Lo prometido es deuda. Quienes me siguen en twitter (@agonzalezv33) pueden comprobar que cuando anuncio un especial sobre un artista, cumplo con mi palabra. Un premio como el “Pulitzer Especial” por aportar tanto, y tan bueno, a la cultura musical estadounidense, lo merece.
Hablar de Aretha Franklin, es hacerlo sobre la gran diva de la música que proviene del alma. Nació en 1942, en Memphis (Tennessee), el lugar donde reside gran parte de la industria musical americana. Fue criada en las iglesias de Michigan, es la creadora de un nuevo género en los años 60 y, a su vez, ganadora de varios premios internacionales.
La “Reina del Soul”, el estilo que basado en el Góspel y el Rhythm and Blues elabora una mezcla cuyo resultado lleva a los intérpretes a cantar con el “Alma”, nos dejaba en agosto del año pasado. Casualidad que aquel día 16 un servidor anduviera de vacaciones por Londres, lugar de donde es la “Diva del Soul británico”, Amy Whinehouse. Una chica que salió de las bonitas y a la vez llamativas calles de Candem Town. Como buen coleccionista de periódicos, conservo la portada del “The Times” dedicada a Aretha.
Franklin era hija de un predicador bautista, esos cristianos protestantes que bautizan mediante inmersión. Un hombre que fruto de sus infidelidades, se separó de la madre de la cantante, y se llevó a su hija con él a Michigan. Asentados en Detroit, y debido a la portentosa voz que tenía, comenzó a dar sermones y predicar en Iglesias de la zona. La madre de Aretha era Barbara “Bernice” Siggers Franklin. Fue vocalista y pianista, y para algunas personalidades como Mahalia Jackson, era una de las mejores cantantes de Góspel del país.
A la temprana edad de doce años, la tercera de cuatro hijos de la familia Franklin, comenzó a cantar en la Iglesia de New Bethel. Uno de sus primeros temas, a mediados de los años 50 fue “Never Grow Old”.
He oído hablar de una tierra en la hebra lejana,
Es una hermosa casa del alma.
Construido por Jesús en lo alto, donde nunca moriremos,
Es una tierra donde nunca envejecemos.
Nunca envejecer, nunca envejecer,
En una tierra donde nunca envejeceremos.
Nunca envejecer, nunca envejecer,
En una tierra donde nunca envejeceremos.
“Never Grow Old”, Aretha Franklin, 1956.
Tras unos años dedicados casi en exclusiva al Góspel, Aretha Franklin se muda a Nueva York a comienzos de los 60. Firma un contrato con el sello Columbia Records y su música da un giro. Se abre hacia el Rhythm and Blues y el Jazz de Louisiana, junto con los ritmos “Boogies” y “Doo-wop” del momento. Es una época en la que también triunfan otras estrellas como James Brown, Ray Charles o B.B. King. Aun así, Aretha consiguió hacerse un hueco entre los más grandes del momento a base de temas como éste “Rock-a-bye your baby with a Dixie Melody”.
No llores más mi señora
Canta esa canción otra vez para mí
Hola pequeño Joe, es como si
Me tuvieses en tus rodillas
Te voy a dar un millón de besitos de bebé
En el minuto que cantas a ese río Swanee.
Rockea un adiós, Rockea un adiós, bebé, con una melodía del Sur.
“Rock-a-bye your baby with a Dixie Melody”, Aretha Franklin, 1964
A partir de 1967, es cuando Aretha Franklin encuentra su verdadero estilo, y su camino. Con la firma por Atlantic Records, vuelve a sus orígenes de Rhythm and Blues y Góspel y crea un nuevo género musical, el “Soul”, de la mano del productor Jerry Wexler. En esta época es cuando comienza a acumular éxitos con el disco “I’ve never loved a man I love you” donde se incluye su gran tema “Respect”. Una canción, compuesta por Ottis Redding, que fue bandera del feminismo y los derechos civiles. Su etapa más activista. Posteriormente publicaría varios álbumes entre los cuales está uno que se llama “Lady Soul”, que comienza a dar cabida al apodo que se ha ganado con creces en sus 50 años de trayectoria musical.
Lo que quieras Bebe,
lo tengo
Lo que necesites
¿Sabes que lo tengo?
Todo lo que te estoy preguntando
Es por un poco de respeto
Cuando llegas a casa (solo un poquito)
Hey bebé (solo un poquito)
Cuando llegues a casa (Solo un poquito)
Señor (solo un poquito)
“Respect”, Aretha Franklin, 1967.
Fue la primera mujer en entrar en el Salón de la Fama del Rock and Roll. Posee una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, ya que a parte de la música, su papel en varias películas y documentales a lo largo de su trayectoria, elevó su figura. Está presente también en el Salón de la fama del Góspel, y el de los compositores de Memphis, su ciudad natal. Además fue galardonada con varios Premios Grammy, y doctorados honorarios en diversas universidades. Cantó para muchas personalidades, entre ellos, Presidentes del Gobierno de su nación. Aquí os dejo un fragmento del 2015 interpretando al piano su “You Make me feel” haciendo llorar al mismísimo Barack Obama. Un documento único para los amantes de la cultura americana y que pone la piel de gallina.
Una artista que recibió varios homenajes y tributos. Su última actuación en público fue el 7 de noviembre de 2017 en una gala celebrada en Nueva York por la Fundación Elton John en el marco de la lucha contra el Sida.
Tenía una salud delicada, con problemas de peso y una voz perjudicada por el consumo de tabaco. Además, nunca se ha querido revelar la enfermedad por la cual canceló varios conciertos durante sus últimos años de vida. Muchos apuntaban a un cáncer de Páncreas, motivo que se negó hasta el día de su fallecimiento cuando estaba en cuidados paliativos, y todo quedó como una víctima de un tumor neuroendocrino pancreático. Tenía 76 años, aquel 16 de agosto del año pasado.
Pocos días después, la Reina del Soul recibió un emotivo homenaje en la iglesia bautista donde su padre sermoneaba en Detroit (Michigan), el lugar donde grabó su álbum “One Lord, One Faith, One Baptism” y donde se pronunció la misma canción de Góspel que durante el funeral de Martin Luther King Jr. El gran activista de los movimientos civiles de afroestadounidenses, que marchó por la libertad; y que era amigo personal de su padre, el Señor Franklin.
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