Día 3 en Afganistán: Kabul. Nos tocó día de “ley de murphy”. Teniendo concertada una reunión con un general de división del Ejército Nacional Afgano (ANA, en sus siglas inglesas), en el último momento fue cancelada. “Ha sido llamado por el presidente Karzai para la reunión del consejo de seguridad. Esas reuniones pueden durar o dos horas o diez”, nos comenta el teniente coronel Javier Ruiz Arévalo. Así que nuestro gozo en un pozo.
Sin embargo, la cancelación del encuentro -que tenía como objetivo comprobar cómo las fuerzas afganas empiezan a hacerse cargo de la seguridad en Afganistán, por cierto, desde el punto de vista de un general afgano que ha sido formado en España- nos permite congeniar más con cuatro militares “especiales” en Kabul, un destino en Afganistán más diseñado para puestos en cuarteles generales de ISAF-OTAN.
Este cuarteto es el equipo de protección del general Carlos Aparicio a quien acompañan en los desplazamientos que el mando español realiza a las diferentes autoridades en el centro de la capital. Se trata del sargento 1º Gascón, el cabo 1º Sergio Petit y los dos policías militares Cebellán y Andreu. La conducción evasiva en caso de atentado, ataque o cualquier otro incidente es una de las especialidades de esta unidad procedente del Batallón de Policía Militar I de Bétera (Valencia).
“Un día menos para volver”, saluda otro militar con uno de sus colegas en clara alusión a la fecha del relevo prevista para el mes de julio. Otra visita a un mando afgano (el “deputy” del general al que íbamos a entrevistar) tampoco es posible, el embajador español tampoco accede debido a los diversos permisos a tramitar con la Oficina de Información Diplomática (OID) para que pueda hablar con los periodistas.
Así que… hemos de rendirnos. Lo que no puede ser, no puede ser. No hay más alternativa de continuar nuestro empotramiento con las tropas españolas en el interior de la base del Mando Conjunto de ISAF (ICJ) en el aeropuerto de Kabul donde hay puntos de interés.
Uno de ellos (relajémonos un poco) es el mercadillo afgano situado en su parte posterior. Supuestas gemas preciosas, burkas, efectos militares, botas de trekking falsas, cuencos decorativos tallados en madera o pashminas son algunos de los “regalitos” más demandados por los militares de la base que alberga a 4.500 efectivos de 47 países. Me olvidé, las alfombras (nada voladoras) son la verdadera sensación de este mercadillo en el que el regateo es la base del negocio. “El que atiende se suele llevar un 20% del precio, mientras que el 80% se lo embolsa el propietario de la tienda”, comenta uno de los militares españoles que nos acompaña.
Planificando el trabajo periodístico que llevaremos al día siguiente (hoy domingo damos una buena cobertura de nuestra experiencia de dos días con las tropas españolas en Kabul, con entrevista al general Aparicio incluida) y organizándonos para otras jornadas venideras matamos la tarde. Por supuesto, Fernando Alonso y su calificación para el Gran Premio de Fórmula 1 de Bahréin no puede faltar y es ese momento, coincidiendo con la sobremesa, el que aprovechan algunos militares para reunirse en Casa España.
Anochece en torno a las siete de la tarde en Kabul. Y es precisamente a esa hora cuando el teniente coronel Ruiz Arévalo -por cierto, ha escrito el interesante libro “Militares y oenegés. Reflexiones sobre una relación a veces tormentosa”, del que daremos cuenta estos días- nos comenta una anécdota histórica:
– Sabéis que Alejandro Magno estuvo en Kabul, ¿no? Siempre se dijo que entró en Kabul desde Kandahar por “las montañas blancas”. Algo que nunca entendí pues aquí o todas las montañas son marrones (primavera-verano) o todas son blancas (otoño-invierno). Pues acaban de señalarme el efecto que produce el ocaso que provoca ese color totalmente blanco en esas montañas. Así nos muestra la foto.
En efecto, Alejandro Magno llegó a Afganistán en torno al 329 antes de Cristo. Y aquí se casó con Roxana, una princesa bactriana. Mañana intentaremos captar esa foto. Las montañas blancas.
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