Benítez le puso contra las cuerdas y ha reaccionado bien. Jesé Rodríguez ha aprendido la lección. No se puede entrenar enfadado porque no se juega. No se puede salir al campo mosqueado porque no se es titular. El canario reconocía que la falta de minutos le hacía pensar de manera negativa. Saltaba al campo y jugaba bien, pero no demostraba todo el potencial que lleva dentro. El entrenador del Real Madrid le advirtió. Le dijo que él trabajaba bien, pero que Lucas Vázquez le pasaba por la derecha a toda velocidad. El gallego era un ejemplo de actitud. Se entrenaba al máximo y cuando salía a jugar lo daba todo. Se exprimía. Jesé aprendió. O afrontaba su situación con moral positiva o perdería el tren blanco. Se lo dijo su representante, Ginés Carvajal. Hay que darlo y demostrarlo todo en diez minutos o en veinte, los que el técnico te conceda. Y ganarse que cada vez te concedan más..
Su cambio ha sido radical. En tres jornadas marcó dos goles, dio otro y fue un puñal para los rivales. Porque Jesé es un futbolista de primer nivel. Porque su clase es excepcional. Su arrancada en cinco metros es inigualable. Su regate es mortal. Su genialidad, demostrada durante muchos años en la cantera, es difícil de encontrar. Pero ser un gran jugador no implica que se sienta una estrella, pues se encuentra precisamente en un equipo repleto de ellas. Hay que asumir ese rol.
El canario era la joya de la corona madridista hasta que una grave lesión le cortó su progresión. Ha pasado un año hasta reencontrar su nivel físico. Ahora ha vuelto a ser el que era. Debe valorar que el Real Madrid no fichó otro delantero porque deseaba consolidar su regreso con minutos y partidos. Tiene la oportunidad de consagrarse. Que no la desperdicie.
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