hughes el 26 dic, 2013 Estuve solo una vez en la redacción de La Gaceta. Fui con Bustos a saludar a Carlos Dávila, que por entonces dirigÃa el periódico y que me dejó una divertida sensación de no haberme leÃdo nunca. Al paso me salieron algunos periodistas muy serios que me miraban con desconfianza. Luego fui sabiendo que no era nada personal, que eso era la mirada profesional. Recuerdo que allà dentro yo me preguntaba quién pagaba tanta infraestructura, de dónde salÃa el dinero para tanto pupitre y tanto ordenador. Es algo que me pregunto constantemente, sobre todo en Madrid. Por eso me extrañó siempre la sorpresa posterior, porque todas las burbujas requieren la fingida inocencia, una cooperante credulidad. También me pregunté siempre si habÃa derechas para tanto papel. Lo de La Gaceta era una derecha reactiva, yerta y cruciforme que con la crisis empezó a hacerse marginal y convulsiva, como todo lo hambriento. A mà me llevó allà Maite Alfageme, que en tiempos de amar revueltos (prefiero este tÃtulo por sus posibilidades sexuales) transmitÃa un asombroso entusiasmo por la profesión. A mà todo ese esfuerzo me provocaba una respetuosa melancolÃa a pesar de que lo miraba externamente. Ella alumbró allà más de una vocación, quizá (quise ver siempre yo) transmitiendo un legado de afinidades y gustos que en ella venÃa de ABC y el mismÃsimo Campmany. No sabÃa yo qué hacÃa en ese elenco de firmas preocupadÃsimas, de declamadores de una derecha sin sistema, de niños bien y niñas aún mejor, pero empecé a escribir un par de columnas a la semana, de espacio suficiente y tema general, polÃtico o costumbrista. Luego se convirtieron en contraportada veraniega y, después, a medida que el periódico se iba reduciendo, en cuatro columnas semanales de televisión. Recuerdo que el dÃa que tuve que mandar la primera columna me puse malo. Salà de mi trabajo medio descompuesto y al llegar a casa me metà en la cama. No conocÃa yo ningún lector de La Gaceta, pero me sentÃa como Mónica Pont  debutando en la CompañÃa Nacional de Teatro Clásico. Supongo que el periódico deja más acreedores que lectores, pero allà trabajaron jóvenes muy capaces (algunos con un conmovedor entusiasmo cercano al fetichismo) y profesionales muy dignos lastrados, quizás y sin quizás, por el peso ideológico de una derecha con braga de hierro (como para volar con un jeté…). Estas personas llegaron a conseguir que durante un instante ese negocio de improbable supervivencia quisiera parecer un auténtico periódico, elevando en mucho las aspiraciones panfletarias del sórdido entrepreneur. actualidad Comentarios hughes el 26 dic, 2013