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Blogs Una de piratas por Oti Marchante

Ángel o Diablo?

Oti Marchante el


  


Un hombre es obligado a bajarse de un autobús en plena noche y en un pueblo perdido. Lleva un dólar en el bolsillo y un traje que lo delata: es un vividor, un chulo. Acude al neón de un bar como lo haría una polilla, y allí se choca frontalmente con ella, o ellas. Él es Dana Andrews, un tipo que nunca necesitó un segundo gesto para aparentar dureza; ella es Linda Darnell, las curvas previas hacia el camino a la perdición, el lado oscuro, una mujer cuya mirada hidratante reaviva la piel reseca de los deseos de esos parroquianos de pueblo y de bar. Y luego está Alice Faye, la chica, la solución moral… Puro Preminger en una película tan negra de por sí que ni siquiera necesita sujetarse en las barandillas del género para desbordar sordidez y sombría esperanza.


Esa barra de bar, iluminada de tristeza, falta de ilusiones y de incertidumbres, y llena de la presencia agresiva, fascinante y perturbadora del frontal de Linda Darnell y del dorso del traje de Dana Andrews, calado de sombrero y de argucias de chalán… Otros clientes están y miran, pero su peso en el plano se diluye con la naturalidad del hielo en el whisky.


¿Dónde estamos?… ¿En qué lado de la barra?… ¿Quiénes son nuestros ángeles y quiénes nuestros diablos?… Miramos, vemos, pero ¿pesamos en el plano?… ¿Tenemos siquiera la importancia suficiente para que nos engañe la chica, o el chalán?… ¿Nos daremos cuenta de ello?


No sentirse engañado es casi lo mismo que no ser engañado.


Bien. De acuerdo. Casi…


No sentir que se engaña no impide, en cambio, ni engañar ni que alguien se sienta engañado.


O tal vez sólo seamos el cenicero de la barra. A veces, nuestro día parece susurrárnoslo claramente: no le des más vueltas, sólo eres gente.


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