“No puedo pensar en ningún otro edificio construido por el hombre que sea tan altruista como un faro. Fueron edificados solo para servir”.
Con estas palabras, el dramaturgo irlandés Bernard Shaw, significaba la encomiable labor que estas vetustas construcciones han desempeñado a lo largo de la historia. Por eso, cuando el pintor de batallas, Augusto Ferrer-Dalmau, conmemoró a través de su arte el centenario de los cuatro primeros aeródromos del Ejército de Aire, y el de nuestra centenaria torre de señales de la Base Aérea de Cuatro Vientos, esta última fue la elegida por el artista para protagonizar su segunda obra aeronáutica: ‘Aviadores, después de la tormenta’.
La Torre de Señales de Cuatro Vientos ha sido, y es, testigo de la historia. Tal y como dicta el prólogo de “Cien años de la Torre de Señales, Base Aérea de Cuatro Vientos”, en memoria de Cecilio Yusta Viñas, nuestro espléndido historiador, la torre nació en un periodo apasionante en el que un grupo de pioneros, con una sólida formación científica, marcó el comienzo de la aviación militar. Su presencia testimonial junto a celebridades como Juan de la Cierva, el infante Alfonso de Orleans y Emilio Herrera, hacen de la construcción un aviador más que tuvo la fortuna de asistir a la salida de los Breguet XIX de la Patrulla Elcano, hacia Filipinas, y compartir cartel junto a algunos de los aparatos protagonistas de los Grandes Vuelos de nuestra aviación. Por algo es la torre de señales más antigua del mundo. Y es que lo es.
Aunque el primer aeropuerto que instauró un servicio de control de tráfico aéreo fue Croydon, Londres, reza Marcelino Sempere Doménech, teniente coronel del Ejército del Aire y coautor del libro mencionado anteriormente; y en San Luis, Estados Unidos, se considera que el control aéreo comenzó en Archie League. Mucho antes, desde Cuatro Vientos, nuestros intrépidos aviadores que acababan de volar o esperaban su turno para ello, ya estaban emitiendo veredictos sobre los vuelos en curso, estableciendo así un punto de unión moral entre los apasionados de diferentes armas y procedencias. La Torre de Señales se elevó sin que nada escapase a su control, constituyéndose como “el balcón que domina la tierra santa del primer aeródromo de España”.
Por todo esto, no sorprende que, recientemente, el Ministerio de Cultura y Deporte haya declarado Bien de Interés Cultural (BIC) a la torre de control más antigua del mundo. Desde que el coloso de diecinueve metros se proyectó en 1919, ha estado acompañando el carácter expedicionario de todos los aviadores que formamos parte del Ejército del Aire, como también compartirá los retos a los que nuestra institución deba enfrentarse en el futuro. Un edificio que, más que una construcción, es un referente simbólico del que aprender por su silencio reflexivo, su adaptación al presente y el orgullo que desprende de su propia historia.
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