Ha sido el más grande y solo se dice ahora, pero durante dos décadas solo escuchábamos sus amores con las drogas y sus excesos en la comida, en la bebida y en las mujeres. Hay que decirlo: ha sido el mejor artista con el balón, un genio. No era inteligente, como demostró en su vida con sus amistades nocivas, pero en el campo se transformaba y sacaba una magia que nadie tuvo con esa zurda de platino que ponía la pelota donde quería. Pero lo malo del mundo actual en el que todo se televisa es que la imagen que se ha dado de Maradona en todo el mundo hablaba de las drogas, de lo malo, quizá por a necesidad primitiva del hombre de ver cómo un estrella cae más bajo que tú. Es la envidia, que es en verdad admiración, pero las televisiones son cainitas y siempre han caído en es deseo de hundir al triunfador porque eso consuela a los que nunca triunfarán. Pues a pesar de todo, nadie ha pido superar su enorme clase en el césped. Y su grandeza, que la explosión mundial corrobora. Nápoles, Barcelona, Sevilla y Argentina entera le rinden homenajes. En su país es velado en la sede gubernamental. Pocos pueden decirlo.
Diego fue el primer futbolista estelar que pudo verse por televisión en todas las situaciones. Por eso se profundizó tanto en su caída en las drogas. Pero se ha televisado menos cuando habló de esa drogodependencia y de los consejos que daba los jóvenes para no caer en ella. Sin embargo, eso no vendí, lo bonito no vende, siempre se destaca lo malo. Pues yo me quedo con lo más importante de Diego Armando, que era su calidad futbolística inigualable y su generosidad con los demás.
Maradona ha sido técnicamente el mejor futbolista de la historia. Su zurda era como si sus cinco dedos cogieran el balón. Sus regates eran susurrantes toques de bota. Sus disparos a puerta eran inesperados. Sus vaselinas enamoraban. Y sus golpes francos lanzados con primor eran un sello que nadie ha podido copiar.
Fue el futbolista más masacrado por las patadas en tal manera que sus lesiones fueron el prólogo de la actuación arbitral que vemos hoy para cortar aquella violencia. Maradona ha sido el futbolista que más veces en la historia ha jugado infiltrado, porque le daban durísimas patadas a la altura de la rodilla y de los tobillos en cada partido. Terminaba cada encuentro con los tobillos inflados y no le importaba. Quería jugar y al siguiente partido allí estaba, en el campo. Eso no lo aguantarían hoy muchos futbolistas. Fue aquella violencia la que propició el cambio del que hoy disfrutan Messi y Cristiano. Ha sido grandioso en el balompié. Y ha sido igual de grande en su generosidad. Eso solo se rememora ahora, pero no se dijo durante cuarenta años.
Nació en una familia numerosa muy pobre y sabía lo que era sufrir. Su generosidad era tan extrema como esa podredumbre que soportó. Supo lo que era no tener nada y por todos los sitios dónde paso su generosidad era ejemplar. Veía gente por la calle y les daba dinero para comprar comida o ropas de abrigo. Si un futbolista de un equipo le decía que reloj tan bonito se lo quitaba y se lo regalaba. Se preocupaba de la gente que encontraba tirada por la calle, sin casa. Sabía lo que era no tener un trozo de pan ni un buen sitio de abrigo. De eso hablan muy pocos ahora, sí, cuando ha muerto, pero durante 35 años no se ha recordado.
Hay que decirlo: cometió muchos errores, no era nada inteligente, siempre se reunió con los peores, todos chuparon de su dinero. Cada vez que le veíamos tenía una troupe de 30 personas que iban a su alrededor y le sacaban todo. Lo vivimos a su lado. Lo vimos, tanto en Madrid como en Barcelona. Hablabas con él y era agradable, simpático. Los moscones que tenía a su alrededor para controlar sus entrevistas y dirigir sus movimientos económicos ensuciaban su imagen.
Recuerdo que uno de esos protectores nos pidió 200.000 dólares por hacerle una entrevista de una hora. Era un dineral y los presuntos amigos de la estrella decían que la publicáramos en el dominical y que la pagáramos con una televisión. Recuerdo que hubo quien los pagó y el protector se quedó con el dinero. Maradona no vio un duro de ello. Los representantes se hicieron ricos a su costa.
Recuerdo también que en los años 80 un cargo de la Federación Española de Fútbol me decía que terminaría mal, porque detrás de él va mucha gente que vivía de él. Inolvidable cómo satisfacía los caprichos suyos y de los demás. Estando en el Nápoles, alguien de su troupe habló de desayunar en Maxim’s, en París. Diego cogió el teléfono, preparó un avión privado para 24 personas y todos se fueron a desayunar al restaurante francés. Por la tarde regresaron a Nápoles, que había que entrenar al día siguiente. Así era Diego. le sacaron el dinero todos.
Le sacaron el dinero hasta el último día. Nada más ser operado de la cabeza en octubre, le utilizaron por última vez. Tuvo que ir al estadio del equipo que dirigía, el Gimnasia y Esgrima de la Plata, para hacerse la foto del equipo, cuando ya veíamos que no era él, que estaba noqueado. Le sacaron la sangre hasta el final. Le dejaron sin ella. Y ahora le entierran. A los 60 años han dejado de chuparle esa sangre, porque ya no existe.
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