Oti Marchante el 21 feb, 2015 Se han podido leer muchas cosas acerca de “El francotirador”, la última película de Clint Eastwood, como que no es más que propaganda para votantes republicanos, o que es pro yanqui,o que es una exaltación de la violencia…, y banalidades aún mayores, pero también se han podido leer algunas otras con algo más de contenido “útil” y no tanto en lo tocante a su ideología (todos los que creen saber cuál es la ideología de Clint Eastwood y la de esta película pueden saber, en el mismo lote, cuál es la de John Ford y una parte sustanciosa de su filmografía) como a sus muchas cualidades cinematográficas, y se apuntan algunos momentos bélicos, algunas escenas, que tal vez están entre las mejores que se hayan rodado nunca, como las de la tormenta de arena. Y también se ha subrayado la precisión formal y moral de su escena final, un prodigio de intención y descaro. Algunos han preferido obsesionarse con detalles absolutamente inanes (como el muñeco-bebé) que yo tiendo a pensar que ha puesto ahí Clint Eastwood como quien pone una zanahoria para un asno… Me lo imagino diciendo: “sí, sí, descaradamente de plástico, verás lo contentos que se ponen los críticos cuando descubran que me han pillado en un renuncio tan ridículo”. Aunque ciertamente creo, como escribo en la crítica que he publicado en ABC, que Clint Eastwood es mucho más profundo que sus analistas, también creo que está un poco perdido ante la enormidad de lo que quiere decir su película sobre él, los suyos, su compatriotas, sus congéneres, sobre el compromiso, el sabor salado y el regusto de la violencia, detestable, como la guerra, pero sobona, engatusadora… ¿Alguien ha encontrado en “El francotirador” alguna línea de pensamiento a favor o en contra de los conflictos bélicos y políticos en ese avispero del mundo?… Quién crea haberla visto, se equivoca. Lo que sí hay es una línea de pensamiento a favor de lo suyo, o los suyos, y una sinceridad aplastante de dónde está el punto de vista: nosotros y ellos… Se necesita un hombre como Chris Kyle, tan primario y tan profundo, para recoger todo el trallazo de lo que quiere contar Eastwood, que lo ubica en Irak, pero igual podría estar en una llanura del western y con una lucha a muerte entre “indios” y “americanos”… ¡Es que los iraquís son la resistencia y los americanos son los invasores!, argumenta cualquier politólogo con el fin de quebrar las grandes cualidades cinematográficas y narrativas de la película, y ante eso, ¿qué hacer?… Pues nada, no vas a entrar en Ford o en Hawks, o en las banalidades de si los “indios” eran resistencia o invasión… Por cierto, todo el rollo ese del mundo que se divide en corderos, lobos y perros pastores que impiden que los lobos se coman a los corderos, y que a algunos les ha parecido la gran novedad y una intolerable reducción de lo que es el mundo, pues no es otra cosa que lo que cualquiera puede ver en lo mejor de la filmografía de Eastwood, ¿o es que hablaba de algo distinto en “Sin perdón”, y William Munny era otra cosa que un perro pastor?… ¿O tal vez que a la conciencia del “compromiso” le es más fácil recolocarse cuando la escabechina de sangre y violencia se hace en defensa de una mujer, una prostituta, una trabajadora, que en defensa de una causa mucho más diluida y difícil de vender en el mercadillo de la plaza como es mi familia, mi patria y mi Dios…? Entiendo que Clint Eastwood no tiene ni un solo complejo (visible, al menos), y también entiendo que el que mire la película esté lleno de ellos, y de lemas y consignas, y de creencias en las que probablemente no cree. De todos modos, nadie le podrá negar a Eastwood la capacidad de maravillar a medio mundo e irritar al otro medio. Otros temas Comentarios Oti Marchante el 21 feb, 2015