Pablo M. Díez el 16 mar, 2008 Eran las nueve de la noche y estaba en la habitación del hotel, viendo en el ordenador las fotos que había tomado de las patrullas de antidisturbios en Xiahe, cuando alguien llamó a la puerta. Eran dos hombres y una mujer que, placa en mano y con una sonrisa de oreja a oreja, se identificaron como agentes de la Oficina de Seguridad Pública. La verdad es que ya me esperaba algo así y empezaba a extrañarme que no me hubieran echado el guante todavía, sobre todo después de que dos agentes de paisano me hubieran grabado por la tarde mientras fotografiaba a los soldados y de que el recepcionista me hubiera pedido el pasaporte para hacerle una fotocopia a mi visado, donde pone que soy periodista. ¿Le ha gustado nuestra ciudad? ¿Ha visitado el monasterio de Labrang?, preguntaron sin interesarse por mi nombre ni mi profesión. Una información que, por otra parte, ya sabían y que saltaba a la vista en una mesa llena de papelotes y con dos cámaras de fotos, un cuaderno garabateado y un ordenador portátil con la antenita desplegada para conectarse a internet mediante telefonía móvil en cualquier parte de China. Cuando les dije que el monasterio me había parecido una maravilla, comenzó una larga diatriaba del que llevaba una gorra americana y hablaba en inglés, mientras que el otro le interrumpía a veces en chino y la mujer permanecía en silencio porque, probablemente, era la jefa del grupo. El problema es que ha escogido una época muy mala para venir, porque ya habrá visto que los tibetanos somos gente temperamental con el corazón muy apasionado, explicó refiriéndose, evidentemente, a los graves disturbios que han sacudido a esta ciudad de la provincia de Gansu durante los últimos días, y que han provocado numerosos destrozos. Mejor vuelva en verano, que hace un tiempo más agradable, la hierba está más verde y hasta las mujeres están más guapas, por lo que podemos presentarle a una tibetana que quizás no sea demasiado bella de cara, pero que tendrá un corazón apasionado y le amará para toda la vida, concluyó con las mejores maneras posibles la que, posiblemente, sea la expulsión más amistosa y divertida que jamás he escuchado. La relajación de la charla continuó cuando les conté que tenía previsto marcharme muy temprano a la mañana siguiente, pero que, desde luego, le tomaba la palabra a tan suculenta invitación para el verano. Sin duda, estos tipos no deberían ser policías de la Oficina de Seguridad Pública, deberían estar en la Oficina de Turismo promocionando los encantos de su pueblo y sus mujeres. Similar visita, aunque supongo que con una invitación menos generosa, recibió también una periodista francesa alojada en el mismo hotel, que ayer las pasó canutas hasta llegar a Xiahe. Tras ser detenida en uno de los numerosos controles montados en las carreteras para impedir la entrada de reporteros extranjeros, había dado un largo rodeo por las montañas y hasta había vadeado un río para alcanzar el epicentro de la noticia. Demasiada aventura como para enterarse ahora de que ésta no es la época buena del año y de que es mejor volver en verano. Menos simpáticos parecen haberse mostrado los policías que, según informaba la agencia germana DPA citando al dario Frankfurter Rundschau, han invitado a marcharse del Tíbet a todos los empleados de las ONG radicadas en Lhasa. Una medida que hace temer una represión terrible contra la población local una vez que no queden extranjeros en la zona, puesto que a los periodistas les está prohibido ir allí y se han dejado de conceder permisos especiales para los turistas. Además, el Gobierno chino ha censurado los vídeos de la revuelta tibetana que se habían colgado en el portal de internet youtube. Con su habitual control de la información, el régimen comunista pretende que todo el mundo se olvide de la revuelta tibetana y empiece a pensar en los Juegos Olímpicos de Pekín o en volver en verano a Xiahe. Otros temas Tags censurachinadisturbiosexpulsionpekinperiodistaspoliciarevueltaxiahe Comentarios Pablo M. Díez el 16 mar, 2008
Entrevista íntegra a la Nobel de la Paz María Ressa: “Las elecciones de Filipinas son un ejemplo de la desinformación en las redes sociales”