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Marc Márquez vuelve a dar miedo

Tomás González-Martín el

Segundo en Assen, triunfador de nuevo en Sachsenring, el retorno al éxito de Marc Márquez tras unos meses desastrosos, por culpa de su ansiedad por ganar, han puesto al paddock temblando de preocupación. El niño ha vuelto. Sus prisas por ser siempre el primero le traicionaron en Montmeló y le dejaron con un cero más en el casillero que le hizo recapacitar. No hay mal que por bien no venga. Perder varias carreras consecutivas y hundirse en el pozo viene bien a los campeones para resurgir de la nada y volver a ser el número uno.

Reunido intimamente con su psicólogo, hablando diariamente con su mejor ayudante, Emilio Alzamora, el bicampeón del mundo de MotoGP renació de las cenizas quemadas en Montmeló para demostrar de nuevo que es el mejor. Márquez adujo en su circuito más conocido, el familiar, el de Barcelona, que se cayó cuando era segundo por rodar detrás de Valentino sin tener moto para seguir ese ritmo. Si hubiera sido tranquilo, como Lorenzo, habría sumado veinte puntos y no habría pasado casi nada. Si hubiera sido mentalmente pausado, como lo es Jorge, tampoco habría sumado otro cero anteriormente en su casillero y ahora estaría a veinticinco puntos de Rossi. Pero quizá Honda, entonces, no hubiera reaccionado tan rápido. Ni él se habría reunido consigo mismo, con su cabeza, con su conciencia, para hacer borrón y cuenta nueva de una crisis de comportamiento acelerado, extremo, todo o nada, que debía superar con el renacimiento de su confianza, controlada, en sí mismo.

Marc se quejó a HRC hace meses: “La moto no va como la Yamaha, tenemos problemas”. Las caídas del ilerdense fueron una advertencia grave para Nakamoto, el responsable directo del equipo Honda Racing Corporation ante la multinacional japonesa. Y la fábrica ha mejorado la montura. Mientras Márquez meditaba con sus ayudantes su forma de pilotar, Honda mejoraba la máquina. Mientras el sucesor de Rossi escuchaba que no podía seguir cayéndose ni jugándosela de esa manera, la moto llegaba a Alemania lista para reaccionar con las manos de un talento natural, MM93.

Márquez retornó a las pistas en el circuito alemán de Sachsenring remozado mentalmente. Se acabaron los riesgos absolutos. Es verdad que él no sabe correr para ser tercero. Pero debe saber mantener un podio. Llegó al pequeño trazado de la antigua Alemania del Este y arrolló. Desbordó a Lorenzo, que salió muy bien, y se escapó. Venció con el aura del año pasado, cuando sumó diez victorias consecutivas. Y Valentino comienza a pensar que el adversario no es Jorge, sino Márquez. Y Lorenzo volvió a pensar que el enemigo no es Rossi, que el adversario no se encuentra en su equipo, sino en Honda, y vuelve a ser Marc, ese compendio de clase, ambición y valentía.

Queda medio campeonato y Márquez se encuentra a 65 puntos de Valentino y a 52 de su compatriota. En Honda afirman con su diplomacia habitual que ahora piensan en ganar carreras, no en el título. Pero sus dos adversarios de Yamaha ya asumen que el pupilo de Alzamora es el gran rival. El único. 

HRC masculla, en su seno interno, que el mago ha vuelto para dominar una vez más el Mundial. Las lágrimas de Nakamoto tras el triunfo lo decían todo. El título es posible. El triplete es factible. El mejor piloto del planeta ha recuperado la esencia. 

Aquel chaval de quince años al que Rossi recibió con un coche de juguete en sus manos en 2008 quiere impedir ahora que el italiano campeonísimo alcance su octava corona de MotoGP, igualando a Giacomo Agostini. Valentino ha recuperado un rendimiento inesperado, lleva dos años superando a Lorenzo y tenía la ilusión de obtener su octavo cetro de la cilindrada grande, dada la crisis de Marc. En el ecuador del campeonto, VR46 es líder de la clasificación general. Pero Márquez ha vuelto. Y da miedo. Si Nakamoto llora, es que en el Mundial llueve. Valentino y Lorenzo han sacado el paraguas. Porque regresa el diluvio universal de calidad. Si Márquez se encuentra bien, es insoportable. Inaguantable. Insuperable. Invencible.

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