Nicole Kidman está francamente bien dentro del traje de Gracia de Mónaco, y la Princesa Gracia de Mónaco está francamente bien dentro la imagen que le encuadra la película de Olivier Dahan. No entiendo el problema que tienen los Grimaldi de ahora con la idea que proyecta esta película sobre ella, ni tampoco sobre el Príncipe Rainiero, pues ambos quedan la mar de bien tanto en lo político como en lo humano y familiar. Los problemas de “Grace de Mónaco” están justo en el lado contrario: Grace Kelly es una diosa, y su revelación monegasca la convierte en un paladín de la libertad de los pueblos y de la política internacional, además de en una mujer que supo sacrificar su deidad hollywoodiense por causas más nobles. Y al Príncipe Rainiero le faltaba un palmo para llegar a su altura, más o menos como a Tim Roth para llegar a la de Nicole Kidman.
La crisis política entre Mónaco y Francia a principio de los años sesenta le da un leve aire de “thriller” a la película, y la crisis personal de Grace Kelly entre sus cometidos principescos y la llamada de Hitchcock para ser Marnie, le proporciona otro soplo de conflicto interior. Yo creo que es una peli correcta, que tiende a ponerse engolada en ciertos momentos, que se pasa un puntito en sus ganas de crear emoción personal e histórica y en su vocación de biopic de santuario, y que deja poco en la historia del cine y algo más en la historia de sus atractivos personajes. Los que sí podrían quejarse de la película son los familiares de Charles DeGaulle, que queda hecho un piltrafillas. O los de Hitchcock, que sale como un pobre gordito allí al fondo…
Pero voy a darle una vueltecilla a mis primeras impresiones para escribir una crónica con algo más de sentido. Espero.
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