En mis afanes terapéuticos, este fin de semana lo dediqué nuevamente al NO. La de cosas que No he hecho, que No he visto y que No he leÃdo. Pero señalaré algo que sà he hecho, he visto y he sentido. El documental que Lian Lunson hizo sobre Leonard Cohen y titulado ‘I’m your man’. No creo que haya en él algo cinematográficamente excepcional; es más, si en vez de mirar a Cohen hubiera mirado, un suponer, a David Bisbal, la cosa no creo que fuera tan hipnótica.
Cohen es un tipo excepcional, alguien que ha sabido extraer el polvillo de oro que contienen las palabras más comunes, como desengaño o dolor, que ha hecho de la golferÃa santidad y de la santidad golferÃa. Alguien con una voz que no se refleja en los espejos, como los vampiros, y con algo muy, muy importante además de estilo: cosas que decir de lo que a los demás nos deja mudos, o sordos, o simplemente secos. Y que le ha sabido sacar atisbo de color a la profunda oscuridad.
Uno puede entretenerse como un jubilado al sol con la turba de ideas de canciones suyas como ‘Tower of song’, ‘Suzanne’, ‘Aleluya’ o la propia ‘i’m yoir man’…, o verle la vuelta del ojo en la indiscreta y rencorosa ‘Hotel Chelsea’, pero hay en todo lo que dice o sugiere algo muy cercano a la razón suprema y que se podrÃa resumir de modo prosaico en un verso suelto de una de sus canciones…, algo asà como que a todos nos gustan las rosas con los tallos largos.