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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

El terror de las nenas

Pablo M. Díez el

El FC Carl Zeiss de Jena, fundado en 1903 por los trabajadores de esta prestigiosa marca de lentes y objetivos, es un modesto equipo de la segunda división de la Bundesliga alemana que hace tiempo que dejó de aparecer en los medios de comunicación por sus méritos deportivos. De hecho, su pasada gloria se remonta varias décadas atrás a la época de la extinta República Democrática de Alemania, cuando entre los años 60 y 80 ganó varios títulos de liga y hasta llegó a jugar en 1981 la final de la Copa de Europa, que perdió ante el Dínamo de Tiflis.
Pero, con la caída del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania, el Carl Zeiss, también conocido como FCC, se hundió en la segunda división de la dura competición germana y hasta acabó militando en la liga regional.
Ahora, el FCC vuelve a sonar en el mundo deportivo, pero no por haber recuperado su esplendor de antaño, sino por su último fichaje. Y eso que el club de Jena, en el estado de Turingia, no se ha hecho con los servicios de ningún astro brasileño, sino de un joven jugador japonés más conocido también por sus perversos gustos sexuales que por su talento.

Se trata de Naoya Kikuchi, un futbolista de 23 años que participó en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 como miembro de la selección nacional nipona y que, el pasado mes de junio, fue detenido y acusado de actos indecentes. Y es que Kikuchi, centrocampista del Jubilo Iwata, mantuvo a finales de mayo de 2007 relaciones sexuales con una menor de edad en el asiento trasero de su coche.
Según la Policía, la chica, que tenía entonces 15 años, fue abordada por Kikuchi cuando paseaba en bicicleta por Hamamatsu, en la Prefectura de Shizuoka. A cambio de tener estas relaciones consentidas, el futbolista le dio a la muchacha 10.000 yenes (63 euros), pero, de una manera que no está demasiado clara, la cartera de Kikuchi con su carné de conducir acabó en la cesta de la bicicleta de la menor, que acudió a la Policía para devolverla.
Ahí empezaron los problemas para el jugador. Aunque la chica, que no sabía que Kikuchi era futbolista, dijo en un primer momento que la había encontrado en la calle, los agentes no la creyeron y sospecharon que la había robado, por lo que al final acabó confesando lo que realmente había ocurrido.
Kikuchi, que admitió haber escogido a la muchacha porque era muy guapa, fue detenido e imputado y tuvo que pagar una multa por actos indecentes, ya que la legislación nipona prohíbe mantener relaciones sexuales con menores. Además, el escándalo obligó al presidente del Jubilo Iwata a expulsarlo del equipo, al tiempo que la Federación Japonesa de Fútbol lo sancionó prohibiéndole jugar durante un año.
Apartado de la competición desde entonces, Kikuchi ha reaparecido estos días tras ser fichado por el FC Carl Zeiss de Jena, cuyos responsables se han declarado impresionados con sus primeros entrenamientos.
De momento, no se sabe si las madres de esta ciudad alemana están preocupadas por la llegada de este verdadero terror de las nenas, pero lo cierto es que en Japón hay una perversa y obsesiva fijación de los adultos por las menores de edad. Basta con echar un vistazo a los contenidos de algunos comics manga, plagados de violencia y sexo incluso con niñas, o con darse un paseo por Akihabara.
En este barrio de Tokio, plagado de tiendas de electrónica e informática, es fácil encontrar en sus establecimientos vídeos pornográficos protagonizados por menores con coletas o por jóvenes vestidas uniformes de colegialas, un auténtico fetiche para muchos japoneses por sus falditas cortas de color gris y sus calcetines hasta la rodilla.

Debido al materialismo que impera en esta sociedad tan consumista, sobre todo entre los jóvenes, en el imperio del Sol Naciente se encuentra muy extendido el enjo kosai, que literalmente significa citas remuneradas. Bajo esta expresión se conoce una forma de prostitución infantil mediante la cual hombres maduros tienen citas con adolescentes o hasta con niñas de 12 y 13 años a cambio de elevadas sumas de dinero o de carísimos regalos, como los modelos más punteros de teléfonos móviles o las últimas novedades de marcas de lujo como Gucci o Dior.

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