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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

La vida de Chet Baker, solo para unos pocos

La vida de Chet Baker, solo para unos pocos
Álvaro Alonso el

Chet comía en el hogar familiar de Oklahoma como un diablo y seguía flaco como un galgo. Un día su padre, músico, le trajo un trombón. Era demasiado grande y pesado. Hasta que en su once cumpleaños el padre lo volvió a intentar con una trompeta. Aquello, recuerda Chet, fue amor a primera vista. Según el testimonio de su madre Chet se sentaba junto a ella para escuchar una hora de radio todos los días en el porche. El niño se aprendía de memoria las canciones y las tocaba con su trompeta, que le acompañaba a todas partes. Dejó la escuela pronto y montó una banda local. El profesor de música decía que nunca llegaría a nada. Luego, años después, el mismo profesor mandó una carta a los padres felicitándoles y reconociendo su error, pero seguía sin dar crédito a lo que estaba escuchando.

Preocupados, decidieron alistarle en el ejército. Chet Baker pasó seis meses alistado con el ejército en Alemania. Allí descubrió los discos V, unas grabaciones exclusivas que llegaban de ultramar para las tropas norteamericanas, con grabaciones de Stan Kenton, Woody Herman, Charlie Parker y Dizzy Gillespie. Chet hizo todo lo posible por salir del ejército cuanto antes. Se inventó una incapacidad para hacer sus necesidades junto al resto de compañeros. Cuando fue verificado que esto ocurría, lo mandaron a un centro sanitario, hasta que obtuvo la incapacitación definitiva y pudo salir.

Comienza así su andadura como músico, tiene menos de veinte años y recorre los locales de Los Ángeles en busca de trabajo. Su primer trabajo fue con Vido Musso, un clarinetista de origen italiano que se pasó al saxofón y que grabó junto a Stan Kenton. Hasta que en 1952 pide una audición a Charlie Parker. Afuera la luz brilla y dentro reina la penumbra cuando Parker le pide que toquen juntos un par de piezas. Al terminar, Chet supo de la boca de Parker que había elegido el camino correcto. El director de Pacific Jazz recuerda cómo bromeaba en esos días al teléfono con Miles Davis, diciéndole que acababan de descubrir un trompetista blanco que los iba a dejar sin empleo.

 Comienza a actuar en los locales nocturnos, pegados uno al otro, en los que se estaba gestando el jazz de la costa oeste, el “cool jazz” como lo llamaban despectivamente los músicos de Nueva York . Primero es contratado para formar parte de la banda de Charlie Parker, luego –recuerda Chet- lo contrata Stan Getz, y finalmente será Gerry Mulligan quien lo incluirá en su famoso cuarteto. El 2 de septiembre de 1952 graba con Gerry Mulligan el solo en My Funny Valentine que dará a conocer el “estilo Chet”, un soplo tímido que es casi un murmullo, el sonido de unas notas suspendidas en el aire a punto de desvanecerse. La originalidad de Chet Baker, unido a su presencia física, al estilo de James Dean, y su amor a ser fotografiado y a la fotografía, que él mismo practicaba, lo llevan a ser rápidamente encumbrado como un nuevo fenómeno que traspasa las fronteras del circuito del jazz.

Comienza a recibir premios importantes, no solo como trompetista, sino también el premio al mejor cantante de jazz gracias a su voz única, un arrullo de una intimidad  apabullante. Este premio es el que más sorprendió al joven Chet, por ser concedido por detrás de Nat King Cole. A partir de aquí todo ocurrió muy rápido, como un sueño, momentos de vida que discurren en el estudio, junto a los mejores músicos de jazz de la historia, rodeado de mujeres bellísimas a las que seducía en apenas 20 segundos, siempre con una fiesta a su alrededor, una miríada de admiradores atraída por su natural encanto. Tan natural poder de seducción como era su talento natural con el instrumento. Chet, recuerdan los músicos que tocaron con él, no precisaba preparar nada, sabía de inmediato el lugar en el que se encontraba. Estaba dotado de una intuición natural para la música que muy pocos intérpretes poseen. Todo lo hacía parecer fácil.

La moneda lanzada al aire cae y sale cruz. Los testimonios de dos de sus tres mujeres no le dejan en muy buen lugar, no tanto por el trato, sino por la sensación permanente de ausencia, de abandono. Chet Baker no sentía apego por su familia, ni por sus mujeres e hijos. Se lanzó de cabeza a disfrutar del lujo, los coches Alfa Romeo SS, las mujeres, hasta que llegó la droga  dura, el speedball, una mezcla de cocaína y heroína, cuya primera parte del asunto era tan fuerte –recuerda Chet- que apenas podía soportarse la impresión. Y con la droga las complicaciones y la caída.

El propio Chet, al que recuerdan como un gran manipulador en su propio beneficio, se ha regodeado en recordar el famoso incidente en el que cinco hombres negros le esperaron en el hotel donde se alojaba y sin más aviso le destrozaron la mandíbula inferior centrando sus golpes en los dientes, que le quedaron partidos en trozos. Una lesión grave, pero fatal para un trompetista. Chet daba varias versiones de lo ocurrido, medias verdades todas ellas, lo que es cierto es que querían hacerle daño y sabían quién era. Tras reconstruirse la dentadura y la mandíbula Chet tuvo que trabajar en turnos de siete a once de la noche en una gasolinera, pasando por temporadas en las que no le faltó el hambre y el frío.

Es 1968 y Chet Baker vive en el olvido más absoluto, hay quien dice que ha muerto. Tiene que aprender de cero a tocar la trompeta y vuelve gracias al apoyo de Dizzy Gillespie. Ahora su estilo posee una mayor seriedad y un toque de desgarradora desesperanza. Se suceden las grabaciones con pequeños grupos, de trío o cuarteto. Y su leyenda va creciendo, hasta que en 1988, tras la última gira europea de un par de años antes, es encontrado su cuerpo sin vida al pie de un balcón de un hotel de Amsterdam. En el brazo, tenía agarrada una trompeta.

Chet Baker dijo ante la cámara de Bruce Weber, el autor del documental Let´s Get Lost (una cinta estremecedora que nos adentra a lo largo de dos horas en la vida del músico en esta su última gira) que su vida había sido “una sucesión de grandes momentos, algo que solo pueden llegar a tener unos pocos”. Su biografía es fabulosa, tiene todos los ingredientes para ser llevada al cine. En septiembre de 2015 se estrenará en el Festival de Cine de Toronto el primer biopic sobre Chet Baker, Born to Be Blue, de Robert Budreau con Ethan Hawk como protagonista.

Cuando en el concierto en el Ronnie Scott´s donde compartió escenario con Van Morrison y Elvis Costello, éste le preguntó por si nunca se le había pasado por la cabeza escribir su biografía, Chet Baker contestó: “Sí, sí, lo empecé a hacer. Y paré, porque pensé: da igual, de todas formas, no se lo van a creer”.

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