Sergio Ramos reconoce que todos, jugadores y entrenador, deben hacer autocrítica para analizar qué le sucede al Real Madrid. Hace medio año ganó la Liga más impresionante de la historia de España y frenó el reinado del Barcelona. Hoy, el equipo no juega como la temporada pasada. Su nivel físico acusa el esfuerzo del éxito anterior, rubricado con el maratón de la Eurocopa, que desgastó a los futbolistas españoles y portugueses hasta el final. Las suplencias de Casillas, ahora, y de Ramos, hace dos meses, añaden tensión externa a un problema que inicialmente es puramente futbolìstico. Los hombres de Mourinho no han encontrado la forma de antaño en ningún momento. Solo Cristiano mantiene el rango, pero no tiene la frescura rematadora del curso pasado, cuando cada disparo era medio gol.
Los jugadores más jòvenes afirman que sienten demasiada presión en el campo. Que el técnico debe rebajar la tensión. Mourinho y sus pupilos tienen ahora una semana de reflexión. El día 30 deberían reunirse, estudiar lo que ocurre y abordar la reacción juntos. Hablar a cara descubierta.
Dice el míster que los futbolistas están con él. Que lo dan todo. Es cierto. Pero los profesionales también le quieren decirle que suplencias como las de Ramos e Iker solo generan problemas añadidos. El preparador es quien manda y esas decisiones le avalan, pero si realmente Casillas y Ramos no están para jugar, deberían ser reservas constantemente, y no en uno o dos partidos. Si son toques de atención, como expone el club, se convierten en toques de corneta, de alarma general. Mourinho debe medir las consecuencias. El Madrid, en La Rosaleda, jugó contra el Málaga y contra la conmoción de ver a Casillas en el banquillo. Demasiados frentes abiertos. Algunos, de la propia cosecha blanca.
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