Juan Fernando López Aguilar es, según su propia versión de los hechos, víctima de su Ley de Violencia de Género, la que aprobó siendo ministro de Justicia de Zapatero.
Porque Aguilar proclama lo mismo que otros hombres que se han considerado injustamente tratados por esta ley. Que la acusación es falsa (“No soy maltratador, todo es falso”). Que la imputación es “consecuencia del divorcio”. Que los divorcios producen “trastornos de personalidad”, en este caso, a su ex-mujer.
Y aún más, otro elemento esgrimido por hombres que se han sentido víctimas de acusaciones falsas, que todo esto es una venganza de su ex-mujer por haber decidido divorciarse de ella. Lo afirmaba de la siguiente manera en COPE:
“Se me ha advertido que si seguía adelante con mi propósito se me podía causar un daño irreparable a mi imagen pública, un daño irreparable en mi reputación, un daño irreparable en mi trabajo político. Y, efectivamente, se me ha hecho daño, es la materialización de una advertencia y hasta de una amenaza prolongada en el tiempo”
¿Reacción habitual de un maltratador, como interpretaban hasta ahora los socialistas para todos los demás procesos de violencia de género?
O ¿un caso, el del propio ministro que hizo la Ley, que vendría a probar la solidez de algunas críticas a la Ley de Violencia de Género?
Por el momento, la reacción no habitual ha sido la del propio PSOE que ahora sí cree en la presunción de inocencia para este acusado de violencia de género. Incluso cree en el silencio. Lo ha dicho Adriana Lastra, la Secretaria de Politica Municipal del PSOE, que ha optado por un “prudente silencio” y por “no cuestionar ni a la supuesta víctima ni a quien se le acusa de haber maltratado a su pareja”.
Pues hasta este preciso caso no era así. El PSOE jamás mantuvo un prudente silencio. Siempre dio por supuesto que el acusado de malos tratos era un maltratador, al menos hasta que se demostrara lo contrario.
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