Carmelo Ezpeleta, el CEO del Mundial de Motociclismo, fue criticado por muchos cuando, hace una década, acudió al box de Valentino para aplaudirle en Cheste cuando Hayden le quitó el título en una última carrera inolvidable. Rossi se había merecido la corona, pero tres roturas de motor de su Yamaha y una caída en Valencia, nada más arrancar, le privó del cetro. Ezpeleta no fue aplaudirle porque Nicky no se mereciera el entorchado. Fue al box a darle ánimos porque era un gran campeón que asumía su derrota. Ezpeleta acudió a dar palmas al italiano, mientras la gloria rodeaba a Hayden, porque Rossi era y es el emblema del campeonato. El piloto mediático. El hombre que ha sabido ganarse a la afición dentro y sobre todo fuera de la pista. El director general del Mundial le aplaudía porque Rossi es, deberá y debería ser eterno en el Mundial. Porque Valentino no podía desanimarse. Porque el motociclismo necesita a Valentino. Hoy, diez años después, la historia se mantiene. El motociclismo crece porque Rossi ha vuelto a aspirar al título en el ecuador de la treintena, dando un ejemplo de trabajo sacrificado a los jóvenes que intentan emularle y que no terminan de derrocarle.
El resurgir de Rossi con la Yamaha le ha colocado en la cabeza del Mundial y los aficionados acuden en masa a los circuitos para presenciar este pelea entre el veterano, Lorenzo y el joven Márquez, ganador de las dos últimas ediciones, que ahora se ve superado por el viejo campeón y por el hombre que venció a Valentino en su propia escudería, Jorge. Hoy, Marc se acerca a los dos, tras dos victorias consecutivas, pero no tendrá fácil ganar el campeonato. Y los seguidores viven con ilusión este renacimiento de Valentino, que con su sabiduría se ha situado líder del cotarro, mientras Jorge se acerca carrera a carrera a su compañero de equipo y Márquez intenta la proeza contra ambos.
Valentino es el primero en la clasificación porque es quien mejor sabe leer el funcionamiento de los neumáticos. Está en cabeza del pelotón porque no se cae y sabe sumar puntos. Márquez acumuló varios ceros que le han condenado a un combate contra el tiempo y contra todos.
Ezpeleta es feliz. Y los hombres que tienen que vivir de este negocio, también. Porque Valentino vende. Vende entradas, vende productos, vende asistencia a los entrenamientos y a las carreras. Y además vende lo mejor del motociclismo: sumar 19 años en el Mundial es un ejemplo de dedicación en un deporte que exige trabajo constante para no quedar descolgado. Que Rossi pelee contra Lorenzo y Márquez a su edad es una demostración de perseverancia y amor a un trabajo muy duro. Crivillé, por ejemplo, sufrió vértigos que le obligaron a dejar la moto. Rossi vuela hoy a 350 kilómetros por hora al lado de lebreles mucho más jóvenes. Y les hace sudar. Y lucha por su octava corona en MotoGP, para igualar el récord de Agostini.
Como señala Lorenzo, Rossi les ha hecho crecer a todos. El italiano ha elevado al Mundial a la consideración de espectáculo que supera al propio motociclismo. Valentino ayuda a los chavales con la creación de un equipo de Moto3. Correrá hasta que el físico se lo permita. Hasta los 40, si aguanta. El Mundial le pide que nunca se baje de la moto. La afición le exige que nunca se retire de la pista. Los seguidores acuden a verle con ilusión para vivir la posibilidad de celebrar su décima corona en todas las categorías. Si Rossi vuela, los seguidores acuden a las gradas para disfrutar con él. Es un mito viviente que además gana. El mejor espejo para la juventud. Valentino nunca debe retirarse. Cuando tenga ochenta años, que le pongan de pie en la moto, como al Cid en el caballo, y que salga a la batalla. Solo con verlo asustará. Ezpeleta será quien le suba a la moto. Y nosotros estaremos detrás por si se caen los dos. Que Rossi se suba como sea y corra. Es lo que nos gustará siempre.
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