La afición del Bernabéu es una novia difícil de conquistar. La han cortejado muchos futbolistas de alcurnia y se hace de rogar. No ofrece cariño con facilidad. Tarda en enseñar sus sentimientos. Pero cuando se entrega, lo da todo. Cuando besa, besa de verdad. Cristiano Ronaldo (Funchal, 5-2-1985) no entendía esa dureza de su pretendida. Ha tardado cuatro años en recibir el cariño absoluto. Cuatro temporadas en las que ha ofrecido sus mejores actuaciones, solo superadas por el Di Stéfano estelar de 1955 a 1961. Ahora, CR7 ha comprendido a esta novia vestida de blanco. Mira, observa, juzga y finalmente, ella, la afición, dice sí o no. Ahora, ella le adora. Porque le considera único. Solo el gran Alfredo de aquellos años supera al Ronaldo de hoy en día. El portugués se ha convertido en un hombre imprescindible. Sus goles son tan majestuosos como decisivos. Si no marca, ella, la afición del Bernabéu, sufre, llora. Ahora, Cristiano es amado sin cortapisas. Se siente casado de blanco. Ella ha dicho sí, te quiero. Falta que él quiera, ahora, casarse con ella. Florentino Pérez deberá refrendar ese matrimonio. Mientras todo se decide, él, CR7, piensa ofrecerle lo mejor frente al Manchester y frente al Barcelona. Quiere brindar con ella por la Copa de Europa y la Copa del Rey. Es dífícil. Pero más duros han sido estos cuatro años de noviazgo. Cristiano puede decirlo bien alto, en inglés, portugués y español: el que la persigue, la consigue.
Otros temas