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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

China, entre el poder colectivo y el personalismo de Xi Jinping

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Tras la celebración la semana pasada del trascendental VI Pleno del Comité Central del Partido Comunista de China, su secretario general y presidente del país, Xi Jinping, ha reforzado su poder al ser nombrado el “núcleo” del autoritario régimen de Pekín. Tan singular denominación, propia de la vieja propaganda comunista, le confiere a Xi el mismo estatus que tuvieron líderes pasados como el “padre de la patria”, Mao Zedong; el artífice de la apertura al capitalismo, Deng Xiaoping; y el impulsor del despegue económico en los años 90, Jiang Zemin. Pero no el sucesor de este y antecesor de Xi, Hu Jintao, una figura mucho más gris que protagonizó un mandato colectivo para satisfacer a todas las facciones del Partido.

El presidente de China, Xi Jinping, se lució como un nuevo Mao en el Desfile de la Victoria contra Japón el año pasado.

En el poder desde 2012, Xi Jinping ha mostrado un estilo personalista basado en la acumulación de poder que le asemeja a Mao, el “Gran Timonel” que dirigió la República Popular China con puño de hierro desde que la fundó en 1949 hasta su muerte en 1976. Toda una paradoja porque su padre, el héroe revolucionario Xi Zhongxun, fue purgado por Mao y él mismo tuvo que ir a trabajar al campo durante la “Revolución Cultural” (1966-76). Estos días, la prensa oficial advertía que “China necesita un líder fuerte como Mao y Xi cumple ese perfil”. Todo ello a pesar de sus desmanes, que costaron millones de vidas en el “Gran Salto Adelante” (1958-61), y de que el progreso de China se ha producido, precisamente, por dejar atrás el comunismo para abrazar de lleno el capitalismo más salvaje.

Rompiendo con la herencia de Hu Jintao, cuya debilidad provocó la proliferación de la burocracia y la corrupción, Xi ha vuelto a centralizar el poder en sus manos. Además de eliminar a sus rivales internos con una purga anticorrupción que ha castigado a un millón de funcionarios y cuadros del Partido, entre ellos altos cargos políticos y militares, ha construido el culto a su personalidad con el control de los medios, que lo llaman “Xi Dada”, el padre de esta China del siglo XXI. Gracias a dicha propaganda y a su mano dura contra la corrupción, se ha ganado el apoyo de la ciudadanía, que sin embargo desconoce que su fortuna familiar y sus propiedades ascienden a 350 millones de euros – como reveló Bloomberg en 2012 – porque la censura bloquea cualquier información crítica con la cúpula del régimen. De igual modo, la censura borró de internet en abril que su cuñado, Deng Jiagui, aparecía en los “Papeles de Panamá” por tener empresas en paraísos fiscales como las Islas Vírgenes Británicas.

Dando un paso más en la consolidación de su figura, que también ha proyectado internacionalmente en sus cumbres con mandatarios extranjeros, Xi Jinping se ha erigido en el “núcleo” del Partido Comunista. ¿Pero qué significa exactamente eso del “núcleo”? Para muchos analistas y la Prensa internacional, indica que Xi podría perpetuarse en el poder más allá del fin de su mandato en 2022. Con el fin de evitar dictaduras personalistas como la de Mao, las normas no escritas del régimen establecen que cada presidente gobierne durante diez años. Xi, que llegará al ecuador de su mandato en el Congreso del Partido Comunista que se celebre el próximo otoño, teóricamente debería designar a su sucesor en dicho cónclave dándole un puesto en el todopoderoso Comité Permanente del Politburó. Formado por siete miembros, todos ellos menos dos – el presidente Xi (63 años) y el primer ministro, Li Keqiang (61) – se retirarán entonces por superar los 68 años que marca la jubilación para los dirigentes chinos.

A un año del Congreso, se han abierto todas las especulaciones sobre esta lucha de poder en el régimen chino. Mientras algunos expertos creen que Xi Jinping prolongará su mandato después de 2022, otros creen que no se atreverá a romper las reglas del juego. Pero no sería la primera vez que lo hiciera porque ya ha violado la norma que impedía defenestrar a antiguos mandatarios. Entre ellos figuran el anterior responsable de la Seguridad del Estado, Zhou Yongkang, condenado a cadena perpetua por corrupción; Ling Jihua, “mano derecha” del expresidente Hu Jintao; y el número dos del Ejército, el general Xu Caihou, quien falleció el año pasado mientras era investigado.

“De un modo u otro, Xi se perpetuará en el poder porque ha usado muy bien el fortalecimiento de China para promover sus valores autoritarios”, predice Hsu Szu-chien, presidente de la Fundación de Taiwán para la Democracia.

Xi Jinping, con la cúpula del régimen al término del anterior Congreso del Partido Comunista.

Pero, al mismo tiempo que la propaganda lo eleva a la categoría de “núcleo” del régimen comunista, la agencia Xinhua insiste en la necesidad del liderazgo colectivo en China al recordar que “ninguna organización del Partido ni individuo debería suprimir o minar su democracia interna”. Un claro aviso a navegantes que, para algunos expertos, choca con el personalismo que quiere imponer Xi Jinping. Como suele ser habitual en el hermético régimen chino, la respuesta definitiva no se conocerá hasta la celebración el próximo otoño del XIX Congreso del Partido Comunista.

Aunque todavía falta un año, ya han empezado las quinielas para dicho cónclave, donde se renovará la cúpula del régimen. Al superar en esa fecha los 68 años, la edad de jubilación para los dirigentes chinos, está por ver si se retira Wang Qishan, el brazo del presidente Xi Jinping en su cruzada anticorrupción. Si continúa en su puesto, abriría la puerta a que Xi Jinping se perpetuara en el poder más allá del fin de su mandato en 2022.

Para reforzar su poder, el presidente Xi también podría reducir la cúpula del régimen, agrupada en el Comité Permanente del Politburó, de siete a cinco miembros. Entre los nombres que suenan para entrar en tan selecto grupo destacan Chen Quanguo, secretario del Partido en la conflictiva región musulmana de Xinjiang, y Hu Chunhua, su responsable en la provincia industrial de Cantón (Guangdong).

Para imponer a hombres de su confianza, el presidente Xi Jinping ha neutralizado a sus posibles rivales internos recortando el poder de la Liga de las Juventudes Comunistas, un departamento del Partido del que han salido importantes líderes, como el anterior presidente, Hu Jintao, o el actual primer ministro, Li Keqiang. Como este se encarga de la economía, que sufre su mayor ralentización del último cuarto siglo, y no avanza en su liberalización ni en la privatización de las empresas estatales, su papel se halla en entredicho, pero no parece probable que sea destituido en el Congreso del próximo año porque aún no ha alcanzado la edad de jubilación.

A tenor de algunos expertos, Xi Jinping está rompiendo el tradicional equilibrio de fuerzas entre las dos principales facciones del régimen: la formada por la “camarilla de Shanghái” que lidera el expresidente Jiang Zemin y la que componen los dirigentes salidos de las Juventudes Comunistas. Forjando su propio círculo de poder, está situando en altos puestos a los aliados que hizo en su época al mando de las provincias de Fujian y Zhejiang. Extienda o no su mandato, algo que realmente nadie sabe, lo único claro es que Xi Jinping maniobrará este año para colocar durante el próximo Congreso del Partido Comunista a sus aliados en la cúpula del régimen.

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