Duante décadas se engordó un monstruo que hoy campa por el fútbol sin ley y es la hora de atajarlo de manera valiente. Hace cuarenta años se permitían las válvulas de escape del fútbol y los toros para insultar, agredir, tirar cosas a los campos y a los cosos y herir de manera grave a la víctima, física y dialécticamente, sin que legalmente pasara nada. Al árbitro Bueno, que era bueno y buena persona, le dejaron ciego de un ojo al lanzar un objeto desde la grada. Hoy, los insultos a los futbolistas se permiten de forma gravosa sin que suceda nada. Sergio Ramos es insultado desde el año 2006 en su estadio, el Sánchez Pizjuán, el coliseo donde triunfó hasta llegar al Real Madrid. Y la Comisión Antiviolencia y el Juez Único del Comité de Competición deben sancionar en su justa medida.
El Sevilla cobró 32 millones por el traspaso de Ramos. Y a Ramos le desean la muerte de viva voz y con pancartas de muerte. Los comités deben cortar por lo sano, porque esto se produce siempre.
El futbolista se siente indefenso. Es un ataque diario a su familia, a su madre, a él cuando va a su antigua casa Los borricos que le insultan han sido sancionados gravemente por el propio Sevilla en otras épocas. Han sido echados de las gradas en otras épocas. ¿Por qué vuelven a tener derecho de pernada para dar una mala imagen del histórico Sevilla?. Es un club al que quiero porque mi padre, cordobés, se hizo sevillista cuando vivió en la ciudad y saltó de su pasión, los toros en esa bonita plaza blanca, al fútbol, el Sevilla en Nervión, sin casi darse cuenta. Mi padre, Pedro, era madridista y del Sevilla, de los dos. Como Ramos. Nunca habría entendido esta situación con Sergio. El jugador se siente herido. Mientras en Sevilla reciben con aplausos a Rakitic y a Dani Alves, a él, que es sevillano y sevillista de sangre, no comprado, le desean que se muera.
El Sevilla no puede permitir que en vez de destacar su éxito deportivo, con tres Europa League en tres años y siempre en puestos de Champions, se hable solo de la violencia de un sector de radicales que piden la muerte a Sergio Ramos. Hay que atajarlo. No beneficia al Sevilla como institución y como equipo.
Los comités federativos y de la Liga tienen que sancionar y no permitir que el fútbol sea un lugar para la violencia física y verbal. Porque a Ramos le querían matar cuando salió del vestuario hacia el autobús del Real Madrid. Y su familia vive allí y debe soportar la agresión periódica de unos ultras que en cualquier país serio estarían en la cárcel.