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Una escuela del Opus (Leído en @HerreraEnCOPE)

Salvador Sostres el

Una joven de origen indio denunció hace unos días en una carta abierta que tres alumnos de la escuela Viaró, situada en las inmediaciones de Barcelona y regida por el Opus, la habían insultado en el metro.

Al enterarse, el colegio expulsó a los tres chicos durante unos cuantos días, les obligó a disculparse con la muchacha, se disculpó también el director en nombre del centro y ha invitado a la chica a conocer la escuela para mostrarle cómo trabajan y que el insulto y el racismo no forman parte de sus enseñanzas. Además, Viaró aplicará otras medidas reeducativas como que los chicos participen en alguna actividad de carácter social fuera la escuela.

Ha sido una respuesta rápida, ejemplar y ejemplarizante, en claro contraste con la indiferencia e incluso el encendido aplauso con que se celebran los insultos y las agresiones a los católicos, no sólo en el metro sino en todas partes.

La cantidad de sandeces, falsedades y mayúsculas burlas que tenemos que soportar los católicos a todas horas, sobre todo de los partidos de la izquierda y de los sectores sociales más incultos e invertebrados, que por desgracia son mayoritarios, nos recuerdan a nuestras catacumbas fundacionales y más recientemente a las iglesias incendiadas.

No hay partido de izquierdas que se precie que no quiera revisar el concordato, ni marginar de la concertación a las escuelas religiosas. El anticlericalismo es atroz. El bombardeo a la idea de la familia como eje vertebrador de la sociedad es constante.

Mientras tanto, en la misma Barcelona, la iglesia de Santa Anna abre cada noche sus puertas para que puedan dormir en ella decenas de clochards que no quieren acudir a los albergues municipales porque no les dejan entrar con sus carros o sus animales de compañía.

Siempre el insulto, siempre el desprecio, siempre la burla, siempre el resentimiento, siempre el concordato como si les debiéramos dinero, cuando si no fuera por la Iglesia el Estado del bienestar colapsaría.

Pero al final, quien sabe ser grandioso en silencio y cuando yerra ser humilde, reconocer en público sus errores, tomar medidas y disculparse, es un colegio del Opus. Quien abre las puertas a todos, de verdad y sin condiciones, es la Iglesia. La cruz es nuestro estandarte y cargamos con ella, tal como nos enseñaron, con libertad y amor.

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