Pablo M. Díez el 06 nov, 2007 A escasos metros de la Ciudad Prohibida de Pekín, justo enfrente de su muro occidental, resiste a duras penas el último refugio de una de las tradiciones culturales más antiguas de China. Se trata de un pequeño y rudimentario estudio de 13 metros cuadrados que no aparece en las guías, pero que merecería los honores propios de un museo de prestigio. En lugar de eso, lo que le espera a este diminuto taller es, con toda seguridad, la demolición que ya se ha cobrado en Pekín miles de hutongs, los típicos y estrechos callejones con casas bajas de ladrillo gris. Porque en esta China obsesionada con la modernización, donde se construyen futuristas rascacielos de cristal, imponentes galerías comerciales y autopistas de varios niveles las 24 horas del día, cada vez hay menos espacio para los vestigios del pasado. Es el caso de las máscaras basadas en los rostros de los personajes de la ópera de Pekín, que elabora, de manera artesanal, Guan Zhizhong, nacido hace 63 años en la capital china. Tras más de dos décadas de trabajo, se ha ganado merecidamente el título de rey de las máscaras no sólo por la belleza de sus obras, sino también por su capacidad de innovación. Y es que Guan Zhizhong ha aportado una nota de originalidad a un arte milenario como la ópera china, cuyos prototípicos personajes aparecen en escena con el rostro maquillado de forma que el público los identifique inmediatamente. Esta costumbre, presente ya en las dinastías Song (960-1279) y Yuan (1271-1368) y que cobró su máximo apogeo bajo la estirpe Ming (1368-1644), atribuye un color determinado al carácter del personaje. Así, el rojo indica valentía y lealtad; el negro denota dureza e independencia; el amarillo significa ambición; el púrpura, serenidad; el azul, astucia; el blanco, traición; y el verde, impetuosidad y tozudez. Además, para los bufones o payasos de la Corte Imperial había otra modalidad llamada xiaohualian, que consistía en pintar la cara ligeramente alrededor de la nariz y los ojos para remarcar las dobles intenciones del personaje. Por eso, en la pared del taller cuelgan más de un centenar de máscaras de todos los colores con los personajes más famosos de la ópera china, desde el general Zhang Fei, héroe del clásico Romance de los Tres Reinos, hasta Cao Cao, el maquiavélico primer ministro de la Dinastía Song que ordenó la muerte del héroe nacional Yue Fei. Mi favorito es Guan Yu, un general del período de los Tres Reinos (230-280), que es la cara roja más típica por su coraje y por la fidelidad que demostró al emperador Liu Bei, explica Guan Zhizhong. Al artista le encantaba pintar de niño y le habría gustado acudir a la Facultad de Bellas Artes, pero cuando terminó sus estudios en 1963, era el Gobierno quien decidía el futuro de los chinos. De hecho, a Guan Zhizhong lo enviaron a una fábrica de Pekín. Como si fuera una condena, allí pasó 20 años confeccionando piezas metálicas y consagrando sus pocos ratos libres a dibujar paisajes que le servían para evadirse de la cruda realidad, marcada por la Revolución Cultural (1967-77) y por la lucha de poder que siguió a la muerte de Mao Zedong. En 1983, y animado por la tímida apertura que comenzaba a apreciarse con Deng Xiaoping, el hasta entonces obrero decidió dejar su trabajo y dedicarse a pintar máscaras de la ópera china. Lo hice por puro pragmatismo, ya que, al ser más baratas, las vendía mejor que los paisajes, que en esa época costaban la friolera de 100 yuanes (10 euros), aclara el pintor. Para perfeccionar su estilo, además, Guan Zhizhong estudió con los maestros de la época, como Zhao Menglin, Tian Youliang y Gao Rongkui, por lo que adquirió una gran destreza técnica en la combinación de los colores. Pero la verdadera inspiración le llegó un día paseando por la calle de antigüedades de Liulichang. En un escaparate vi una estatua de Buda con dos caras y fue como una revelación, indica Guan Zhizhong, quien desde ese momento ha revolucionado este arte ancestral pintando máscaras con dos rostros, alargadas, de perfil, en miniatura, gigantes, e incorporándoles barbas postizas, como las que caracterizan a los reyes en la ópera china. Para ello, el artista utiliza una arcilla que deja reposar durante un año con el fin de que no se agriete. Cada día, modela unas 80 máscaras de pequeño tamaño durante las ocho horas que dura su jornada laboral. Después, tarda entre dos y tres días más para pintarlas, antes de ponerlas a la venta por unos precios que oscilan entre los 150 yuanes (15 euros) y los 1.000 yuanes (100 euros), según el tamaña de cada creación. Entre sus obras más destacadas, hay que resaltar aquéllas que simbolizan apreciados caracteres en mandarín como fu (suerte), lu (prosperidad), shou (longevidad) y xi (felicidad). La maestría de Guan Zhizhong ha sido ampliamente reconocida, como demuestra la exposición de sus piezas que le dedicó el Museo Nacional de Arte de Pekín en 1987. Además, sus máscaras aparecen en las series históricas que emite la televisión pública china (CCTV). Resistiéndose a los nuevos tiempos, las caracterizaciones de la ópera se refugian, de momento, en el humilde estudio del rey de las máscaras chinas. Al menos hasta que la especulación urbanística y la fiebre por lo moderno que ha contagiado a China lo derribe para construir en su lugar una carísima casa de lujo con impresionantes vistas a la Ciudad Prohibida. Otros temas Tags artesaniachinaciudad prohibidadinastia songgao rongkuiguan yuguan zhizhonghutongliu beimao zedongmascaras chinasoperapekinrevolucion culturalromance de los tres reinostian youliangyue feizhao menglin Comentarios Pablo M. Díez el 06 nov, 2007
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