Es inolvidable la foto de Márquez, con quince años, regalando un coche de rallys en miniatura a Valentino. Sucedió en 2008. Marc ingresaba como novato en el Mundial de 125 y quería conocer a su ídolo de la tele. Seis años más tarde, el ilerdense se estrenaba en la cilindrada reina y conquistaba el Mundial de MotoGP como el mejor debutante de la historia al más alto nivel. Una temporada más tarde, el español suma ocho victorias de ocho carreras y camina hacia su segunda gran corona. Y Rossi, el campeón eterno, ha definido la situación de este dios frente a todos los pilotos terrenales: ” Marc quiere ganar todas las carreras y nosotros solo buscamos vencer en una, es la diferencia”.
No se pueden decir tantas cosas en dos frases. Pedrosa, Lorenzo y el italiano no pueden con este joven de 21 años que no conserva ni las piernas ante la adversidad. Se la juega en cada gran premio. No permite que Lorenzo le venza en Mugello, al borde del accidente, ni admite que Dovizioso triunfe en Assen bajo un peligroso aguacero, que puede provocar una caída con roturas. Nada. Ahora es líder con 72 puntos de margen sobre Dani y Valentino. Tres carreras de distancia. Y el campeón español subraya que arriesgará en otras tres, las que tiene de ventaja. Y así hasta el final.
Es un ambicioso de al calibre que piensa vencer en todas las citas de la temporada, si le dejan. No cree en reservarse. Hay que crear historia, leyenda, no solo celebrar el título. Márquez sueña con mucho más. Con hitos, récords. Los vio conseguir a Valentino y él desea emularle, superarle. Acumula 13 triunfos en MotoGP en dos campañas, 39 grandes premios en total. Y mira los 122 éxitos de Agostini y no lo ve imposible. Ni los 106 de Rossi. Ni los 90 de Ángel Nieto. Estamos ante un icono del motociclismo. Disfrútenlo mientras puedan y él quiera. Dentro de diez años le recordarán y le añorarán. Si es que ha dejado de ganar.
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