Se acabó la mano blanda que la Comisión de Carrera del Mundial tenía con los listos del “paddock”. Simoncelli en los últimos años, como Melandri en 1999 frente a Alzamora, se ha aprovechado de la permisividad de los jueces disciplinarios para poner en vilo las vidas de Barberá, de Kallio y ahora de Pedrosa.
Paul Butler le expuso a Marco en Montmeló, el jueves, que a la próxima jugarreta será castigado con una carrera de suspensión. La sanción que Lorenzo sufrió justamente en Malasia 2005 después de hacer una mala acción en el Gran Premio de Japón. “Me sentí como un preso”, dijo entonces Jorge. Aprendió la lección. La misma que habría aprendido ya Simoncelli si le hubieran impuesto similar rapapolvo cuando realizó un movimiento peligroso en la recta de Mugello, hace tres años, que casi le cuesta la vida a Héctor Barberá. Claro, que cuando se admitió que Melandri intentara tirar a Emilio Alzamora en 1999, en aquella tensa lucha por el título de 125, la visión de los pilotos es que la ley de la selva es la única que existe. Ahora, Sofuoglu ha provocado las múltiples fracturas de tibia y peroné a Julián Simón porque su ansiedad le fuerza a toparse con quien rueda delante sin pensar en su seguridad. Este turco es un buen piloto y no ha acabado ni una carrera. Siempre cae o tira a alguien. No puede ser. Butler le ha citado el próximo jueves. Le advertirán, como a Marco, y le dirán que a la próxima no correrá un gran premio. Es lo que dice el Reglamento. Lo que debería haberse aplicado siempre. Así no se producirán incidentes como el de Zarco, que echó a codazos a Terol en la carrera de 125. Le impusieron 20 segundos de retraso y perdió la carrera. Este ya ha aprendido. Faltan Simoncelli y Sofuoglu. Ni una más.
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