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Prosinecki, destrozado por las caries y por las infiltraciones

Prosinecki, destrozado por las caries y por las infiltraciones
HORIZONTAL - Prosinecki dribla a un jugador del MTK Budapest, ultimo rival del Croacia Zagreb en la UEFA.-
Tomás González-Martín el

La plaga de lesiones de Bale recuerda la criba de roturas que Prosinecki, Robben y Woodgate sufrieron en su etapa madridista. El yugoslavo es rememorado precisamente en estos momentos porque fue el fichaje más caro de la historia el club hasta ese momento, 550 millones de pesetas en 1991 (por Hugo Sánchez se pagaron 200 millones de pesetas en 1996), lo que actualmente serían en precio de mercado 110 millones de pesetas. Y Robert Prosinecki llegó prácticamente lesionado. Bale costó 91 millones de euros. Y la ansiedad por demostrar su valía ha sido una constante en ambos casos. La gran diferencia es que Bale se cuida y le cuidan con esmero. Prosinecki, sin embargo, representaba la antigua escuela del futbolista.

El yugosdlavo no vigilaba su forma de vida, su convivencia era similar a la de cualquiera persona que no fuera futbolista. El Real Madrid le curó todas las caries en un trabajo especial, diario, pero las infiltraciones sufridas en el Estrella Roja para conquistar la Copa de Europa le destrozaron músculos, tobillos y rodillas de ambas piernas.

El Real Madrid acusó al Estrella Roja de venderle a Prosinecki por 550 millones de pesetas, lo que hoy sería en precio de mercado 110 millones de euros, cuando estaba físicamente roto tras ponerle tantas infiltraciones. Era el jefe de campo del conjunto eslavo y lo demostró. Triunfó, pero le rompieron muscularmente con tales esfuerzos médicos.

Fumador empedernido de «Chester», con una boca repleta de caries, el líder del Estrella Roja, que había ganado la Copa de Europa, solo jugó 73 partidos con el Real Madrid en tres años. Las infiltraciones eran hechos muy clásicos sobre los deportistas en aquella Europa del Este que buscaba reconocimientos como fuera, destrozando a los mejores.

El yugoslavo era simpático, dicharachero, locuaz, cercano, invitaba a cerveza y a Chesterfield cuando hablablas con él en la vieja cafetería de la ciudad deportiva del Real Madrid. Campechano, solo pedía que no le hicieras foto con el cigarro y la cerveza porque no quedaba bien. «La cerveza viene bien después del entrenamiento porque repones líquidos».

¿Se imaginan hoy una foto con un cigarro y una cerveza de cualquier futbolista, guardadas para cuando no juegan bien? Así actúan los paparazzi cazadores de exclusivas que son comida para hoy y hambre para mañana, porque han conseguido que el futbolista se encierre y se aleja de la prensa. El pobre Coentrao ha soportado toda su vida aquella foto con un cigarro en una fiesta, como si fumara un paquete todos los días.

Hace treinta años, eso no era un problema grave. Cruyff y Maradona, por decir ejemplos de figuras, fumaban después de los partidos. Diego Armando lo hacía en la parte trasera del avión, junto a la prensa. Lo mismo que ahora ¿eh?

El yugoslavo fumaba «como un jugador de antes», sí, pero sus problemas principales fueron las caries de una boca sin cuidar y las infiltraciones mensuales que los médicos del estrella Roja le clavaron durante toda una temporada para que disputara todos los partidos de la Copa de Europa, hasta ganarla. Porque Prosinecki y Savicevic eran los jefes y talentos de aquel equipo. De hecho, Mendoza fue a fichar a Savicevic y contrató a Robert, porque le gustó en un gran partido de la Copa de Europa. El infortunio destrozó una buena inversión de 550 millones de pesetas.

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