Triple campeón del mundo de MotoGP, en 2013, 2014 y 2016, Marc Márquez perdió el título 2015 ante Jorge Lorenzo por su ansiedad para ganar siempre y como fuera. El bizcocho que denunciab Rossi fue su ansiedad, no un pacto con su compatriota mallorquín. Este año ha vuelto a caer en el mismo pecado. Eligió mal los neumáticos en Qatar, en el asfalto arenoso de Losail, y fue superado por Valentino, para ver cómo Maverick Viñales, un debutante, ganaba de calle en Arabia. Llegó a las Termas argentinas de Río Hondo advertido y no escuchó. Cuidado con la ansiedad. Es su problema. Márquez se cayó en su anhelo por acercarse a Viñales.
Marc se ve reflejado en Maverick. En su arrojo, en su clase. Joven y descarado. La diferencia es que el gerundense es menos agresivo que el ilerdense. El mar de la Costa Brava suaviza el carácter, dicen. Márquez es un piloto que no admite guardar la ropa, quiere ganar siempre, no se conforma con ser segundo y eso suscita problemas cuando su moto no es la mejor.
Ahora, Alzamora ha cogido a su pupilo en privado y le ha hablado claro. Hay que puntuar y no jugársela siempre al borde de la caída, porque el cero es lo peor. El Mundial lo conquista quien más carreras acaba entre los cuatro primeros. Marc lo sabe. Ese mensaje duro y crudo se lo dio Emilio hace dos años, cuando perdió la corona por sus ceros. Alzamora, su apoderado, le ha dicho que no se repita la historia, esa que según Napoleón siempre se repite.
Márquez se refunda. Debe sumar puntos por encima de todas las cosas. Lo sabe. Tiene que volver a ser candidato al título. Ganarse esa condición de favorito y aspirante que antes de comenzar el Mundial era sabida, compartida. Marc se reinventa. Maverick se lo exige con sus triunfos. Márquez parte de cero. Nunca mejor dicho.
Vendiendo Motos
por
Tomás González-Martín
Viñales provoca la refundación de Marc Márquez
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