Oti Marchante el 05 may, 2010 Elena Anaya y Natasha Yarovenko, en contrapicado No es ningún secreto que no soy medemófilo, pero esta película suya, “Habitación en Roma”, me ha parecido mucho más sustancial e intensa que ninguna de las anteriores. No tiene muchos secretos, un par de mujeres en una habitación de hotel, pero sí tiene, en cambio, muchas entretelas y sugerencias, todas alrededor de ese sentimiento, fugaz o eterno, que es el amor, o si se quiere fortificar, la pasión. Por primera vez, me ha gustado la desfachatez de la cámara de Medem, tan (pre)potente, tan lírica, tan en el borde de lo cursi, pero tan valiente (sólo un tipo temerario es capaz de sustanciar en imágenes sus ideas del flechazo y el lienzo de una piltra). Sus personajes y las actrices que los encarnan son tan perfectos y hermosos que no cabe ni un hilo de vulgaridad en la relación que roen en la pantalla. También demuestra Medem algo casi imposible: una habitación es también el mundo entero, y por una vez (según yo) sus diálogos llenos de “medemidad” están untados no sólo de pretensión poética, sino también de poesía (o de sentimiento, no sé). Hay imágenes, momentos, realmente asombrosos, aunque eso es algo que siempre supo construir este director, pero aquí adquieren su importancia en lo horizontal, y no en lo vertical ni de puntillas (aunque sea de puntillas cuando consiga alguno de esos momentos grandes). No uso sombrero, pero me quito el sombrero que no uso ante este ejercicio soberbio e inclasificable de cine brumoso y encantador. Y celebro, por fin, hablar bien de una película de Medem. Otros temas Comentarios Oti Marchante el 05 may, 2010