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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Destape en el menú

Pablo M. Díez el

Cuando me pasaron este anuncio por debajo de la puerta de mi apartamento, lo primero que pensé es que se trataba de una de esas tarjetas promocionando masajes 24 horas que, en realidad, no son más que tapaderas poco disimuladas de la prostitución, a domicilio en este caso.

¿Qué puede vender un anuncio con semejante modelo, aparte de a sí misma?

Llámenme simple por no entender los caracteres pero, al margen de mi calenturienta imaginación, todo indicaba que se trataba de “algo”, como mínimo, erótico: la modelo despampanante con curvas de vértigo y perfil prominente (tanto por delante por detrás), su atuendo ligerito y provocador, los taconazos (un clásico del fetichismo), la gran interrogación que oculta su rostro (pero no su pelo cayéndole por la espalda) y una pregunta en mandarín que, sin saber lo que significa, casi invitaba a llamar al número de teléfono que viene justo debajo para averiguarlo.

No había duda: se trataba de otro de esos anuncios de “señoritas” que utilizan como reclamo a famosas actrices o modelos, en lugar de poner a las auténticas “masajistas” que llaman luego a la puerta de los incautos que pican y piden sus servicios. ¿Pero quién se sigue creyendo la publicidad a estas alturas?

Sin embargo, la sorpresa vino cuando le di la vuelta a la hoja y, en lugar de encontrarme una imagen todavía más sugerente, aparecen las fotos de estos menús.

La realidad era, sin embargo, era mucho más mundana: la modelo promocionaba estos platos combinados a la china para lucir palmito como ella.

Creí que algún estúpido anuncio de un restaurante pringoso se había quedado pegado al reverso de tan escultural modelo y, rojo de indignación por tal insolencia, intenté separar las hojas. Pero no había manera: estaban unidas y formaban parte de un extraño conjunto unitario.

¿Qué significaban, entonces, estos platos de comida detrás de una señora tan maciza? Estaba claro que se trataba de un anuncio, ¿pero de qué? Por algún extraño motivo, y no me pregunten por qué, no podía quitarle ojo a la imagen de la modelo. ¿Qué podría estar intentando vender, si no era a sí misma? ¿Medias negras? ¿Zapatos de tacón? ¿Diminutos “tops” ajustados? Es que, seamos sinceros, tampoco hay mucho más en la foto. Siendo imaginativos, se nos podrían ocurrir otras cosas como champú para el pelo y hasta operaciones de cirugía estética o un gimnasio para que cualquier mujer pudiera poner su rostro sobre tan bien formado cuerpo.

Como suele ocurrir, la verdad era mucho más mundana. Todas estas preguntas tenían su respuesta al otro lado de la hoja, concretamente en los cuatro platos combinados a la china (carne, verdura, arroz y leche de soja) que se promocionaban como la dieta perfecta para lucir un palmito como el de la modelo. Para mi decepción, descubrí que se trataba en realidad del anuncio de un restaurante. Conscientes de que el sexo sirve en todo el mundo para vender desde colonias hasta ropa pasando por coches y lavadoras, los publicistas chinos también han introducido el destape en el menú. Y aquí no ocurre como en España en los 70, cuando las actrices debían desnudarse por exigencias del guión – ya se sabe que en aquella época las mujeres se duchaban cada diez minutos y era muy normal que justo en esos momentos alguien llamara a la puerta o al teléfono y ellas tuvieran que salir corriendo como Dios las trajo al mundo –. En China, ahora, las modelos han de quedarse en cueros por exigencias de la carta. ¡Y como no es rica su gastronomía!

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