ Las constituciones polÃticas no son eternas. Inevitablemente la realidad cambia y las constituciones van perdiendo su capacidad de regular la sociedad. La constitución romana estaba pensada para una ciudad-estado cuya columna vertebral eran los pequeños propietarios agrÃcolas. Para mediados del siglo II a. C., Roma ya era un imperio y los pequeños propietarios agrÃcolas se habÃan proletarizado. Los últimos cien años de la República, además de una lucha despiadada por el poder, se pueden ver como un intento por parte de las élites de hacer entrar a capón la nueva realidad social en el molde de una constitución diseñada tres siglos antes.
Ante la necesidad de cambio, caben tres posturas: la conservadora, de no cambiar nada; la reformista, de ir retocando gradualmente el sistema y la rupturista, de hacer borrón y cuenta nueva. La postura reformista es la más inteligente, pero las luchas polÃticas no suelen girar en torno a la inteligencia, sino en torno al poder. Los conservadores romanos lograron frenar a los Gracos reformistas. A corto y medio plazo, fue una gran victoria para las élites: el poder del Senado se reforzó y sus latifundios no se vieron tocados. Pero a la larga… cuando pensamos en todas las proscripciones, todos los asesinatos polÃticos, todos los miembros de la élite caÃdos en las guerras civiles, todos los patrimonios expropiados por los ganadores del dÃa, uno puede preguntarse si no hubiera convenido más a los intereses de las élites ceder y aceptar las reformas de los Gracos.
Al final, lo que triunfó fue el rupturista Augusto, que modificó el sistema al tiempo que pretendÃa que lo estaba restaurando.
+ Sabemos que un sistema polÃtico ha empezado a descomponerse, cuando los polÃticos dejan de jugar limpio y de respetar el espÃritu de las leyes y comienzan a torcerlas e incluso a vulnerarlas para ajustarlas a sus intereses. Cuando Tiberio Sempronio Graco para que saliera adelante su reforma agraria, logró que las asambleas populares depusieran al Tribuno de la plebe Marco Octavio, que estaba vetando el proyecto, rompió con la constitución romana. Y ésa no fue la única infracción que cometió. Lo malo es que vulnerar las leyes es un juego muy atractivo y al que pueden jugar todos. Una vez se ha comenzado, es muy difÃcil parar.
A este respecto, se me ha venido a la cabeza lo que ha ocurrido últimamente con el Tribunal Supremo de EEUU, una institución compuesta por nueve miembros, que ejerce un gran poder. El 26 de septiembre de 2020, poco más de un mes antes de las elecciones, el Presidente Trump designó a una jueza para cubrir la vacante dejada por la muerte de la magistrada Ruth Bader Ginsburg. La práctica hasta entonces habÃa sido dejar la decisión al siguiente Presidente. Trump no violó ninguna regla escrita, pero su decisión indica un deseo de controlar el Tribunal Supremo a toda costa. Biden ha llegado a la Presidencia encontrándose con un Tribunal Supremo compuesto por seis conservadores y tres liberales, una situación que podrÃa prolongarse por muchos años, dado que el puesto es vitalicio. Parece que estarÃa estudiando la posibilidad de ampliar el número de magistrados del Supremo, lo que diluirÃa la actual ventaja conservadora. En sà eso no violarÃa ninguna ley, pero cuando empezamos a jugar con las leyes, podemos terminar muy mal.
+ Es clave que los sistemas polÃticos sean inclusivos, que el conjunto de la ciudadanÃa sienta que sus opiniones cuentan y que es en su interés proteger el sistema. La plebe romana dejó de sentirse representada por el sistema en tiempos de Mario y se convirtió en un elementos disruptivo, preparado para la violencia y para subirse al carro del hombre fuerte que más le prometiese en cada momento.
La crisis financiera de 2008 es posible que haya representado para muchos algo parecido a lo que debió de representar el fracaso de la reforma agraria de los Gracos para la plebe romana. De pronto, gente que no habÃa generado la crisis, se vio perdiendo sus casas y sus empleos, a la vez que sus impuestos iban a rescatar a aquellos que sà que habÃan generado la crisis. Esto es una simplificación, desde luego, pero en polÃtica lo que cuentan son las percepciones y una simplificación tiene siempre más posibilidades de triunfar. El hecho es que desde la crisis de 2008 en las democracias occidentales hay un grupo creciente de ciudadanos, que creen que la clase polÃtica tradicional ya no le representa y que está dispuesto bien a seguir a un lÃder populista, bien a adoptar posiciones anti-sistema.
+ Los populismos emergen cuando los ciudadanos han dejado de creer en el sistema y las instituciones y piensan que un lÃder fuerte y anti-sistema les dará las soluciones que los polÃticos tradicionales no han sido capaces de darles. Hitler jamás habrÃa sido nada más que un polÃtico marginal en la Alemania posterior a la II Guerra Mundial, pero en 1933 con una República de Weimar muy tocada por la Gran Depresión y la amenaza comunista, fue el lÃder del partido más votado. Donald Trump habrÃa caÃdo en los primeros compases de cualesquiera primarias celebradas en los 50, los 60 y los 70, pero en 2016 barrió a los restantes candidatos republicanos.
No quiero ser agorero, pero un repaso al último siglo de la República romana sugiere que no vamos bien.
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