Con un acto este mediodÃa en la glorieta en la que confluyen las calles San Roque y Obdulio Fernández de Burgos -donde el alcalde, Francisco Javier Lacalle, ha inaugurado un monumento en recuerdo a las vÃctimas- concluyen los homenajes en memoria a los 62 militares españoles fallecidos en la tragedia aérea del Yak 42 acaecida un 26 de mayo de 2003.
El décimo aniversario del Yak 42 contó (tan solo) con un acto oficial en TurquÃa  encabezado por el embajador de España en TurquÃa, Cristóbal González-Aller Jurado, en el mismo lugar de la tragedia, cerca de la ciudad de Trebisonda y el Monte Pilav. Los familiares de los militares, por su parte, se reunieron en Zaragoza y Burgos, donde realizaron ofrendas florales y mostraron su pesar y dolor que no cesa y sus demandas de justicia por una tragedia por la que aún no han percibido indemnización alguna (sÃ, asà es España).
El Yak 42 cambió muchas cosas en el Ejército: transporte de tropas en misiones en el exterior (aquel vuelo con avión soviético no reunÃa las condiciones de seguridad que nuestros soldados se merecÃan), protocolos de recuperación, identificación, traslado e inhumación de los restos mortales (aquel trabajo fue una chapuza, como se demostró) y a efectos de indemnización de los militares en el exterior.
Más allá de todo eso, el Yak 42 representa la mayor tragedia humana de la Historia reciente de nuestro Ejército. Es hacia ellos, hacia sus familiares, adonde las autoridades (PP-PSOE o quien sea) deberÃan volcarse siempre. Aunque reciban crÃticas, aunque reciban reproches. A ellos se deben, y deben atender. Y a ellos, a los 62 del Yak, como al resto de militares fallecidos en misiones en el exterior o en territorio nacional, siempre nuestro mayor agradecimiento y reconocimiento. Aunque a veces esta España nuestra parezca mirar hacia otro lado (sÃ, asà es España).
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