Es un ejemplo para todos los jóvenes. En esta época de ninis, de un buen porcentaje muchachos que ni estudian ni trabajan, de chavales que solo esperan el fin de semana para tomar copas baratas, de chicos resignados que han perdido la fe y la voluntad de estudiar y de buscar un trabajo, Valentino Rossi es el espejo para todos. Un cristal que hace daño, porque refleja esfuerzo, sacrificio, talento y una voluntad de hierro para llegar a lo más alto y ser el mejor piloto de la historia del motociclismo universal. Un ejemplo duro de asimilar, porque muchos reconocen en su seno interno que no han tenido ni la voluntad, ni el sacrificio ni la tenacidad para conseguir algo. El italiano es un referente para ellos. Ojalá que le imiten.
Valentino ha dicho muchas veces que los jóvenes deben perseguir lo que les gusta y luchar por ello. El italiano amó la moto desde niño y peleó para llegar al Mundial. En los años 94 y 95 ya destacaba. Y en 1996 se estrenó en el Mundial. Ahora cumple su vigésima temporada en el campeonato. Desde el primer día sobresalió por su arrojo, su descaro y su valentía. No respetaba nada ni a nadie en la pista, en el sentido de que le metía la moto a todos los rivales, aunque fuera el campeón del mundo vigente. Se subía por los pianos de los circuitos para ganar. Porque el siguiente campeón iba a ser él. Primero, en la categoría de 125. Luego, en la cilindrada de 250. Y finalmente, el rey de MotoGP desde 2001 a 2005 y en 2008 y 2009. Siete coronas en la cumbre de las dos ruedas.
Ahora, con 36 años, busca la octava. Es líder del Mundial, presionado por Lorenzo. Si consigue el cetro, igualará la plusmarca de Agostini, ocho entorchados de MotoGP. Y si Valentino no lo logra, continuará siendo un ejemplo para los jóvenes. Hay que tener mucho talento y más voluntad para seguir combatiendo a los 36 contra pilotos como Lorenzo, Márquez y Pedrosa, que suman bastantes años menos y han nacido casi con las motos electrónicas de la actualidad. Y les planta cara. Y les gana. Un ejemplo, chavales.
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